InfoCatólica / Deo Omnis Gloria / Archivos para: 2016

11.03.16

No existe desperdicio en ser débil o hueco

Al apartar hoy las cortinas de mi ventana antes del amanecer me encontré con la multitud de luces de la ciudad que parecían elevarse ya que, sin límite visible, el cielo estrellado parecía ser uno con la tierra.

Lo que me recordó la experiencia de Forrest Gump, el joven “cabeza hueca”, durante aquella parte de la película en que purgó su dolor corriendo día y noche.

De aquella su incesante carrera consiguió reconocer y valorar su finitud debido al innegable contraste entre su oquedad y la grandiosa infinitud del paisaje.

Esta película ha llegado a ser un clásico y no creo que muchos hayan descubierto la razón.

Me atrevo a afirmar que su fascinación radica que en Forrest nos reconocemos seres inacabados; unos auténticos “cabeza hueca” con infinita necesidad de perfección la que, efectivamente, puede ser colmada pero no eludiendo el inevitable itinerario de dolor.

Dolor que, cubierto con miles de capas de ideas falsas, oculta la realidad nosotros mismos tal como sería la avidez por alcanzar perfección sobre lo que, tarde o temprano, nos damos cuenta va unido al hecho de que nada ni nadie sobre esta tierra jamás podrá ofrecerla.   

Es que, acaso, alguno no ha gemido al reconocerse tosco, fraccionado, rudimentario, tal como si el suyo fuese un estado embrionario respecto a lo que su mente se figura es la perfección humana? Quién sobre esta tierra no ha llorado al verse imposibilitado de alcanzar por sus propias fuerzas el Bien, la Verdad y la Belleza a las que su corazón aspira?

Acaso todavía no has gemido o llorado por este motivo?

Si no lo has hecho es porque te han mentido acerca de en qué consiste la plenitud humana.

Te lo explico:

“Aquello que los mentirosos señalan en ti como “debilidad” no es imperfección sino lo previsto por el Creador para ayudarte a reconocer en tu interior la impronta divina”.

Dentro, muy dentro somos como el paisaje previo al amanecer:

“En nuestro interior no existe límite entre el cielo y la tierra ya que, como las luces de la ciudad, aquello que de nosotros brilla es porque aspira al cielo debido a que le pertenece; por otro lado, aquello que de nosotros todavía no tiene parte en la Luz es la porción que gime por participar de Ella”.

Te das cuenta por qué no existe desperdicio tener en  el interior un espacio sin materia muy grande en relación con nuestro volumen o tener poca fuerza anímica o moral para soportar o afrontar desgracias o situaciones difíciles?

 «Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad»
2 Corintios 9

Que el Señor, como al apóstol Pablo, nos regale la gracia para gloriarnos en ella. 

Amen

8.03.16

Conocer y amar el pasado de la propia Madre

Yo digo que debe ser un error teológico ofrecer formación heterodoxa a los seminaristas porque da como resultado sacerdotes que desconocen mucho de lo que, por siglos, ha servido de cimiento a la Iglesia.

Párrocos poco ortodoxos celebran misas ligeras, rezan rápido, consagran mecánicamente, permiten improvisaciones, descuidan la formación litúrgica de los fieles, desprecian la piedad popular, cierran los templos, apenas confiesan, buscan agradar a todos; esto, cuando no terminan manifestando incredulidad acerca de la Presencia Real de Cristo en la Eucaristía.

El caso es que, cada día la experiencia demuestra de manera contundente que, cuando el párroco es un sacerdote con formación ortodoxa, ya sea por elección o por la formación recibida en determinados seminarios, sobreabundan los jóvenes que muestran signos de vocación sacerdotal.

Uno esos casos es el que observo en mi país ahora que se celebra cada dos o tres meses la misa tridentina en la parroquia San Joaquín de Flores bajo el cuidado del padre Sixto Varela y de su Obispo Ángel Sancasimiro. 

Resulta que, el grupo que la promueve a través de una página en Facebook, da a conocer la grandeza de la liturgia tanto en el novus o como en el vetus ordo. Muchos de los jóvenes que participan en esa página, no obstante conocen bien y aprecian el novus ordo, la misa tridentina despierta su curiosidad y, tras conocerla, también su inclinación por ella.  

Son todo tipo de jóvenes (no solo jóvenes conservadores) quienes, una vez tienen la experiencia de su primera misa tridentina, demuestran haber descubierto un tesoro.

