¿Crisis? ¿Qué crisis?

El caso de corrupción de la alcaldía de Baena, donde se realizaban facturas falsas para pagar las aficiones lúbricas del personal de confianza del Ayuntamiento, es de una desvergüenza mayúscula.

Con una lisis – porque no estamos en una crisis, esto es un cambio brusco puntual, sino en un proceso de cambio el cual todavía no atisbamos el fin – económica en la cual el número de criaturas que se quedan sin trabajo aumenta día a día, con los comedores de las monjas hasta arriba, en Baena, trampean las facturas para esconder los gastos en clubes de alterne y comilonas.

¿Tanto comimos?», pregunta el alcalde sorprendido por el importe, que ascendía a 437’90 euros. Su subordinado trata de recordar los comensales: «Estuvimos…Amos a ver, Miguel uno, eh…Jesús dos, Pepe tres, Eduardo cuatro, tú cinco, yo seis, Juan siete, Alisia ocho, su novio nueve, Pepe Tarifa diez, Antonio Linares once, doce

Fuente: El Mundo Andalucía, Miércoles 25/2/2009

Patético. Tanto como la llamada de uno de los imputados que antes de uno de los viajes a Marbella, para saber si en el club de alterne Milady Palace seguía trabajando - ¡qué eufemismo!- «una brasileña alta que está muu buena».

Estos hechos acaecidos en la Andalucía de Chaves no es más que una muestra del estado de desvergüenza general en el que se encuentra el país. La clase política es una casta que domina a su antojo el bolsillo de los españoles. Le mete la mano en la cartera y vía impuestos gasta impunemente, e impúdicamente, el dinero que tanto y tanto cuesta ganar.

Nos exigen morigeración, sin embargo los políticos aumentan sus gastos exponencialmente. Penoso, pero real. ¿Es lógico que no se amplíen los calendarios de vacunas, que se mejoren los hospitales, que se invierta en mejorar el sistema judicial dotándole de recursos modernos y mejores? ¿Tiene sentido que no se mejore la educación con las carencias que hay?

Sé que muchos dirán que este discurso es demagógico, pero ¿no será realmente la clase política la que hace demagogia?

El bien común, a día de hoy, ha perdido su contenido originario, es decir entendido como «todo un conjunto de condiciones sociales, que permiten al hombre el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección» (MM, 26), o como sintetizó perfectamente el Concilio Vaticano II, «el conjunto de condiciones de la vida social , que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros, el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» (GS, 26)

El concepto de «bien común» ha sido redefinido al modo utilitarista, de manera que se busca el beneficio de la casta política, que en España lo ocupa y lo llena todo, entre políticos y adláteres.

Sin embargo, esto no es lo único grave, hay otra cosa tan mala como lo anterior y es el hastío de la población, la falta de nervio para reaccionar ante la displicencia de los políticos, que, en los días que corren, nos están tratando como auténtico ganado.

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