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23.10.15

La mejor persona de la historia

Dedicado a Ana Lau

El otro día una conocida, hablando con ella de la castidad, me decía que nunca querría pertenecer a una religión como la nuestra, tan inhumana y opresora.

No deja de tener razón en el sentido de que Cristo exige mucho de nosotros tanto en el aspecto físico como emocional e intelectual.

Aunque, valdría la pena mencionar que -si uno se toma en serio- resulta ser lo más estimulante que criatura humana podría conocer el tener delante a Cristo desafiándole, ya no digamos a ser “santo” sino a ser “la mejor persona de la historia”, es decir, aquella persona que ni siquiera imaginas podrías llegar a ser.

Un héroe. El héroe que, muy en el fondo de ti, siempre has intuido podrías ser.

O, es que, acaso, de una persona de la magnitud de Cristo, rechazarias un reto semejante?

Pues, qué diré, lo rechazaría solo alguien que no quisiera salir de su “zona de confort"; es decir, alguien que está satifecho con el ser humano que es, con lo que hace, dice y piensa. No crees?

Bromas aparte, y para aliviar un poco la tensión acerca del Sínodo, no les parece que gran parte del desacuerdo que existe es debido a que muchos (católicos, entre ellos) no quieren, no pueden o no detectan el desafío que plantea Cristo?

Quizá por esa razón es que hemos escuchado a varios padres sinodales decir, tal como mí conocida, que la Iglesia espera demasiado de las personas ya que, por ejemplo, alguno por ahí ha dicho que solo “héroes” vivirían en castidad.  

Por supuesto, podría ser que Cristo no es para ellos quien es para nosotros. Eso podría ser.

Podría ser que, unos estaríamos ante Cristo, el Logos, origen y fin de todo lo creado y, otros, ante alguien que es como uno de nosotros o, quizá, tan solo una idea salida de su propia cabecita.  

Y es que nuestra cabecita puede llegar a tener ¡cada idea!; muchas de las que, ya lo sabemos, son considerablemente inhumanas y opresoras.  

Así es, lo reconozco, y parecerá el colmo, pero existen padres sinodales y muchos (no cristianos, entre ellos) que no se enteran (o no quieren enterarse) del desafío que tienen por delante: ser “la mejor persona de la historia”

Es lo que, de manera simple, planteó Cristo a los discípulos.

Lo que nos plantea a cada instante.

Por eso seguir a Cristo es exigente pero a la vez fascinante.

Lo único humano y liberador.