Domingo de Sexagésima

Forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia

Introito. Salm 43, 23-26,2, 2-3

Exsúrge, quare obdórmis, Dómine? exsúrge, et ne repéllas in finem: quare fáciem tuam avértis, oblivísceris tribulatiónem nostram? adháesit in terra venter noster: exsúrge, Domine, ádjuva nos, et líbera nos. ibid., Ps Deus, áuribus nostris audívimus: patres nostri annuntiavérunt nobis.v Glória.

Levántate, Señor; ¿por qué duermes? Levántate, y no nos abandones para siempre. ¿Por qué apartas tu rostro y olvidas nuestra miseria?Nuestro vientre está abatido hasta el polvo. Levántate, Señor, ayúdanos y líbranos. Salmo. ¡Oh Dios!, nuestros oídos han odído y nuestros padres nos han contado tus maravillas. V. Gloria.

Colecta.

Deus, qui cónspicis, quia ex nulla nostra actióne confídimus: concéde propítius : ut contra advérsa ómnia, doctóris géntium protectióne muniámur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum.

Oh Dios, que ves cómo no confiamos en nuestras acciones, concédenos propicio el ser fortalecidos contra toda adversidad por la protección del doctor de las gentes. Por nuestro Señor Jesucristo.

Epístola. 2 Cor. 11,19-22; 12, 1-9

Esta página vibrante, en que para reducir a sus adversarios se decide san Pablo a describir su vida heroica en servicio de la Iglesia, termina con una confesión de impotencia y debilidad: poder divino en la debilidad humana

Fratres: Libénter suffértis insipiéntes : cum sitis ipsi sapiéntes. Sustinétis enim si quis vos in servitútem rédigit, si quis dévorat, si quis áccipit, si quis extóllitur, si quis in fáciem vos caedit. Secúndum ignobilitátem dico, quasi nos infírmi fuérimus in hac parte. In quo quis audet (in insipiéntia dico) áudeo et ego: Hebráei sunt, et ego: Israelítiae sunt, et ego: Minístri Christi sunt (ut minus sápiens dico), plus ego: in labóribus plúrimis, in carcéribus abundántius, in plagis supra modum, in mórtibus frequénter. A Judáeis quínquies quadrágenas, una minus, accépi. Ter virgis caesus sum, semel lapidátus sum, ter naufrágium feci, nocte et die in profúndo maris fui: in itinéribus saepe, perículis flúminum, perículis latrónum, perículis ex gentibus, perículis in civitáte, perículis in solitúdine, perículis in mari, perículis in falsis frátribus: in labóre et aerúmna, in vigíliis multis, in fame et siti, in jeiúniis multis, in frígore et nuditáte: praeter illa quae extrínsecus sunt, instántia mea quotidiána, sollicitúdo ómnium Ecclesiárum. Quis infirmátur, et ego non infírmor? quis scandalizátur, et ego non uror? Si gloriári oportet: quae infirmitátis meae sunt gloriábor. Deus et Pater Dómini nostri Jesu Christi, qui est benedíctus in saécula, scit quos non méntior. Damásci praepósitus gentis Arétae regis, custodiébat civitátem Damascenórum, ut me comprehénderet: et per fenéstram in sporta dimíssus sum per murum, et sic effúgi manus ejus. Si gloriári opórtet (non éxpedit quidem), véniam autem ad visiónes, et revelatiónes Dómini. Scio hóminem in Christo ante annos quatuórdecim, sive in córpore néscio, sive extra corpus néscio, Deus scit, raptum hujúsmodi usque ad tértium caelum. Et scio hujúsmodi hóminem, sive in córpore sive extra corpus néscio, Deus scit : quóniam raptus est in paradísum, et audívit arcána verba, quae non licet hómini loqui. Pro hujúsmodi gloriábor : pro me autem nihil gloriábor, nisi in infirmitátibus meis. Nam, et si volúero gloriári, non ero insípiens : veritátem enim dicam : parco autem, ne quis me exístimet supra id quos videt in me, aut áliquid audit ex me. Et ne magnitúdo revelatiónum extóllat me, datus est mihi stímulus carnis meae, ángelus sátanae, qui me colaphízet. Propter quod ter Dóminum rogávi, ut discéderet a me : et dixit mihi : Súfficit tibi grátia mea : nam virtus in infimitáte perfícitur. Libénter ígitur gloirábor in infirmitátibus meis, ut inhábitet in me virtus Christi.

