Uno de los grandes males de nuestro tiempo: la lujuria

                           

                            «Paolo y Francesca». Obra de Frank Dicksee (1853-1928).

 

    

   

«Facilis descensus Averno».

Virgilio. Eneida

   

«Un mundo viejo se está muriendo, un mundo nuevo tarda en nacer,
y en ese claroscuro surgen los monstruos».

Antonio Gramsci. Cuadernos de la cárcel

   

«El estado del hombre moral es de tranquilidad y paz; el estado de un hombre inmoral es de inquietud perpetua».

Marqués de Sade

  

   
«La lujuria es una cosa débil, pobre, quejumbrosa y susurrante en comparación con la riqueza y energía del deseo que surgirá cuando la lujuria haya sido eliminada».

C. S. Lewis

   

«La raza humana está bajo el poder del diablo más por la lujuria que por todos los demás vicios».

San Bernardo

   

 

 

Creo que es hora de hablar de un asunto del que pocos quieren hablar y que, sin embargo, es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo.

«¿A qué problema se refiere?», preguntarán ustedes.

El filósofo Edward Feser lo expresa así:

«El mundo está ardiendo por lo que la gente está “haciendo en el dormitorio”: millones de bebés abortados, millones de niños sin padre atados a la delincuencia y a la pobreza, millones marcados por el divorcio y la inestabilidad familiar, millones de adictos a la pornografía, millones de mujeres solas después de ser usadas por hombres, innumerables mentes desordenadas que ni siquiera saben de qué sexo son».

Este es el mundo que dejamos a nuestros hijos. Un mundo marcado por un pecado especialmente desestabilizador, que proyecta su oscura sombra sobre la sociedad que lo acoge: la lujuria.

Porque no se engañen: los pecados sexuales atacan directamente nuestra naturaleza social, al desestabilizar a la familia, célula básica de toda sociedad. Mas, a un tiempo, atacan también a nuestra naturaleza racional. Como enseñan Tomás de Aquino y, antes que él, Platón y Aristóteles, la lujuria, más que cualquier otro pecado, lleva consigo la tendencia a subvertir el pensamiento racional, oscureciendo el intelecto. Sobre esto ya les he hablado aquí.

Por todo ello, estos pecados de la carne son muy graves, aun no siendo los más graves. Y, en este momento, destacan negativamente sobre casi todos los demás, actuando como cargas de detonación colocadas estratégicamente en los pilares maestros de nuestra cultura y sociedad. De hecho, como nos dice Aquino, la lujuria es un vicio capital, «en razón precisamente de lo que hay de particularmente vehemente en su objeto, que hace que los hombres se encuentren extremadamente llevados a él».

La Iglesia lo ha entendido siempre así. Tradicionalmente, enumera los peores pecados sexuales junto con aquellos que «claman venganza al Cielo». Así que, desengáñense: no se puede estar a favor de nada bueno sin estar en contra de la inmoralidad sexual. La moral sexual es la base de la civilización porque da forma al fundamento mismo de esta: la familia.

Feser lo resume bien:

«Como habría predicho Tomás de Aquino, la fornicación generalizada ha dado lugar a un enorme número de niños pobres, niños delincuentes y niños muertos. Así, el sexo, que tiene como fin natural la generación, crianza y educación de los niños, ahora conduce regularmente, a través de la ilegitimidad y el aborto, al empobrecimiento, la corrupción moral y el asesinato de los niños».

Pero la negativa de Occidente a reconocer esta realidad, excluye –o quizá solo hace muy difícil– cualquier posibilidad de restauración de una civilización que semeja ya perdida. Esto se manifiesta en desórdenes como el divorcio, el sexo prematrimonial y casual, el aborto, el falso “matrimonio” entre personas del mismo sexo, la castración masiva de niños o la pornografía al alcance de cualquiera –incluso de los más pequeños–. Y esta falta de reconocimiento muestra cuán profunda es su depravación.

La estrategia del enemigo y el verdadero propósito del sexo

Como hemos constatado tristemente estos días, muchos, o bien no perciben el peligro, o bien lo devalúan o no lo consideran urgente. Pero el Enemigo, por supuesto, no actúa así. Wilhelm Reich escribió: «El proceso sexual de la sociedad siempre ha sido el núcleo de su proceso cultural». Y Engels observó que en cada gran revolución la cuestión del “amor libre” salta al primer plano.

El Enemigo y sus adláteres comprenden la importancia crucial del sexo y, sobre todo, de la concepción que sobre este reside en las mentes de los hombres. Asmodeo y sus ayudantes están siendo tremendamente eficaces en su labor de incitación, mentira y confusión. El amor que invocaban ante Dante, en su morada infernal, Francesca y Paolo (los protagonistas del cuadro que encabeza el artículo), era equívoco; era un instinto animal disfrazado bajo la sagrada palabra “amor", un falso amor, retorcido y aberrante en su objeto (en este caso, a causa de su relación adulterina). Así, lo que invocan en su defensa Francesca y Paolo no es lo mismo que arrastrará a Dante, de la mano de su Beatriz, hasta la visión última del Paraíso; ni nace del Amor que, como origen y final de todo, «mueve al Sol y a las demás estrellas». Se trata de una aviesa utilización de la idea de amor, que solo conserva de él el nombre, y que, habiendo extraviado el rumbo, flota, desordenado y perdido, en una dirección equivocada.

Y es que hemos olvidado lo esencial: que el sexo no es un mero placer egoísta. Su finalidad es fundar familias. El placer sexual es bueno, pero siempre dentro del matrimonio, ordenado principalmente a la procreación, y secundariamente, como remedio de la concupiscencia. Marido y mujer tienen el deber moral y social de mantener una vida sexual sana, porque un matrimonio sólido es la base de la crianza y formación de los hijos.

Y este olvido nos está costando demasiado.

