InfoCatólica / La Esfera y la Cruz / Categoría: Iglesia

25.04.12

No olvidamos al Padre Faustino Gazziero

El 24 de julio de 2004, el Padre Faustino Gazziero fue asesinado cuando terminaba de celebrar la misa de la tarde en la Catedral de Santiago, junto al altar al que sirvió la mayor parte de su vida. El sacerdote no conoció a su asesino, ni éste tenía nada contra él, sólo se había propuesto matar al cura que estuviera celebrando en ese momento. Nada más que puro odio a la fe.

Cuando él murió, todos lamentaron los sucedido, pero nadie habló de persecución a los cristianos, ni de una oleada de odio a la Iglesia que azotara a nuestras naciones. Se culpó a un loco que tenía vínculos con sectas satánicas y nadie se acordó más. Tal vez faltó un ganador del premio Nobel que tuviera una agenda que imponer, o un lobby que lo usara para obtener votos  en favor de una u otra ley.

Ahora, el lamentablemente fallecimiento de Daniel Zamudio a manos de un grupo de desalmados ha dado paso a las reacciones destempladas contra el fantasma de la “homofobia” que supuestamente recorre latino américa, y a la instrumentalización del sufrimiento de su familia, conviene recordar que crímenes y locos ha habido siempre, y que el hecho de ser víctima no implica que siempre tengas la razón.

Los asesinos de Daniel Zamudio están presos, y enfrentan a la justicia, con la posibilidad de pagar con cadena perpetua su horrible crimen. Es la reacción natural de una sociedad civilizada ante un hecho que nadie puede justificar o aprobar. El asesino del Padre Gazziero, en cambio se le declaró esquizofrenia, y se le recluyó en un manicomio por cuatro años, hasta que un psiquiatra determinó que la tenía bajo control y hoy anda libre.

¿Hay alguien que diga que el resultado análogo sería tolerable en el caso de Daniel Zamudio? ¿Y por qué sí lo es para el Padre Gazziero? ¿Acaso hay víctimas que lo son más que otras?

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29.02.12

Notas para un diálogo sobre la doctrina católica de la libertad religiosa

Un par de veces en estos últimos meses, nos hemos encontrado con el tema de la libertad religiosa, específicamente con la acusación, curiosamente sostenida por algunos tradicionalistas y anti católicos, de que la Iglesia ha cambiado sustancialmente su posición al respecto.

Dado que es un tema complejo y altamente sensible –sobre todo dadas las recientes conversaciones entre la Iglesia Universal y la Sociedad Sacerdotal de San Pío X–, no me siento plenamente capacitado para ofrecer una reflexión acabada al respecto, pero sí quiero consignar algunas notas que me parecen esenciales para un diálogo constructivo.

Comencemos, entonces, con el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), es decir “de atrás para adelante", para examinar el estado actual de la cuestión.

Al referirse al primer mandamiento, que ordena amar a Dios por sobre todas las cosas, el Catecismo explica:

2108 El derecho a la libertad religiosa no es ni la permisión moral de adherirse al error (cf León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum), ni un supuesto derecho al error (cf Pío XII, discurso 6 diciembre 1953), sino un derecho natural de la persona humana a la libertad civil, es decir, a la inmunidad de coacción exterior, en los justos límites, en materia religiosa por parte del poder político. Este derecho natural debe ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de manera que constituya un derecho civil (cf DH 2).

Es interesante observar que este párrafo inicia citando dos documentos “preconciliares” (el primero de 1888 y el segundo de 1953), y concluye con una referencia la Declaración Dignitas Humanae, uno de los documentos más criticados por algunos tradicionalistas, pues en él se habrían introducido innovaciones sustanciales. El Catecismo parece estar pensando en estas objeciones cuando, incluso antes de definir la libertad religiosa, se apresura a decir que ella no puede traducirse en tolerancia para adherirse al error o un supuesto derecho a estar equivocado, y sólo una vez despejado eso, afirma que se trata de un derecho natural, parte de la libertad civil.