Un tesoro que, aparte de consolidar el profundo sentido sacrificial de la santa misa, consiste en lo que mencionó el padre Daniel Heenan (FSSP) en la homilía del pasado domingo 6 de marzo en la misa que celebrara en San Joaquín de Flores, Diócesis de Alajuela, Costa Rica.

El padre indicó que es natural sentirse sobrecogido y atraído por la forma extraordinaria debido a que contiene signos ancestrales, algunos procedentes del Antiguo Testamento; es decir, quien asiste a misa tridentina estará en contacto con el pasado remoto así como con diversos signos, palabras y gestos adquiridos a través de la historia de la Iglesia.   

En ese sentido, la forma extraordinaria es un medio insustituible para conocer acerca de la solidez de los cimientos que la gracia ha inspirado conservar a los Padres de la Iglesia, a todos los sucesores de Pedro y a cada teólogo que ha dedicado su vida a custodiarlos en las rúbricas.  

De ahí que yo, por ejemplo, haya terminado enamorada de la forma extraordinaria, que mi hermano lo esté después de haber asistido por primera vez ese día, que a cada misa tridentina a la que asisto observe cada vez más jóvenes, que haya cada vez más sacerdotes interesados en conocerla así como laicos dispuestos a asistir y colaborar en darla a conocer.

Uno, cuando encuentra un tesoro, va y vende todo lo que tiene para comprarlo…

Así es como dice la Palabra de Dios que funciona…

La misa tridentina, de todos, es uno de los mayores tesoros litúrgicos que posee la Iglesia católica en Occidente.

El Señor, por los méritos de su Hijo Jesucristo y la intercesión de María Santísima, libere de ideas preconcebidas a quienes del clero y los laicos se petrifican de pavor de solo mencionar la misa tridentina. 

Que el Señor les permita tener amor por el pasado de su Madre.

De su Madre, la Iglesia.

Amen

6.03.16

Como filigrana

En estos días ni se puede hablar del Bien, la Verdad y la Belleza que la gracia permite descubrir porque aparecen unos calificándolo de buenista u otros apuntando otras “deficiencias”.

Saben qué? Los ignoraré a todos porque, por sobre todo, mi vida narrada en este blog, ha sido a lo largo de los años un testimonio de la gracia por lo que, sin mayor preámbulo, hablaré del tema tantas veces y de la forma en que el Señor me inspire.

No cabe duda de que mi vida al lado de mi padre fue el paraíso. Tenía todo lo que necesitaba y más: cariño, respeto, compañía, dinero, alegría, unidad familiar, etc. Ahora mi vida carece de casi de todo, sin embargo, el Señor ha dado impulso a mi iniciativa para que vaya descubriendo o ayudándole a re-crear aquello de lo que fui temporalmente privada.

La privación ha sido muy buena porque me ha hecho valorar lo que tuve y desear tenerlo de nuevo pero bajo una nuevo concepto y perspectiva: la de la gracia.

Ahora bien, parte de los cambios ejecutados por el Señor en mi constituyen una nueva mirada sobre la realidad de la que hablaré a continuación. 

El domingo pasado, saliendo de misa, saludé a una mis vecinas, señora ya mayor, quien me contó que estaba con temblores, dolores de cabeza y mareos. Le pregunté si se estaba alimentando bien y me dijo que no. Le prometí ayuda y me despedí. El caso es que pasé a la pulpería (así le llamamos a las tiendas de conveniencia) y como venía pensando en ella, apenas entré, sin pensarlo, comenté con los vecinos que allí estaban el caso de la señora.

Uno de ellos, con quien mi madre ayudaba a los pobres, me prometió ayuda. Esa la misma tarde me trajo un enorme pollo, leche y galletas a lo que añadí unas verduras y una botella de carao que es buenísimo para la anemia que sufre la señora. Esto pretendo hacerlo todas las semanas durante el tiempo que el Señor me lo permita. Asumo que me dará los recursos  ya que no sería la primera vez.

Ese mismo día, cuando regresé a la pulpería, tuve que esperar unos minutos a que atendieran a una señora que estaba terminando de contar el testimonio de curación de su hijo. Aparentemente, por el poder de la oración, una grave enfermedad de la que sospechaban los médicos, no salió reflejada en los exámenes. La mamá no cabía en sí de la alegría y daba gloria a Dios. 