La fuerza del impulso sexual y sus peligros

No se trata pues de algo trivial. El impulso sexual tiene una enorme fuerza perturbadora. La carne es débil. Francis Burton, en su Anatomía de la melancolía, escribe sobre la fuerza tormentosa del sexo desatado y ajeno a la templanza:

«La sabiduría de Salomón se extinguió en el fuego de la lujuria; la fortaleza de Sansón se debilitó; las hijas de Lot olvidaron su piedad; los hijos de Elí, la gravedad del sacerdocio; el respeto por la vejez se perdió en los ancianos que quisieron violar a Susana; Absalón echó a perder el amor filial para con su madrastra; Amnón, el amor fraterno hacia su hermana. Las leyes divinas y humanas, los preceptos, las exhortaciones, el temor de Dios y de los hombres, los recursos honestos y deshonestos, el buen nombre, la fortuna, la vergüenza, la desgracia y el honor no pueden hacer frente a esa pasión, sofocarla o resistirla».

Shakespeare lo describe en su soneto 129 como algo que «despilfarra el aliento», «criminal», «brutal», que en su posesión provoca locura y, tras el gozo, deja desprecio y vacío. «Todo esto el mundo sabe, y nadie sabe modos/de huir de un cielo que a este infierno arroja a todos».

La intensidad única del placer sexual puede trastornarnos si no andamos con tiento. Con excesiva facilidad –basada en su perturbadora intensidad–, el deseo sexual puede volverse irrazonable o desordenado. Esto ocurre cuando el hombre se entrega a él de una manera que frustra sus fines naturales.

Feser, con perspectiva tomista, explica:

«El sexo es extremadamente placentero porque, pese a su enorme costo –la responsabilidad de criar nuevos seres humanos–, la naturaleza nos impulsa a él con fuerza. Además, es el acto que consuma, física y emocionalmente, una relación amorosa, añadiendo una dimensión psicológica muy poderosa».

Sin embargo, permanecemos cegados ante todo esto. Una ceguera que tiene su origen –¡oh, paradoja!– en el mismo vicio que somos incapaces de vislumbrar. La mayor prueba de este ofuscamiento es que el sexo, cuyo fin natural es la generación y crianza de niños, conduce hoy día regularmente a su empobrecimiento físico y psicológico y, lo que es peor, a su asesinato masivo. Esto es inmensamente perverso, tanto como el hecho de que no seamos capaces de verlo.

Pero, el asunto no se detiene en los efectos sobre el individuo aisladamente considerado.

De lo individual a lo colectivo: la “liberación sexual” como control social

No les hablo únicamente de un grave pecado. El asunto, como todos los que afectan al hombre, se transforma a partir de ciertas dimensiones en una cuestión social y, por ende, en una cuestión política.

Quien analice con honestidad los últimos 70 años de “liberación sexual” verá que no ha traído más bienes que males sino todo lo contrario. No es ningún secreto que la lujuria es también una forma de adicción. Ciertos sectores ávidos de poder lo sabían y lo saben, y han explotado y explotan esta situación para su propio beneficio. En otras palabras, la supuesta “libertad sexual” es realmente una forma de control social; genera una nueva forma de esclavitud y ha dado paso a unos nuevos amos.

Por eso, cuando los que “quieren nuestro bien” hablan sin parar en este tema de “libertad”, ello es un claro indicio de que de lo que realmente estamos hablando aquí es de esclavitud moral.

Por supuesto, esto viene de lejos, pudiendo remontarse a la expulsión del Edén; pero su uso político, como modo de control, es más moderno. Quizá sus primeros pasos se encuentren en la Ilustración: si el universo es una máquina cuya fuerza principal es la gravedad, también podría pensarse que el hombre es igualmente una máquina cuya fuerza principal reside en el interés propio y cuyo motor funciona con las pasiones. Y de todas las pasiones –como hemos visto– las sexuales son las más explosivas y poderosas. A partir de ahí, no le fue muy difícil a algunos llegar a la conclusión de que el hombre que controlase esas pasiones controlaría a los demás hombres, como estamos viendo.

Advertencias históricas y profecías

Quizá una de las circunstancias más penosas de este asunto es que nos fue anunciado también hace ya tiempo. Platón, en su República, advierte que el hombre democrático, queriendo no tener amo, acaba rechazando toda forma de ley, y sostiene que todos los placeres son equivalentes y deben ser satisfechos por igual.

Así, la idea de un orden natural de las cosas, que dictamine que ciertos deseos son desordenados y deben ser controlados por la razón, le resulta odiosa e inaceptable a este tipo de hombre. Como resultado, la poesía, la música y el arte en general, al carecer de control, guía o propósito, se corrompen por la falta de gracia, ritmo y armonía. Todo lo cual, según Platón, conduce a una cultura que glorifica la maldad, la intemperancia, la vileza y la fealdad. Un estado de cosas que inflige un grave daño a los ciudadanos, especialmente a los niños y jóvenes, al ir acumulando en sus almas una gran cantidad de maldad y vicio, lo cual corrompe sus sensibilidades morales y su capacidad de argumentación racional.

Pero no hemos hecho caso. Ni siquiera hemos atendido a la mayor de las advertencias: recuerden que en Fátima se nos advirtió muy claramente que el matrimonio y la familia serían el campo de batalla final. Y así nos va…

Para acabar, les dejo con dos párrafos proféticos. Uno que escribió hace unos 200 años Edmund Burke. El otro, el que 100 años después nos dejó Chesterton en su imprescindible El manantial y la ciénaga.

Dice Burke que:

«La sociedad no puede existir a menos que se coloque en algún lugar un poder controlador sobre la voluntad y el apetito; y cuanto menos de ella haya dentro, más debe haber fuera. Está ordenado en la constitución eterna de las cosas que los hombres de mentes intemperantes no pueden ser libres. Sus pasiones forjan sus grilletes».

Y Chesterton, apostilla:

«Ha correspondido a los últimos cristianos, o mejor, a los primeros cristianos enteramente dedicados a blasfemar y negar el cristianismo, el invento de una nueva forma de adoración del sexo, que no es ni siquiera una adoración de la vida. Ha correspondido a los últimos modernistas la proclamación de una religión erótica que, a la vez que exalta la lujuria, prohíbe la fertilidad».

Ahora bien, incluso en un mundo sumido en el vicio de la lujuria, el corazón del hombre puede albergar esperanza. Como dijo San Pablo, donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia, como veremos en algunos ejemplos literarios que pasaré a comentarles en próximas entradas.

41 comentarios

  
Milton
Y ni que hablar de las uniones homosexuales de las cuales los mismos demonios sienten asco al ver a dos personas fornicar.

