Censura en las redes #PaterCensurado
He tardado en comentar este tema en Infocatólica, a pesar de que ha sido muy difundido estos últimos días, porque quería ver cómo acababa todo y luego presentar mi punto de vista. Supongo que muchos ya están enterados de gran parte del asunto, así que voy a ser breve exponiendo lo que ha sucedido.
El domingo me escribió mi amigo y hermano sacerdote Juan Manuel Góngora, con el que hago la tertulia sacerdotal de La Sacristía de la Vendée para decirme que su cuenta en la red social Twitter (@patergongora) había sido suspendida de forma permanente. Primero le habían suspendido 12 horas por utilizar el refrán español: «cuando seas padre, comerás huevos». Pero la suspensión permanente venía por un tweet, quizá un poco más agresivo, pero nada llamativo para lo habitual en dicha red social, en el que se refería a una cuenta que es referencia para un grupo de personas que se dedican a promover campañas de acoso contra cuentas conservadoras o católicas, hasta conseguir expulsarlas. De hecho, en esa cuenta se había celebrado la primera suspensión de D. Juan Manuel y también se celebró la segunda. El segundo mencionado (en este caso con un apodo frecuente en la red) es otro twittero, que también comentó jocosamente la suspensión.

Una vez expuestas algunas claves magisteriales para ir elaborando un concepto de inculturación, podemos hacer unas primeras observaciones. La inculturación es presentada como un proceso que afecta por un lado al Evangelio (entendido como los contenidos fundamentales de la fe cristiana, incluyendo la vida y la Tradición de la Iglesia), y por otro a la cultura receptora. Ambas instancias son sometidas a ese proceso que busca que el Evangelio sea vivido desde el interior de esa cultura concreta y que, a la vez, esa cultura pase formar parte de la vida de la Iglesia. La acción de inculturación es operada por la Iglesia en cuanto misionera, formando parte de esa acción tanto los misioneros como los mismos evangelizados, bajo la vigilancia del Magisterio, que evita caer en los extremos de la alienación de la cultura o supervaloración de la misma.
Para continuar el tema que comenzábamos en la
Voy a comenzar una serie de publicaciones en las que quiero desarrollar un tema que pienso puede dar mucho juego para el debate. En esta primera quiero únicamente presentar la cuestión, de tal manera que los comentaristas puedan ir dando sus puntos de vista. Se trata de que, a través de las participaciones en los comentarios —que espero no falten—, podamos ir abriendo nuevas perspectivas enriquecedoras. Digamos que quiero poner en práctica aquel lema que propuso San Alberto Magno para su studium: In dulcedine societatis quaerere Veritatem.

