Los obispos y la opinión
Hace unos días se dio en España una situación que en parte es habitual y en parte poco frecuente. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, atacó a los obispos en un mitin político. Esto es bastante frecuente, porque en España todo lo relacionado con la Iglesia se usa como distracción para tapar las habituales corrupciones de los gobiernos. Lo infrecuente es que, en este caso, las críticas de Sánchez respondían a algo que sí había hecho un obispo (sin que yo diga que estuviera bien o mal hecho).
En concreto, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Luis Argüello, se pronunciaba en una entrevista sobre la conveniencia de que el Gobierno se sometiera a una moción de confianza, alguien propusiera una moción de censura o se adelantaran las elecciones, ante un conjunto de escándalos de corrupción que no hacen más que aumentar. También esto es infrecuente: que desde un alto cargo de la Conferencia Episcopal Española haya un pronunciamiento claro en contra de un gobierno, especialmente cuando es un gobierno socialista.

Permítaseme abusar del “clickbait”, como llaman ahora los modernos a esto de poner titulares que sean provocativos y llamen la atención. Únicamente quiero hacer un breve comentario sobre un asunto que me ha llamado la atención en las recientes declaraciones del Cardenal Cupich acerca del sínodo. El resumen lo pueden leer
Hace unas semanas preparé una homilía para ser proclamada en una Misa en el día del cumpleaños de un amigo. Quiero compartir la transcripción de la homilía en este blog por si a alguien le parece interesante y como forma de homenaje a mi amigo.
Como era de esperar, desde ayer se vienen sucediendo múltiples reacciones a la declaración Fiducia supplicans del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Voy a intentar añadir a los análisis que ya se han hecho un punto que me parece de capital importancia para entender la relevancia de este documento.
A nadie que conozca un poco la historia de la Iglesia en el s. XX le resulta un secreto que una de las metas principales del progresismo eclesial es derribar la Humanae Vitae. No basta con el hecho de que ya desde su publicación una gran cantidad de teólogos y obispos se negaran a aceptarla y manifestaran abiertamente su intención de enseñar en sentido contrario, por cierto, sin consecuencia alguna para ninguno de ellos. No. Haber defendido la doctrina de la Iglesia sobre la apertura a la vida del acto matrimonial es visto como una sombra para un pontificado que ha pretendido ser «canonizado» a la par que el Papa (en un obvio error a la hora de entender cómo funcionan las canonizaciones).

