Pruebas de las pruebas de la existencia de Dios
Conversando acerca de las famosas 5 vías de Santo Tomás, un visitante comenta:
Por mucho que se les llame “pruebas", el hecho es que la pruebas de la existencia de Dios nunca han logrado que ningún ateo se hiciera creyente.
Lo que se nos plantea en concreto es si realmente se puede hablar de “pruebas” cuando nos referimos a estos argumentos. La cuestión no es meramente semántica, porque si aceptáramos que no existe forma de mostrar lógicamente cómo es necesario que Dios exista, hemos cerrado el debate a toda la teología natural, y, con ello, toda posibilidad de entablar una conversación con los ateos.
Por el contrario, el Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que
36. La Santa Madre Iglesia, mantiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza mediante la luz natural de la razón humana a partir de las cosas creadas.
Desde luego, esto puede ser válido para los católicos, pero ¿Qué podemos responder a un ateo que se niegue a considerar nuestras llamadas “pruebas", porque no son convincentes? Yo le diría que su concepto de lo que es una prueba es inútil, porque se basa en una apreciación meramente subjetiva: algo será prueba si me convence; y no lo será, si no lo hace.
En cambio, lo práctico es usar una definición más amplia: es prueba toda “razón, argumento, instrumento u otro medio con que se pretende mostrar y hacer patente la verdad o falsedad de algo.” (RAE).
Este es el concepto que se usan los abogados (que algo saben de pruebas y de persuadir), y así tenemos que en un juicio las partes rinden prueba, en la etapa probatoria, sea que resulten vencedoras o vencidas. De igual modo, los abogados alegan que la prueba de su contraparte ha sido insuficiente, contradictoria o poco creíble, apuntando a sus debilidades; y no se limitan a decir “aquí no hubo pruebas", porque esa es la forma más fácil de salir vencido.
En el mismo sentido, podemos llamar “pruebas” a las pruebas de la existencia de Dios, y hacerlo con confianza de que lo son realmente, porque son argumentos con los que buscamos hacer evidente un hecho, sin perjuicio del éxito que alcancemos.
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