De la misma forma, días después, saliendo de nuevo a caminar con mis perros, me encontré con Rosa que salía de casa de su hija recién “mejorada”. La alabé por ser abuela y le pregunté por la salud de su hija y de su nieto. Me contó una verdadera calamidad ya que el nietito nació con problemas en el hígado y los padres han estado durante todo un mes turnándose para cuidarlo en el hospital. Ella venía de dejarle a su hija hecho el almuerzo y la casa limpia para que cuando regresara pudiera descansar.

La maravilla fue escucharla ofreciendo su testimonio del que concluí que el Señor, verdaderamente, cuida de todos, no solo los consolida en el amor, en la generosidad, en la paz sino en la alegría que da la fe y la confianza ya que, la querida Rosa, me contó su historia entre bromas, situaciones tiernas y simpáticas locuras acaecidas dentro de la grave situación.

Asímismo, otro día, me encontré con la madre de una muchacha con dificultad de aprendizaje quien tiene una rodilla que le duele al caminar tras un golpe que sufrió después de una caída.

A Nuria, le ayudé con un campamento juvenil que estaba organizando para su congregación ya que es evangélica y otro día le ayudé con los pasajes del autobús para una cita que tenía en el hospital. Desde el día que le doné las latas de garbanzos ha nacido una amistad de lo más simpática. Me alegró que su mamá estuviera tras ella cuidándola y que se esté viendo su dolor en el Seguro Social debido a mi insistencia.

El papa Francisco habla mucho de salir a las periferias, pues bien, yo cavilaba acerca de cuáles periferias podría yo salir si me quedan tan lejos; pero el caso es que ahora río de mi misma ya que las periferias me las encuentro a diario en cuanto cruzo el portón que me separa de la calle, lo cual me alegra porque también sufro de dolores y caminar muy lejos me jorobaría bastante.

Todo lo anterior únicamente para destacar que, en sintonía con la gracia, es posible hallar el Bien, la Verdad y la Belleza que el Señor construye en nuestra vida como filigrana.

El Seños nos bendiga.

 

 

27.02.16

Sobre el sonado caso del padrino gay

En mi país ha sucedido que una persona homosexual ha solicitado ser padrino de bautismo.

El párroco se ha negado por lo que la reacción de la persona fue recurrir a la denuncia pública. De su lado se pusieron la prensa y el lobby homosexualista para presionar al párroco y a su obispo con el fin de que lo aceptaran como padrino. La reacción del lobby y del joven en cuestión fue, incluso, amenazar a la Diócesis con recurrir al papa Francisco para resolver la situación.

El desenlace ha sido que el obispo ha invitado al joven a su oficina para conocer su versión y resolverla de forma razonable tras lo cual, lo que se supo por medio de la prensa y de breves entrevistas a los sacerdotes involucrados, fue que el joven –finalmente- sería padrino.

Ante estos casos existen dos aspectos que deben separarse desde el principio y ser tomados paralelamente en consideración a la hora de tomar una justa decisión:

  1. El aspecto doctrinal Para resolver el aspecto doctrinal debe considerarse el Derecho Canónico y las enseñanzas de la Iglesia.
  1. El aspecto político Para resolver el aspecto político debe tenerse en cuenta la presión que el lobby homosexualista ejerce a nivel mundial a través de diferentes organizaciones para, poco a poco, imponer su tiranía apoyados por la prensa, políticos y personajes de la vida pública.

Los párrocos pero, principalmente los obispos, tendrían que procurar estar muy al tanto de todas estas cuestiones no vaya a ser que sirvan de instrumento para que se imponga a los católicos la Ideología de Género que vendrá, sin lugar a dudas, acompañada de persecución religiosa.

Deberán, además, tener claro que su decisión tendría que privilegiar la salvación del alma de los involucrados como a la vez dejar muy clara su oposición a la presión política que pretendan ejercer sobre la Iglesia con el fin de hacernos pasar por sobre el Derecho Canónico y las enseñanzas de Cristo. 

Por lo anterior es que estos casos demandan astucia y sagacidad. No debemos quedarnos resolviendo únicamente un solo aspecto. Ambos deben ser resueltos de forma contundente para lo que es una exigencia de la fe y de la razón estar informados así como pedir la asesoría pertinente. Ser, además, sumamente escrupulosos en la forma en que respondemos a la prensa. 

Muchos somos del pensar que no será nunca suficiente el cuidado que pongamos en velar porque las enseñanzas de Cristo permanezcan intactas, incluso a costa de la reputación de los católicos ante el mundo. 

El caso es que la decisión fue tomada y el joven ahora es padrino.