Hermanos: De buena gana sugrías a los necios, siendo vosotros sensatos. Soportáis a quien os esclaviza, a quien os devora, a quien os roba, a quien os trata con altanería, a quien os abofetea. Lo digo con confusión mía, como si hubiéramos sido débiles. Sin embargo – os hablo en fatuo -, de lo que otro se gloríe yo también me glorío. ¿Son hebreos? También yo. ¿Son israelitas? También yo. ¿Son hijos de Abraham? También yo. ¿Son ministros de Cristo? (Desatinando lo digo) más que ellos lo soy yo. En mayores trabajos me he visto, en más cárceles, en azotes sin cuento, en riesgos de muerte con frecuencia. De los judíos tengo recibidos cinco veces cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado, tres veces naufragué, una noche y un día pasé en el abismo. Viajes sin cuento, peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de gentiles, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos, trabajos y fatigas, muchas vigilias, hambre y sed, ayunos frecuentes, frío y desnudez. Además de otras cosas, mi obsesión diaria es la solicitud por todas las iglesias. ¿Quién no desfallece que yo no desfallezca? ¿Quién se escandaliza sin que yo me requeme? Si es preciso gloriarse, me gloriaré en lo que es propio de mi flaqueza. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es bendito en los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el etnarca del rey Aretas había puesto guardas en la ciudad para prenderme y por una ventana me descolgaron por el muro en una cesta y escapé de sus manos. Si es preciso gloriarse (lo que no me conviene, en verdad), vendré a las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un hombre en Cristo, que catorce años ha fue arrebatado (si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe) hasta el tercer cielo. Y que este hombre (si en el cuerpo o fuera del cuerpo, nolo sé, Dios lo sabe) fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables, que el hombre no puede proferir. Sobre el tal hombre me gloriaré; mas de mí no me gloriaré, sino en mis flaquezas. Porque aun cuando me quisiere gloriar, no sería necio, porque diría verdad; mas callo esto para que nadie forme de mí un concepto superior a lo que en mí ve o de mi oye. Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, se me ha dado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás, para que me abofetee. Y por esto rogué al Señor tres veces para que lo apartase de mi; y me dijo: Te basta mi gracia, porque el poder triunfa en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré de mis flaquezas para que more en mí la virtud de Cristo.

Gradual. Salm 82, 19.14

Sciant gentes, quóniam nomen tibi Deus: tu solus Altíssimus super omnem terram. v. Deus meus, pone illos ut rotam, et sicut stípulam ante fáciem venti.

Sepan los pueblos que tu nombre es Dios; y que tú sólo eres el Altísimo sobre toda la tierra. v. Agítalos, ¡oh Dios mío!, como a una rueda, o como pajuela al soplo del viento.

Tracto. Salm. 59, 4-6

Commovísti, Dómine, terram, et conturbásti eam.v . Sana contritiónes ejus, quia mota est. V. Ut fúgiant a fácie arcus: ut liberéntur elécti tui.

Conmoviste, Señor, la tierra, y la turbaste.v. Sana sus hendiduras, porque se tambalea.v. Para que huyan de los tiros del arco y se libren tus escogidos.

Evangelio Luc 8, 4-15

Somos una tierra sembrada por Dios, y su palabra, semilla divina, es de infinita fecundidad. Por poco que se la reciba y se la deje germinar da frutos eternos. En estos pensamientos está encerrada toda la vida del cristiano.

In illo témpore : Cum turba plúrima convenírent, et de civitátibus properárent ad Jesum.dixit per similitúdinem: Éxiit, qui séminat, semináre semen suum: et dum séminat, áliiud cécidit secus viam, et conculcátum est, et volucres caeli comedérunt illud. Et áliud cécidit supra petram: et natum áruit, quia non habébat humórem. Et áliud cécidit inter spinas, et simul exórtae spinae suffocavérunt illud. Et aliud cécidit in terram bonam: et ortum fecit fructum céntuplum. Haec dicens, clamábat: Qui habet aures audiéndi, audiat. Interrogabant autem cum discipuli eius, quae esset haec parábola. Quibus ipse dixit: Vobis datum est nosse mystérium regni Dei, céteris autem in parábolis; ut vidéntes non vídeant, et audiéntes non intelligant. Est autem haec parabola: Semen est verbum Dei. Qui autem secus viam, hi sunt qui áudiunt: deínde venit diábolus, et tollit verbum de corde eórum, ne credéntes salvi fiant. Nam qui supra petram: qui cum audiérint, cum gáudio siscípiunt verbum: et hi radíces non habent: qui ad tempus credunt, et in tempore tentatiónis recédunt. Quod autem in spinas cécidit: hi sunt, qui audiérunt, et a sollicitudínibus, et divítiis, et voluptátibus vitae eúntes, suffocántur, et non referunt fructum. Quod autem in bonam terram: hi sunt, qui in corde bono et óptimo audiéntes verbun rétinent, et fructum áfferunt in patiéntia.