Muchas gracias por el post
03/07/25 9:17 PM
  
María de África
La lujuria ha existido siempre, pero la consideración social sobre ella no era la misma porque no se promocionaba.
03/07/25 9:59 PM
  
Pampeano
Tal cual lo expone. Y poco o nada se habla a nivel de consagrados en la Iglesia. Y le dejo otro par de citas para su colección: «A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador hará bien en favorecer esta libertad. En colaboración con la libertad de soñar despiertos bajo la influencia de los narcóticos, del cine y de la radio, la libertad sexual ayudará a reconciliar a sus súbditos con la servidumbre que es su destino» Aldous Huxley, en la introducción de Un mundo feliz:
"Las imágenes eróticas en nuestro tiempo son una herramienta de comercio y, por lo tanto, presenta el cuerpo como el foco y el significado del deseo. . . [que inevitablemente conduce] a una marginación, de hecho una especie de profanación, del rostro humano. Y esta profanación del rostro es también una cancelación del sujeto. El sexo en la cultura pornográfica no es una relación entre sujetos, sino una relación entre objetos. The Face of God, Roger Scrutton
03/07/25 10:02 PM
  
DICASTERIO
El placer sexual es bueno, pero siempre dentro del matrimonio, ordenado principalmente a la procreación, y secundariamente, como remedio de la concupiscencia.

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A ver si dejamos de tergiversar la moral catolica establecida en el catecismo mayor. Por favor cíteme donde el magisterio ordinario universal hace distinciones de fines primarios y secundarios. El fin unitivo y procreativo están al mismo nivel. No hay un fin principal y otro secundario, no invente!

Punto 2360:
La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual.

Punto 2361:
“La sexualidad [...] mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal.
Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte” (FC 11).
03/07/25 10:34 PM
  
svernikovski
“Este orden [del matrimonio] ha sido establecido por la inteligencia divina, y no por la voluntad de los hombres; y en este orden, el fin primario del matrimonio es la procreación y la educación de los hijos.” (Casti Connubii, n. 17) Decreto del Santo Oficio del 1 de abril de 1944: «Si puede admitirse la sentencia de algunos modernos que niegan que el fin primario del matrimonio sea la procreación y educación de los hijos, o enseñan que los fines secundarios no están esencialmente subordinados al fin primario, sino que son igualmente principales e independientes», decretaron debía responderse: Negativamente. Pío XII reiteró esta enseñanza en su famoso discurso del 29 de octubre de 1951 a las matronas de la Unión Italiana: “El acto conyugal está ordenado por su naturaleza a la generación de la prole. Este es su fin primario, su razón objetiva de ser.”
04/07/25 12:43 AM
  
Ariel
Para el que niega el fin primario y secundarios: "(...) Hay, pues, tanto en el mismo matrimonio como en el uso del derecho matrimonial, fines secundarios -verbigracia, el auxilio mutuo, el fomento del amor recíproco y la sedación de la concupiscencia-, cuya consecución en manera alguna está vedada a los esposos, siempre que quede a salvo la naturaleza intrínseca del acto y, por ende, su subordinación al fin primario. (...)" (Encíclica Casti Connubii, 22).
04/07/25 12:48 AM
  
Luisfer
"Como resultado, la poesía, la música y el arte en general, al carecer de control, guía o propósito, se corrompen por la falta de gracia, ritmo y armonía."
___________
Afirmación muy discutible, sin base de ningún tipo y que la experiencia desmiente. El arte., por citar un solo ejemplo, cuando se libro del control académico generó las mejores y más originales obras de pintura y escultura. El control nunca, por definición, es bueno para el arte, la guía, suena aberrante! Desde cuándo hay que guiar el arte y quien se auto concede lla superioridad moral de hacerlo!!?
Y el propósito, no significa nada. Hay motivos esperpénticos que han dado obras maestras en la vanguardias y otros muy píos que han dado lugar a bodrios sin ningún valor.
Esa afirmación tan tajante es una opinión que nadie que haya estudiado o simplemente leído sobre arte puede sostener.
04/07/25 2:19 AM
  
DICASTERIO
Ariel y otros,



La autoridad del Catecismo Mayor de la Iglesia Católica está muy por encima de las encíclicas, y discursos varios. Y en el extenso Catecismo Mayor no se habla de fin principal y secundario.
04/07/25 7:06 AM
  
DICASTERIO
Por otro lado:

Inseparables los dos aspectos: unión y procreación

12. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador.

Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nos pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental.



¿Por qué el catecismo Mayor opta porque no se puede poner uno “por debajo”?

Si se absolutiza sólo el fin procreativo, se corre el riesgo de reducir a los esposos a “instrumentos” biológicos, olvidando que el matrimonio es también comunidad de vida y amor.
Si se absolutiza sólo el fin unitivo, se corre el riesgo de convertir la sexualidad en mera búsqueda de placer o afecto, cerrándose al don de la vida.

Como ejemplo, el desafortunado y vergonzoso tuit que puso un dirigente de vox afirmano que la sexualidad es unicamente para tener hijos.
04/07/25 7:15 AM
  
DICASTERIO
La cita anterios del punto nº12 es de

CARTA ENCÍCLICA

HUMANAE VITAE

DE S. S. PABLO VI


A LOS VENERABLES HERMANOS LOS PATRIARCAS,
ARZOBISPOS, OBISPOS Y DEMÁS ORDINARIOS DE LUGAR
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA,
AL CLERO Y A LOS FIELES DEL ORBE CATÓLICO
Y A TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD,
SOBRE LA REGULACIÓN DE LA NATALIDAD
04/07/25 7:16 AM
  
DICASTERIO
A los amigos que insisten en que “el fin procreativo es el primordial”, incluso por encima del unitivo, conviene recordarles —con cariño, pero también con precisión— que el Catecismo de la Iglesia y Humanae Vitae nos enseñan que ambos fines son esenciales e inseparables, no jerárquicos como si uno fuera el presidente y el otro un becario.

Si uno fuera “primordial” en el sentido de que el otro es accidental, entonces la mayoría de los actos conyugales a lo largo de un matrimonio serían poco menos que inútiles… porque —¡sorpresa!— Dios en su infinita sabiduría diseñó la fertilidad femenina para que la gran mayoría de los días del ciclo NO sean fecundos. Y no contento con eso, la naturaleza misma prolonga esta etapa no-fecunda durante el embarazo, la lactancia, la perimenopausia y, finalmente, la menopausia a partir de los cincuenta y tantos.