El resultado ha producido gran desconcierto en la mayoría de los católicos a quienes, hasta el momento, no se les ha explicado:

  1. Las razones canónicas y doctrinales para haber accedido a la solicitud del joven
  2. Las razones para lo que, en apariencia, fue ceder ante la presión política ejercida por el lobby homosexualista

No nos atrevemos a dudar de las razones del obispo pero requerimos de Su Excelencia conocerlas; ante todo porque sus razones nos servirán para comprender la forma en que hemos de juzgar la realidad de manera cristiana.

Excelencia Reverendísima, Monseñor Ángel Sancasimiro, por caridad, denos a conocer sus razones ya que son vitales para conducirnos como antorchas ante el mundo tal como lo ha sido el padre Sixto Varela cuando, no solo ante el joven por declararse ateo y el lobby homosexualista sino ante la prensa, de primero y con suma contundencia, presentó las razones del Derecho Canónico para, hasta el día de hoy, oponerse a la solicitud del joven. 

En ese sentido, esperamos de usted también esa luz; es más, resulta una exigencia de nuestra conciencia el solicitársela. 

Quedo de usted, fiel y obediente servidora, quien besa su sacerdotal anillo. 

24.02.16

Cuán estupenda noche! Cuán Luna estupenda!

Atemorizada, llegué a pensar que era una pesadilla (o quizá lo sea).

Todo estaba fuera de control. No había en el mundo (ni en la Iglesia) nadie que sirviera de referencia. No había padre, ni madre, hombres ni mujeres. No había maestros ni líderes políticos. Los sacerdotes se confundían con los fieles no solo por su vestimenta sino por su forma de vivir. No había amigos, ni familiares, ni conocidos ya que la mayoría andaba únicamente por lo suyo. Decíamos ser creyentes aunque era raro hallar a quienes mantenían un trato personal con Dios.

Paralizada por el miedo, caí en la cuenta que en pocos años -desde que renunció el último jerarca- cayeron al vacío y de picada todas las referencias. ¡Todas!

Señalar culpables es tiempo perdido ya que cada uno lo es tal como fue culpable cada uno de los que no escucharon a los profetas, a los apóstoles, a los padres de la Iglesia, a los santos o a Cristo.

Semejante estado de cosas llegó a mi mente a manera de síntesis por lo que el temor se apoderó de mí tal como la oscuridad de la Noche se apodera de la claridad del Día.

El miedo me hizo recordar aquellas situaciones de la historia en las que un invasor se imponía con violencia arrasando con toda referencia al Bien, la Belleza y la Verdad, lo que le permitía forjar en los doblegados una nueva forma de vivir y de pensar la cual, obviamente, pasaba por el martirio de quienes se rehusaran.

Como les digo, no sé si aquello fue (o es) una pesadilla o quizá solo sea un resplandor que pasó por mi mente como un rayo;  el caso es que, sumergida (y agobiada) en este tipo de pensamientos, esta madrugada me he llevado una impresión de las más bellas.

Como una primorosa alfombra de plata era el zacate recién cortado al borde del cual se levanta el bosque cuyo perfil estaba recortado ante un espectacular cielo estrellado.

La insondable oscuridad de la Noche se reveló ante mí con novedosa apariencia debido al resplandor de la Luna-madre la que, a pesar de no tener luz propia, resplandeció ante mí con la luz de Otro (Joseph Ratzinger, “Por qué permanezco en la Iglesia?“)

Cautivada permanecí mirando el alto contraste entre luces y sombras. Por un lado, profunda oscuridad y, por otro, grises que, aunque bañados en plata, no eran sino grises al límite del negro… de un negro tan negro como el pecado.

Cuán estupenda noche! Cuán estupenda Luna! No en vano la utilizaron los Santos Padres como símbolo de la Iglesia.

En esas estaba cuando, delante de mi pasó Gato para –con tres saltos- sumergirse en la oscura garganta del bosque.

Cuánto bien me haría recibir la gracia de su astucia y sagacidad!  Cuán necesarias se me presentan sus destrezas para cuando mi vida dependa de ello!

Absorta en la escena permanecí hasta que, sin darme cuenta, se ausentaron las sombras.

“Hijos de Dios.- Portadores de la única llama capaz de iluminar los caminos terrenos de las almas, del único fulgor, en el que nunca podrán darse oscuridades, penumbras ni sombras.

- El Señor se sirve de nosotros como antorchas, para que esa luz ilumine… De nosotros depende que muchos no permanezcan en tinieblas, sino que anden por senderos que llevan hasta la vida eterna” Forja