Iusta et Rufina

En memoria de los santos apóstoles y mártires,
de la gloriosa siempre Virgen María,
de Zacarías, Juan, los Inocentes, Esteban,
Pedro y Pablo, Juan, Santiago, Andrés,
Acisclo, Torcuato, Fructuoso,
Félix, Vicente, Eulogio, Justo y Pastor,
Justa y Rufina, Eulalia, la otra Eulalia, Leocadia.

Esta es una de las oraciones que conforman la «oración entre los dípticos», del rito Hispano Mozárabe que se sigue en Toledo. En esta intercesión solemne que se pide a los santos, aparecen las Santas Justa y Rufina, gloria del martirologio sevillano.

Junta y Rufina eran hermanas, nacidas en el siglo III en el barrio de Triana. Dice la tradición que eran alfareras, cristianas pías.
Regía los destinos del Imperio Diocleciano, cuando durante la procesión de la diosa Salambó por las calles de la Sevilla romana, se acercaron los idólatras a casa de Justa y Rufina a pedirle dineros para el culto. Las hermanas se negaron y se rebelaron, arremetiendo contra la efigie, que se hizo añicos contra el suelo. Hoy serían tachadas de fundamentalistas.

Enterado el prefecto de Sevilla, Diogeniano, las mandó encarcelar. Dicen que estuvieron encerradas en las cárceles (en Sevilla son las Sagradas Cárceles) sita extramuros de la ciudad, en la que hoy es la Iglesia de la Trinidad. Allí se conserva una columna, que tiene en el centro una cruz hendida en la piedra, realizada por las hermanas.

En las cárceles fueron conminadas a abandonar la fe. Como Justa y Rufina se negaron, se las sometió a tortura, primero con el potro, con garfios de hierro después. Pero la fe en Cristo Jesús las sostuvo. Cuenta la historia que Diogeniano, al ver que no era capaz de doblegar su voluntad, las mandó andando descalzas hasta Sierra Morena, pero ni por esas.

Así que, visto la resistencia de las trianeras, Diogeniano las mandó encarcelar para que se pudrieran definitivamente en la cárcel. Justa fue la primera en morir. Su cuerpo fue tirado a un pozo. Posteriormente Rufina fue llevada al anfiteatro, donde un león daría buena cuenta de ella, pero el león demudó en gatito y como tal, lamió la túnica de Rufina.

Este hecho acabó con la paciencia de Diogeniano y por fin, terminó con la vida de la santa mandándola degollar. Su cuerpo fue quemado.

El Obispo de Sevilla, Sabino, recuperó el cuerpo de las hermanas, enterrándolas juntas, posiblemente junto a lo que hoy es la Iglesia de la Trinidad, Basílica de María Auxiliadora, donde recientemente se ha encontrado un túmulo dedicada a las hermanas. Era el año 287.

Las mártires fueron canonizadas y hechas patronas de Sevilla, la ciudad que las vio nacer. Desde entonces, no han dejado de interceder por la ciudad.

En la escultura de Duque Cornejo, cuya foto abre la bitácora de hoy, aparecen sosteniendo la Giralda, cuyo derrumbe evitaron (ocasionado por el terremoto de Lisboa) en el año de nuestro Señor de 1.755.

Las Santas son un ejemplo de vida de fe y de valentía. Su testimonio vale hoy el doble, especialmente, en una ciudad tan falsa, donde nadie se moja por nadie, como es la casquivana Sevilla.

3 comentarios

  
hip0lito
¿ Hoy serían tachadas de fundamentalistas? No, tio, hoy tu irias en la procesion idolatrica y sacrificicarias a un par de progres que se negaran a rendir culto a una imagen sobre la que reinara algun dogma emitido por la autoridad.
Que descaro el de estos zeñoritoh zevillanoh
19/07/08 12:27 AM
  
Isaac García Expósito
hip0lito: ¿tú irías de mamporrero?
19/07/08 5:29 PM
  
hip0lito
Yo lo que mande er zeñorito
19/07/08 6:02 PM

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