Así que si el fin procreativo fuera “el único que cuenta o el primordial”, el matrimonio sería una especie de granja de cría con largos meses (o años) de “descanso improductivo”, lo cual es absurdo y contrario a la antropología cristiana. En cambio, el fin unitivo —que no depende del calendario ni del test de ovulación— sostiene la comunión espiritual y corporal de los esposos todos los días de su vida juntos, incluso cuando la biología ya no “produce”. Por eso la Iglesia en el magist ordinario universal enseña que el acto conyugal sigue siendo valioso, santo y fecundo en el amor, aunque no pueda ya ser fecundo en hijos.


Así que, por favor, no reduzcan el matrimonio cristiano a un laboratorio de fertilidad; el amor conyugal unitivo es precisamente lo que hace que esa unión sea humana, sacramental y duradera, y el signo visible de la comunión de Cristo con su Iglesia. El hecho de que la fertilidad biológica tenga ventanas tan pequeñas y el amor unitivo siga siendo obligatorio todos los días, es el mejor argumento de que ambos fines están al mismo nivel de importancia y dignidad, y no uno subordinado al otro.

Así que, en resumen: menos obsesión con contar los días fértiles y más gratitud por el misterio del amor que une, aunque el calendario marque “no disponible”. Porque para Dios, el amor de los esposos nunca está fuera de servicio.



Conclusión, El Catecismo MAyor y San PAblo Vi pusieron las cosas en siu sitio.
04/07/25 7:23 AM
  
jacta est
svernikovski




Vamos a aclararlo con precisión teológica e histórica, porque es una duda que surge a menudo por no contextualizar correctamente el lenguaje y los documentos.

1. El decreto del Santo Oficio de tiempos de Pío XII.

Es cierto que en un decreto del 1944 (y otras intervenciones semejantes de esa época), el Santo Oficio censura como modernistas o erróneos a quienes contraponen o separan los dos fines del matrimonio —el procreativo y el unitivo— como si uno pudiera perseguirse excluyendo el otro o como si fueran fines absolutamente independientes.
En aquel contexto, había ciertas corrientes (incluso dentro de teólogos católicos “modernizantes”) que afirmaban que el matrimonio estaba justificado incluso despreciando y rechazando el fin procreativo, o poniendo el unitivo como único fin primario, negando el orden natural de la fecundidad.

Por eso la Iglesia insistió entonces en que la procreación era esencial y no podía ser ignorada ni subordinada a una visión romántica o puramente sentimental del matrimonio.

2. Lo que hace Humanae Vitae y el Catecismo de Juan Pablo II no estableciendo jerarquías y poniendo ambos elementos como esenciales al mismo nivel.

Ni Humanae Vitae (1968) ni el Catecismo (1992) son modernistas, ni contradicen a Pío XII. Lo que hacen es expresar con mayor riqueza teológica y antropológica la enseñanza perenne de la Iglesia.
Subrayan que los dos fines son inseparables y que uno no es jerárquicamente “superior” en el sentido de que el otro pueda ser despreciado o convertido en accidental.
Esto no significa que la procreación deje de ser esencial, sino que el amor unitivo también lo es, y que ambos están en el designio divino de manera coordinada, en una sola realidad que no se puede dividir.

3. ¿Por qué no hay contradicción?

Pío XII y los documentos previos corregían errores reales de su tiempo: minimizar o negar el fin procreativo.
Humanae Vitae y el Catecismo responden a otros errores del suyo: considerar el matrimonio como simple “compañerismo” romántico, prescindiendo de la apertura a la vida, o reduciéndolo a biología sin reconocer el amor humano.

En otras palabras: lo que antes se formulaba como “primacía del fin procreativo” era una forma de proteger esa dimensión frente a abusos; pero la doctrina siempre sostuvo que ambos fines son esenciales e inseparables. Juan Pablo II lo explica con una mayor finura, no contradiciendo a Pío XII, sino desarrollando su enseñanza a la luz de la pastoral y los desafíos modernos.

Conclusión:
El Catecismo y Humanae Vitae no son modernistas, sino fieles al Magisterio constante, con un lenguaje más adecuado para el mundo actual.
Si alguien lee el decreto del Santo Oficio sin contexto, puede malinterpretar que condena lo que hoy enseñan el Catecismo y Humanae Vitae, pero la clave está en ver la intención de fondo: ambos fines son esenciales y no se pueden oponer ni separar.




POST DAta.- En la época de Pio XII empezaban los condones a circular y la marcha atras o el onanismo se practicaba.

— Había condones (pero eran caros, incómodos y moralmente mal vistos por los católicos).
— La píldora no existía.
— El onanismo y el coitus interruptus eran las formas más usadas de limitar los nacimientos.
— La Iglesia insistía mucho en la apertura a la vida precisamente porque el recurso a esos métodos era generalizado y clandestino.

Ah!! Importantísimo!! Y no se conocían los métodos naturales, ni había posibilidad de formar masivamente a los fieles; cosa que ahora no pasa.
04/07/25 7:38 AM
  
Jordán
Ariel y svernikovski


Hay quienes, en vez de leer el magisterio con la serenidad de quien contempla un vitral completo, se comportan como si tuvieran una Kaláshnikov teológica: disparan versículos sueltos, frases de discursos a matronas de 1951 y párrafos arrancados de encíclicas con la misma delicadeza con la que un turista arranca pétalos de una rosa. No importa si el contexto social, histórico y pastoral de aquella cita ya no existe, ni si un magisterio posterior, más profundo y clarificador, ha matizado o superado aquel punto: lo importante para ellos es disparar.

Así convierten la doctrina en un campo de batalla donde el que no se pone a cubierto tras las trincheras de su exégesis sesgada, automáticamente pasa a ser “modernista”. Con esa lógica kaláshnikov, hasta San Juan Pablo II o Benedicto XVI acabarían en el paredón por no comulgar con su obtusa munición.

Lo triste, y aquí es donde ya no hace gracia, es que en el proceso no sólo hacen el ridículo ante quien conoce la doctrina y la ama con inteligencia, sino que terminan hiriendo la comunión eclesial y escandalizando a los sencillos. En vez de custodios del tesoro, se convierten en guardias de un museo lleno de armas oxidadas.