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6.02.12

Cuando no es fácil estar en la Iglesia

Con interés y preocupación he seguido las recientes notas de infocatólica acerca de las conversaciones entre la Sociedad Sacerdotal de San Pío X, o Lefebvristas, y la Comisión Pontificia Ecclesia Dei.

Preocupación, pues monseñor Fellay ha dicho que, a pesar de las conversaciones, no se encuentra en condiciones de aceptar las proposiciones del Vaticano que les permitirían restablecer la comunión con el Papa. Esto es tremendamente grave, porque el cisma es una de las heridas más grave contra los sacramentos. En efecto, una comunidad eclesial cismática, a diferencia de otra simplemente herética, conserva la facultad de celebrar válidamente los sacramentos que NSJC confió a su Iglesia, especialmente la eucaristía, y por lo mismo es una herida permanente a la unidad del cuerpo de Cristo, que pone en peligro la salvación de muchas almas.

Pero no quiero extenderme hablando acerca de una situación que otros conocen mejor, sino que es más bien una excusa para hablar acerca de la realidad de la Iglesia. Me refiero a que los Lefebvristas denuncian algunas tendencias perniciosas que efectivamente existen en el seno de la Iglesia, como el silencio de algunos obispos en ciertos temas, los graves y dolorosos abusos litúrgicos cometidos en tantas misas, o la tolerancia a doctrinas y autores que coquetean con la herejía. Uno puede decir, “están equivocados, esas situaciones, a pesar de ser efectivas y deplorables, no pueden llevarnos a romper nuestro vínculo con la sede de Pedro", pero al mismo, no puedo dejar de preguntarme qué ocurriría si en el futuro otras decisiones de la Santa Sede, nos dejaran a nosotros en análoga estupefacción.

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6.12.11

Herejes como Dios manda

HerejesLeyendo la hermosa profesión de fe que deben emitir los llamados a ejercer un oficio en nombre de la Iglesia, en el blog La Puerta de Damasco, me ha surgido la necesidad de dejar aquí algunas notas acerca del concepto de herejía, pues lamentablemente se hace cada vez más necesario hablar con precisión respecto al tema. No soy especialista en derecho canónico, que es la disciplina encargada de explicar estas materias, pero espero que la preparación jurídica general me permita entregar al menos una información introductoria al tema.

Comencemos entonces, por las notas etimológicas. Al parecer, los autores cristianos fueron los primeros en usar la denominación de herejía para referirse a un error doctrinal, a partir del vocablo griego que transliterado como hairesis, significa elegir, dividir o escoger. Esto es apropiado, pues el hereje no ha rechazado toda la doctrina cristiana (caso en que correspondería acusarlo de apóstata), sino que se limita a elegir un dogma en particular, una parte de la doctrina, y negarlo.

Los profesores de la Real Academia Española indican que herejía es un “Error en materia de fe, sostenido con pertinacia", con lo que agrega un nuevo elemento, a saber, la pertinacia en el error, al que volveremos más tarde.

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15.10.11

Alegría de ser católico… y sus aguafiestas

Los católicos de Santiago se preparan hoy para asistir a la reunión “La Alegría de Ser Católico” a la que convocó un grupo de laicos, para expresar… bueno, eso, que estamos alegres de ser católicos. Se ha difundido en el portal de iglesia.cl, se ha mencionado en las noticias, estamos todos listos.

¿Todos? !No! Una aldea poblada por irreductibles jesuitas resiste todavía y siempre a la alegría.

Parece disonante, en el contexto en el que nos encontramos, llamar a mostrar la “alegría de ser católico” cuando constantemente nos vemos rodeados de signos de muerte e incertidumbre dentro de nuestra Iglesia. Signos que entristecen y confunden a un Pueblo de Dios que a momentos no comprende qué es lo que está ocurriendo. El ambiente parece no estar para esta clase de fiestas.

Y luego pasa a mencionar la demanda en La Haya contra el Papa, que los homosexuales y los divorciados se sienten marginados, y la desigualdad en Chile.

Los signos de muerte pueden ser inagotables, y,  por lo mismo, parece mejor preguntarse ¿qué es lo que Dios nos pide en estos tiempos? ¿Será el momento de “mostrar” la alegría?, o ¿no será más bien el tiempo de hacer silencio?

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