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28.06.22

La niña Inés

Quienes estuvieron en esa misa me dicen que mamá se despidió de ellos.
Esa fue la misa del domingo anterior al jueves que falleciera.
El caso es que, según cuentan, pidió permiso al padre para hablar por el micrófono y se dejó decir que se sentía dichosa y agradecida con Dios por haberla traído a vivir a este lugar. Todo era para decir que los quería mucho.

Mamá percibía a las personas mejor que ellas mismas.

No sé si esa forma de ser es asunto de genética o únicamente un hábito adquirido ya que su mamá era igual y hasta mejor; el caso es que yo salí parecida y se pude decir que, por la misma razón, también me he llevado decepciones.

Sin embargo, las decepciones para mamá como para mi, así como se llegan se van. El perdón llega pronto y el dolor pasa rápido por lo que, cuando me pongo a hacer recuento de mis conocidos del barrio, ante María en el rosario me simplifico pidiendo por “mis seres queridos” ya que no hay ninguno que no lo sea. Es la verdad.

Uno de ellos es la niña Inés.

La niña o profe Inés, fue catedrática universitaria en el área de las matemáticas, según me cuentan. No se casó ni tuvo hijos. Me parece que cuida de algunos de sus hermanos y otros parientes en cuya compañía se le ve cuando pasa en su carrito.

No se mucho de ella aparte de su habilidad para la matemática y de que es muy piadosa.
Me parece que es de misa diaria. Lo podría asegurar si yo lo fuera, jaja, pero no lo soy. Digo que es de misa diaria porque cuando llego a misa entre semana, siempre está ahí. En la última banca, con su bastón y su chaqueta para el frío la que, al igual que yo, no se quita ni dentro del templo porque el bandido edificio es como una nevera. 

Para ella es que coloco el reclinatorio el domingo en la misa de 8am y cualquier otra misa a la que asisto ya que, aunque es delgadita y muy ágil,  se tira al suelo de rodillas para comulgar y, como usa bastón, supongo que será por algo. Así que trato de ahorrarle el esfuerzo y ella me lo agradece; de hecho, a veces me pide que me asegure de ponerlo y se da perfecta cuenta cuando alguno lo mueve. Porque, de vez en cuando, lo mueve alguno para quien el mueblecito estorba.

Para ella lo pongo y también para mí ya que lo necesito. 

Lo pongo también para las dos o tres almas que comulgan de esa forma.

No somos muchos, en realidad, comparado con la parroquia de Coronado donde la procesión para comulgar de rodillas es enorme. En mi pueblo no es así y ha sido de esta manera desde hace poco ya que el padre Alex tuvo la idea de colocarlo debido a que las señoras mayores nos tirábamos al piso para comulgar y nos costaba mucho levantarnos.

El nuevo párroco, a Dios gracias, no ha puesto objeciones así que, mientras pueda, colocaré para la niña Inés el reclinatorio.

Supongo que, de todas formas, la niña se tiraría al suelo como ha hecho siempre porque, saben? He visto que la niña Inés es una persona de férreas convicciones y que, aunque habla poco y mucho menos habla de su fe, por sus gestos y acciones se conoce que las honduras de su alma no están vacías sino más bien llenas de lo que es importante.

El domingo pasado me detuvo a la salida para preguntarme: -“Usted sabe cuál es el plan de Dios?”

“Caramba!” pensé, a boca de jarro, me resultó difícil hallar una respuesta breve; de seguido preguntó: - “Y sabe usted para qué Dios nos creó?”

“Avemaría!”, pensaba en mis adentros. “Se ve que la niña no ha estado ociosa”, me lo dije a mi misma muy entusiasmada al verme abordada con preguntas fundamentales; tal como si fuera su deber, como podría haberlo hecho con las matemáticas siendo profesora en la universidad.

La niña corrigió mis respuestas y las que ofreció, ninguna era equivocada. Yo no le di a entender que conozco un poquito el tema. No hacía falta. Yo solo quería saber qué vendría de Dios por ahí.

La dejé hablar porque se veía que quería y necesitaba hacerlo. Tenía como una urgencia, así como la que debe haber tenido mamá aquel domingo.  

Me escogió porque, a lo mejor, sabía que la comprendería por aquello de nuestra complicidad en lo de la comunión de rodillas.  

Cualquiera que haya sido la razón, se lo agradezco tantísimo porque fue como que me dejara entrar en lo secreto e íntimo de su ser que es donde está Dios. Recién habíamos comulgado, entonces, lo más seguro es que no estuvimos únicamente ella y yo platicando en el umbral del templo. .

La cosa más bonita y sabia que me dijo, la que mejor recuerdo y que es por lo que vine a escribir es algo muy simple y aunque no recuerdo las palabras exactas, recuerdo que dijo un par de frases relacionadas con que -al crearnos y para su mayor gloria- Dios tuvo la intención de reconocerse en nosotros. Que al vernos, quería ver su imagen, sus cualidades y atributos. De ahí que Dios continuará con su plan hasta que en la imagen de su Hijo, todo sea consumado.

Yo no se pero… les parece que tendría yo alguna razón para no ver a Dios en la niña Inés y, de paso, glorificarlo? 

Por eso, la niña Inés tiene razón en todo y por eso, también, está en mi lista de “seres queridos”