Y uno, viendo tanto fuego cruzado y tan poca luz, se pregunta: ¿de verdad es tan difícil leer las fuentes completas, respirar hondo y dejar de disparar con la primera cita que encuentran? Porque el depósito de la fe no es un polvorín, señores, es un jardín. Y si uno no sabe distinguir entre un rosal y una granada, mejor que suelte la Kaláshnikov y se ponga a leer un poco más.
04/07/25 7:49 AM
  
Gonzalo GY
Brillante y muy pertinente.

Gracias.
04/07/25 8:44 AM
  
jacta est
Me he parado a hacer las cuentas por mí mismo, con lápiz, papel… y un poco de sentido común.

Supongamos un matrimonio típico hoy día: se casan con 32 años —como suele ser habitual en nuestra época— y viven juntos hasta los 87. Eso nos da 55 años de vida matrimonial.

De esos 55 años, ¿cuántos son realmente fértiles para la mujer? Pongamos que la fertilidad femenina a pleno rendimiento va aproximadamente hasta los 50 (siendo generosos). Así que tenemos 18 años de potencial fertilidad (de los 32 a los 50). Pero ojo, en esos 18 años solo hay unos 5-6 días fértiles al mes (la famosa “ventana fértil”). Traducido al año: 6 días × 12 meses = 72 días fértiles al año. El año tiene 365 días, así que 72/365 ≈ 19,7% del tiempo al año es fértil.

Ahora multiplicamos esos 18 años fértiles por ese porcentaje:
18 años × 0,197 ≈ 3,55 años realmente fértiles.

Así que en un matrimonio que dura 55 años, la mujer es biológicamente fértil —es decir, con posibilidad de procrear— apenas 3 años y medio en total. Eso es alrededor del 6,5% de toda la vida matrimonial.

El resto, queridos amigos del dogma mal digerido, ese otro 93,5% del tiempo, la relación conyugal es unitiva, expresiva de amor, de comunión, de entrega… porque así lo ha querido Dios. Si Dios hubiera querido que el fin procreativo fuera el primordial, habría hecho a la mujer fértil todo el tiempo, como las gallinas, o habría suprimido la menopausia. Pero no lo hizo. Porque para Él, el amor conyugal no es un simple mecanismo para producir crías, sino un sacramento que refleja Su amor fiel y total.

Y ahora, con los números sobre la mesa, permítanme un pequeño speech final, ya sin tapujos:
¿De verdad vamos a seguir rebajando el sublime acto matrimonial a un trámite biológico que solo sirve cuando la mujer ovula? ¿De verdad vamos a relegar el fin unitivo —que sostiene y embellece todos esos años de infertilidad biológica— a una especie de accesorio? La vida matrimonial no es una granja, ni un calendario de ovulaciones, ni un campo de batalla de dogmas mal entendidos. Es un misterio de amor donde lo unitivo y lo procreativo son dos alas del mismo vuelo. Y cuando uno olvida una de las alas, el matrimonio no vuela: se estrella.

Así que, por favor, basta ya de reducir el sacramento al 6,5% de días fértiles y de insultar a Dios sugiriendo que el 93,5% restante carece de sentido porque el fin "principal" se esfumó. Quien no lo vea así, ni sabe de biología, ni de teología… ni de amor.

04/07/25 9:37 AM
  
Antonio Espíldora García
DICASTERIO: hasta 1983 el Código de Derecho Canónico (recogiendo, no creando, la tradición milenaria de la Iglesia) decía: «Can. 1013. § 1. Matrimonii finis primarius est procreatio atque educatio prolis; secundarius mutuum adiutorium et remedium concupiscentiae» (El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole; el secundario, la ayuda mutua y el remedio de la concupiscencia). Esta es la enseñanza milenaria de la Iglesia. Hasta el año 1983, en el que se publicó el nuevo Código de Derecho Canónico que dice: «1055 § 1. La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.»
Es muy recientemente, por tanto, cuando se ha optado por no jerarquizar los fines (aunque se nombra primero «el bien de los cónyuges», expresión bastante genérica). No jerarquizar al menos en teoría, porque la sensibilidad reinante en la sociedad actual ha llevado a muchos pastores, en la práctica, a destacar y ensalzar como principal (si no como exclusivo, al silenciar el otro) el amor entre los esposos y la ayuda mutua. Resultado: la mayoría de los matrimonios de bautizados casi no tienen hijos, por un lado; y cualquier cosa puede ser llamada matrimonio mientras haya «amor» y ayuda mutua entre ellos, por otro.
04/07/25 9:45 AM
  
DICASTERIO
Antonio

«1055 § 1. La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.»

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Correcto, esa cita coloca en primer lugar el bien de los esposos y a continuación la generación. Y el bien de los esposos depende en gran medida de una sana unión intima conyugal, tal y como afirma el Catecismo Mayor:

Punto 2360:
La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, la intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual.


¿Lo ve ya? Primero está el bien de los esposos, y es lógico porque en una vida matrimonial, como se ha dicho en otro comentario, más del 90% del tiempo ES TIEMPO INFÉRTIL !! Es decir que en el 90% del tiempo que dura el matrimonio, el único fin que actúa y si se hace bien alimenta la comunión espiritual, es la dimensión UNITIVA del acto conyugal.
04/07/25 9:57 AM
  
Antonio Espíldora García
Personalmente, no confiaría en una Iglesia que hubiera estado equivocada durante 1982 años.
04/07/25 10:04 AM
  
DICASTERIO
Antonio Espíldora García
Personalmente, no confiaría en una Iglesia que hubiera estado equivocada durante 1982 años.
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Es decir que usted parece no confiar en el Catecismo mayor ni en el numero 12 de humanae vitae de san Pablo VI.

Para ponerlo claro: si ustedes creen que el magisterio moral del Papa y del colegio apostólico, formulado en el Catecismo y en Humanae Vitae, es “modernista”, tengan la honestidad de decirlo abiertamente y dejar de jugar a las escondidas. No escondan su cisma detrás de un latín mal digerido ni de una nostalgia rancia por una Iglesia que sólo existió en su imaginación.