En aquel tiempo: Reunida una gran muchedumbre de los que venían a Jesús de cada ciudad, díjoles en parábolas: Un hombre salió a sembrar su simiente; y al esparcirla, una parte cayó a la orilla del camino, y fue pisoteada y la comieron las aves del cielo. Y otra cayó sobre un pedregal, y luego que nació, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre espinas, y las espinas que crecieron con ella la sofocaron. Otra, finalmente, cayó en buena tierra; y nació y dio fruto a ciento por uno. Dicho esto, comenzó a gritar: Quien tenga oídos para escuchar, atienda. Sus discípulos le preguntaron qué sentido tenía esta parábola. Él les dijo: A vosotros es dado conocer el misterio del reino de Dios, pero a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. He aquí, pues, la explicación de la parábola: La semilla es la palabra de Dios. Los que están a la orilla del camino son aquéllos que la oyes; mas luego viene el diablo y arranca la palabra de su corazón para que no se salven creyendo. Los que están sobre la piedra son los que reciben con gozo la palabra cuando la oyes, pero no echa raíces; por un tiempo creen y en el tiempo de la tentación retroceden. La semilla que cayó entre espinas, son los que oyen la divina palabra, pero después los sofocan los cuidados y riquezas y deleites de esta vida, y no llegan a dar fruto. Mas la que cae en buena tierra, son los que, oyendo la palabra con corazón bueno y óptimo, la conservan y producen fruto por la perseverancia.

Las grandes páginas de la Biblia leídas en maitines, anuncian, una tras otra, el misterio pascual. Noé, el segundo padre del género humano, simboliza la renovación de la humanidad: «Vea el mundo el levantarse de lo caído, el renovarse de lo envejecido, el retorno de todo a s u prístina integridad por obra del mismo que lo creara.(Sábado Santo, oficio antiguo). En adelante, la salvación se obrará en el seno de la Iglesia, cuya figura es el arca, y en ella serán regeneradas, no sólo ocho personas, sino toda la multitud de los bautizados que salen de las aguas (epístola del viernes de Pascua).
Los cantos de la misa tienen el mismo acento que los del domingo anterior: llamamiento penetrante y confiado a Dios desde el seno de nuestra miseria.

La epístola se ha escogido por tener lugar la estación en San Pablo extramuros; es una de las páginas más bellas del apóstol.

Sobre el crecimiento de la palabra de Dios, es decir, de la predicación evangélica cuyo símbolo es la semilla, recúrrase, sobre todo, a los Hechos de los Apóstoles. Este crecimiento se afirma a lo largo de todo el libro, donde subrayan numerosos versículos el aumento numérico de la Iglesia (entre otros: 2,41-47; 4,4; 5,14; 9,31; 13, 48-49) y, aun textualmente, el aumento de la palabra (12,24). ¿No se llama san Pablo a sí mismo sembrador (1 Cor 3,5-9; 9,11), y no habla del arraigo en nosotros del evangelio? (Col 2,6-7). Nótese lo bien que responde la epístola (san Pablo como tipo de misionero) a este contexto de evangelización. Es interesante también constatar que san Lucas se sirve de las mismas expresiones para describir el progreso de la palabra evangélica en los Hechos y el de Jesús niño en el evangelio (Luc 2,40).

Sobre la eficacia de la palabra de Dios: Es creadora (Gen 1, Salm 32,4-9; Eclo 42,15 – 43,33; Heb 11,3), eternamente eficaz (Deum 11,18-22; Salm 147, 15-20; Is 40,8, citado en 1 Pe 1,22-25; 55, 10-11; Jer 23, 28-32; Rom 1,16), portadora de vida para los que la reciben (Deum 8,1-3, citado por Mat 4,4; 30, 15-20; 32, 46-47; Juan 5,24-25; 6,63-68; 12, 49-59; Hech 7,38; Fil 2,16; Heb 4,12), portadora de muerte para los que la rechazan (Is 11,4 en cotejo con Ef 6,17; 63, 1-6; Sap 18,14-16). Esta palabra es el mismo Cristo, palabra creadora (Juan 1,1-14 en cotejo con Gén 1; Col 1, 15-20; Heb 1), la palabra de vida (1 Juanj 1,1-3) palabra también de muerte (Apoc 19,11-16).

Siguiendo la sagrada liturgia, se leerá con interés el salmo 16.

Misal diario y vesperal.

XV edición.Dom Gaspar Lefebvre y los monjes benedictinos de la Abadía de San Andrés.Tr: P.Germán Prado y los monjes de la Abadía de Silos.

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