Que ustedes sigan creyendo que el fin procreativo es «el único» y que el unitivo es casi un accidente decorativo es tan obtuso como los que en su tiempo atacaban a Pío IX por proclamar la Inmaculada Concepción porque “no estaba en el Concilio de Trento”. Es exactamente la misma enfermedad: la incapacidad para aceptar que la Iglesia, guiada por el Espíritu Santo, sabe enseñar cuándo y cómo formular su doctrina con más precisión y profundidad.

Además, su “metodología” es digna de una tragicomedia: citar frases sin contexto, sin tener en cuenta las circunstancias históricas, sociales y culturales de cada documento, para así “probar” que todos los papas desde Juan XXIII hasta hoy son modernistas. Eso no es celo doctrinal, eso es fundamentalismo miope, que hace un daño enorme a la Iglesia y escandaliza a los fieles sencillos, sobre todo a las almas consagradas que leen estos blogs en el silencio de su celda y se turban con sus invectivas.


PD.- En la cita que usted mismo menciona, el bien de los esposos está remarcado antes de mencionar la procreación.
04/07/25 10:10 AM
  
jacta est
Antonio Espíldora García
Personalmente, no confiaría en una Iglesia que hubiera estado equivocada durante 1982 años.

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Miente, falsea y tergiversa en ese torticero comentario.

Intenta dar a entender que lo que establece el codigo que usted cita hubiera estado vigente 1982 años cuando en realidad es el Código de 1917 constaba de 2414 cánones y fue promulgado por el papa Benedicto XV.


Una herejía para funcionar bien necesita herejes inteligentes, perspicaces, formados, menos flojos. Sacúdase esa pátina de filolefebvrista vago antes de que acabe usted peor.
04/07/25 10:21 AM
  
Jordán
Antonio

El texto que cita del código no hace sino reforzar lo establecido en el catecismo Mayor y en la humanae vitae

El canon 1055 §1 del Código de Derecho Canónico de 1917 dice: «La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados». Esta formulación reconoce claramente que el matrimonio tiene dos fines esenciales: el bien de los cónyuges y la generación y educación de los hijos. Ambos están inscritos en la naturaleza del matrimonio, no como si uno fuera accesorio y el otro fundamental, sino como dos dimensiones que se reclaman mutuamente y forman parte del mismo designio divino.

Es significativo que el canon mencione primero el bien de los esposos, lo que muestra ya una conciencia de que la comunión espiritual, afectiva y física entre ellos no es meramente un medio para la procreación, sino un fin en sí mismo, una expresión del amor de Cristo por su Iglesia. Este planteamiento, lejos de contradecir el Catecismo de San Juan Pablo II o Humanae Vitae de San Pablo VI, los anticipa y los refuerza: ambos documentos también enseñan que el fin unitivo y el procreativo son esenciales y complementarios, sin jerarquía entre ellos.

Además, es lógico y teológicamente coherente afirmar que para que los hijos puedan ser concebidos, educados y crecer en un ambiente verdaderamente cristiano, es imprescindible que los esposos cultiven primero su propio vínculo unitivo. Si la relación conyugal se vive en tensión, indiferencia o mera rutina al servicio de la procreación, difícilmente podrá ofrecer un entorno sano y estable para los hijos. La estabilidad emocional y espiritual de los esposos es la base sobre la que se edifica el bien de la prole.

En conclusión, lejos de sostener que el fin procreativo es el único o el primordial, el canon del Código de 1917 ya señala que el bien de los esposos no sólo es esencial por sí mismo, sino que es la condición de posibilidad para la adecuada educación y estabilidad de los hijos. Esta formulación no contradice, sino que armoniza perfectamente con la doctrina posterior y más explícita del Catecismo y de Humanae Vitae, mostrando que la Iglesia siempre ha reconocido ambos fines como esenciales y mutuamente dependientes en el plan de Dios.

04/07/25 10:42 AM
  
Antonio Espíldora García
Jacta est: Como digo en mi comentario, el código de 1917 no crea las normas, sino que las recopila, como ocurre en todo el movimiento de la codificación en el ámbito civil también. La doctrina es igual en santo Tomás de Aquino, en san Agustín y en cualquier autor o papa anterior.

Jordán: Creo que ha leído usted mal. El código de 1917, en su canon 1113 (recogiendo, como digo, toda la tradición anterior), dice que el fin primario es la procreación y educación de la prole. El canon 1055 que cito es precisamente la redacción del código de 1983, que es el que por primera vez deja de distinguir entre fin primario y secundario. Su conclusión de que «lejos de sostener que el fin procreativo es el único o el primordial, el canon del Código de 1917 ya señala que el bien de los esposos no sólo es esencial por sí mismo, sino que es la condición de posibilidad para la adecuada educación y estabilidad de los hijos» procede del atribuir al código de 1917 lo que en realidad dice el de 1983. En todo caso, lo que pretendo decir es que es normal que el autor del artículo realice esta distinción milenaria entre fin primario y secundario. Porque la falta de distinción entre fin primario y secundario es de hace 50 años. Y digo además que el olvido práctico del que ha sido considerado durante más de mil años el fin primario, ha tenido como resultado que los matrimonios dejen de tener hijos y que se llame matrimonio a cualquier cosas que alegue «amor» y ayuda mutua. Añado ahora como efecto nocivo la consideración tan extendida hoy de que si «se acaba el amor» se pone fin al matrimonio.
04/07/25 10:59 AM
  
DICASTERIO
Antonio,

¿Desconfía usted del Catecismo Mayor de San Juan PAblo II y del nº12 de la humanae vitae ?


SI o NO
04/07/25 11:04 AM
  
Antonio Espíldora García
¡Qué tontería! ¿Cómo voy a desconfiar del catecismo?
Desconfío de usted. Es usted el que pretende hacerme decir que el único fin del matrimonio es la procreación. La tradición de la Iglesia consideró durante más de mil años que era oportuna la distinción entre fin primario y secundario. Y la recientísima codificación jurídica y catequética considera que es oportuna la no distinción. Amén.
Eso no quita para que dentro de otros 50 años se pueda vuelva a considerar oportuno (o no) resaltar la existencia de fines primarios y secundarios. Pero los efectos están ahí.
Si usted funda un club de tenis, el fin primario de esta institución será jugar al tenis. Evidentemente, si funda un club es porque además de jugar al tenis (que podría hacerlo por su cuenta) quiere relacionarse, convivir, organizar fiestas, lo que sea. La convivencia, la fraternidad, las relaciones entre los miembros del club son importantísimas. Pero si llena usted las pistas de tenis de sillones para conversar entre ustedes, mesas para comer, escenarios para celebrar fiestas que terminen por impedir jugar al tenis, eso habrá dejado de ser un club de tenis. Porque dejará de estar «diseñado» para jugar al tenis. Que esté diseñado para jugar al tenis (su fin primario) es lo que le distingue de un club de fumadores, de un club social o de un club de amigos de las cucurbetáceas. En ese sentido, el matrimonio está «ordenado» a la procreación y educación de la prole primariamente, porque es lo que distingue a esta institución de otras que también pueden buscar el bien de sus miembros o la ayuda mutua entre ellos. Esta «diseñado» como el lugar natural en el que los hijos se acojan y se los eduque. Otras instituciones pueden educar a los hijos, pueden acogerlos, pueden ayudarlos, pueden sus miembros ayudarse entre sí. Pero el lugar por excelencia, si se puede, para que los hijos vengan a las existencia y se los eduque y críe es el matrimonio.
04/07/25 11:31 AM
  
Jordán
Antonio

Porque la falta de distinción entre fin primario y secundario es de hace 50 años. Y digo además que el olvido práctico del que ha sido considerado durante más de mil años el fin primario

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¿No será que antiguamente no se comprendía que, durante la vida matrimonial, la mujer sólo es fértil aproximadamente un 10% del tiempo? ¿Y acaso no es también cierto que para criar a los hijos en un ambiente saludable es indispensable la plena unión espiritual de los esposos, donde la dimensión unitiva de la intimidad conyugal juega un papel fundamental?


04/07/25 11:31 AM
  
Jordán
Antonio el tenista


Tu argumento se desploma por una razón sencilla: las pistas del matrimonio no son sólo para procrear, sino para amar; y si llenas esas “pistas” de cariño, de ternura, de intimidad, de apoyo mutuo y hasta de sillones para conversar y mesas para comer juntos, no has dejado de ser matrimonio, sino que has entendido de qué va realmente el juego. En cambio, si conviertes el matrimonio en una mera fábrica de hijos y cuando ya no hay posibilidad biológica de tener más te dedicas a cerrar las puertas de la intimidad y a guardar las raquetas, lo que has dejado de practicar ya no es el tenis… sino el amor conyugal.

El matrimonio está “diseñado” para el bien de los esposos y para la generación y educación de los hijos juntos, porque ningún niño florece en una pista fría donde sólo importa cuántas pelotas entran en la cancha. Y una vez que no hay pelotas que golpear, si no queda nada más que polvo y silencio, entonces lo que fracasó fue tu comprensión del matrimonio, no el diseño de Dios.
04/07/25 11:39 AM
  
DICASTERIO
antonio espíldora garcía

Si usted funda un club de tenis

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Antonio, confieso que tu metáfora del club de tenis es tan creativa que casi me dan ganas de aplaudir… pero sólo casi, porque es pésima. De hecho, si uno analiza tu argumento, lo único que demuestras es que no has entendido ni el matrimonio ni el tenis.

En primer lugar, el matrimonio no es un club fundado para «jugar al tenis» de manera obsesiva hasta que las pistas se agoten y las raquetas se rompan. Más bien parece —siguiendo tu propio ejemplo— que es un club donde, efectivamente, se juega al tenis cuando es posible, pero donde los socios saben que lo esencial es la relación entre ellos: la camaradería, la amistad, la fidelidad, la alegría de estar juntos. Porque en el matrimonio, como en la vida, llega un momento en que las piernas ya no corren y las pelotas dejan de entrar en la pista, pero los socios siguen siendo socios y el club sigue teniendo sentido.

Así que, si tú fundas un club y decides que en cuanto los jugadores envejezcan, o un socio se lesione, o la pista esté mojada, ya no merece la pena ni reunirse ni mirarse a la cara, entonces no has fundado un club de tenis: has fundado una tiranía absurda con pelotas. El matrimonio no es un campeonato de fertilidad, Antonio; es un viaje de dos, donde el amor unitivo sostiene y da sentido a la convivencia, incluso —y sobre todo— cuando ya no hay “puntos” que anotar en el marcador. No lo olvides: en el verdadero matrimonio, hasta cuando se cierran las pistas, el club sigue lleno de vida.
04/07/25 12:19 PM
  
Luis
El sexo nos coloca a todos en el mismo plano zoológico, sea pareja de hecho, arrejuntados, casados, etc. Todas las discusiones interminables vienen de no querer aceptar ese hecho. Por eso antes para Iglesia el fin principal era la reproducción y lo demás era coartada intelectual.
La muerte también nos coloca a todos al mismo nivel biológico mortal, aunque a diferencia del sexo, según lo que hayamos sembrado en nuestra vida, recogeremos .
04/07/25 12:23 PM
  
Audere est facere.
Antonio McEnroe, escucha,

Durante siglos, en la Iglesia se sostuvo —incluso con el respaldo de gigantes como Santo Tomás de Aquino— que el alma humana era infundida por Dios no en el momento de la concepción, sino semanas o meses después, cuando, según el limitado conocimiento biológico de la época, el embrión estaba lo bastante “formado” para ser “persona”. Hoy, gracias a la embriología y a la luz de la fe bien informada, sabemos que la vida humana comienza desde la concepción y que es entonces cuando Dios infunde el alma. Seguir defendiendo la tesis medieval sería tanto como contradecir lo que Dios nos ha permitido descubrir a través de la razón y la ciencia; sería casi una afrenta, disfrazada de piedad, a la verdad y a la Providencia.

Algo análogo sucede con el matrimonio. Durante siglos, sin comprender a fondo la biología femenina, se ponía casi toda la atención en la finalidad procreativa del matrimonio, considerando lo unitivo como un agradable accesorio subordinado. Sin embargo, ahora sabemos —y con datos claros— que la mujer es biológicamente fértil aproximadamente un 10% del tiempo de su vida matrimonial, mientras que el vínculo espiritual y unitivo de los esposos existe, actúa y sostiene la comunión durante el 100% del tiempo. ¿Tiene sentido sostener que el fin procreativo es “primordial” cuando la misma biología nos grita que la unión de los esposos no se suspende, ni se apaga, ni pierde sentido en los amplísimos períodos en que no hay fertilidad?

Por eso el Catecismo de la Iglesia Católica, lejos de claudicar o “modernizarse” por capricho, ha puesto las cosas en su sitio con equilibrio y sabiduría: ha reconocido explícitamente que ambas dimensiones —la procreativa y la unitiva— son esenciales, sin establecer una jerarquía que traicionaría tanto a la biología como a la teología del amor. Y es que Dios, en su infinita delicadeza, ha diseñado el matrimonio no sólo como un taller de hijos, sino como un icono de su amor fiel y constante, que no cesa ni disminuye, incluso cuando no hay fruto biológico.

Pretender hoy que el fin procreativo es siempre principal, y lo unitivo siempre secundario, es tan inadecuado como insistir en que el alma humana sólo aparece en el tercer mes de gestación: no sólo es erróneo, sino una falta de gratitud por los dones de razón y conocimiento que Dios ha querido regalarnos.

04/07/25 12:45 PM
  
Ariel
Aclaración para los confundidos de la vida: que el fin sea primario NO QUIERE DECIR que sea el único: precisamente están los secundarios, más vinculados a consecuencias del pecado original. El primario es la razón de ser última de la institución (no existiría matrimonio si no fuera necesario perpetuar la especie). Es verdad, sí, que son fines inseparables, pero subordinados. La doctrina de la Iglesia NO PUEDE cambiar. La doctrina tradicional habló siempre del fin primario y los fines secundarios. El Magisterio posconciliar no niega en ningún momento la jerarquía de los fines, de manera tal que debe interpretárselo a la luz de la Tradición.
04/07/25 5:22 PM
  
jacta est
Ariel.
No es doctrina inmutable y perenne lo que usted quiere hacer parecer que si lo es. Miente. Deforma, engaña. No sabe usted distinguir entre la Tradición con T y con t
04/07/25 6:32 PM
  
jacta est
Ariel, con toda franqueza y respeto, conviene que leas con calma el Codex Iuris Canonici actual, que no por casualidad comienza diciendo que «la alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, está ordenada por su misma índole natural al bien de los esposos y a la generación y educación de la prole». Y ese orden no es caprichoso: porque si no existe primero ese bien de los esposos, si la convivencia se vuelve tormentosa, la relación se envenena y se convierte en una cárcel emocional, entonces el matrimonio deja de ser esa cuna digna donde los hijos puedan crecer y ser educados en amor. Tanto es así que incluso la Iglesia, prudentemente, prevé y permite la separación cuando el bien de las personas lo requiere.

Por eso, Ariel, no pretendas convertir en «doctrina perenne» lo que no lo es, ni uses la palabra Tradición como un cajón de sastre para meter en ella cualquier nostalgia personal, prejuicio ideológico o filolefebvrismo recalentado. Ya estamos francamente cansados de ese lenguaje de manual, que además de confundir a los fieles, desfigura la enseñanza de la Iglesia y banaliza la verdadera Tradición. La Tradición no se improvisa, no es una consigna política, ni una bandera para pelear contra el Magisterio vivo. Así que, si de verdad amas la Iglesia, honra también su enseñanza actual, y no la contraries con caricaturas del pasado.
04/07/25 6:42 PM
  
DICASTERIO
Ariel, el punto 83 del Catecismo trata sobre Tradicion y tradiciones "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales, y dice asi:

83. Es preciso distinguir de ella ( de la tradicion con T mayuscula) las "tradiciones" teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Estas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia.

Esto punto forma parte de la parte expresa de Fe del Catecismo Mayor por lo que en virtud de Lumen gentium nº25 es INFALIBLE.



Miente usted en afirmar que la Iglesia ahora no pueda establecer los dos fines matrimoniales como igualmente esenciales, ya que es una tradicion teológica.

Lo que durante siglos afirmaron muchos teólogos y documentos —que el fin primordial del matrimonio era la procreación y el fin unitivo quedaba como secundario— es una tradición teológica, con minúscula, es decir: una conclusión doctrinal, interpretativa, que se elaboró en un determinado contexto cultural, jurídico y pastoral, sobre una base de principios evangélicos, pero no es en sí misma un dogma ni forma parte de la Tradición divina con mayúscula.

Por tanto: sí, esa forma concreta de expresar las prioridades puede cambiar (y de hecho ha cambiado) conforme la Iglesia va profundizando en la Revelación y en la dignidad integral de la persona humana. Así lo hizo explícito Gaudium et spes (n. 50) en el Concilio Vaticano II, donde por primera vez en un documento conciliar se puso en el mismo plano la dimensión unitiva y la procreativa como dos bienes esenciales e inseparables del matrimonio. Después lo recogió y consolidó la Humanae vitae y el Catecismo de Juan Pablo II.

Por tanto, no es correcto decir que la primacía del fin procreativo sea «Tradición con T mayúscula», porque esa T mayúscula está reservada para las verdades reveladas directamente por Dios y transmitidas por la Iglesia como definitivas. En este caso estamos hablando de un desarrollo doctrinal que, como muchos otros, se va precisando y ajustando a la luz de la fe y de una comprensión más rica del ser humano.

Así que, en resumen: la afirmación anterior de la «primacía» de la procreación era una interpretación teológica tradicional, respetable en su contexto histórico, pero no es inmutable ni vinculante como verdad revelada. Por eso la Iglesia ha podido —y con sabiduría ha sabido— formular hoy una visión más equilibrada y plena del matrimonio, sin contradecir la Revelación, sino profundizando en ella



DEJE DE MENTIR
04/07/25 7:07 PM
  
Mariano (Argentina)
Felicitaciones al autor, porque realmente es difícil decir esto mejor, y con un poder de síntesis admirable.

Respecto a las intervenciones crecientes y reiterativas de DICASTERIO y sus adláteres, creo que su modus operandi va configurando ya el perfil de un verdadero Troll. Advierto a los moderadores de Infocatólica. Ingresan a todos los blogs, a todas las noticias, con un único objetivo. Defender su decadente y, ya en proceso de extinción, visión eclesial conciliar. Muchos, muchísimos, ya nos dimos cuenta hace décadas de por dónde venía la mano. Ud. piensa que por citar al Catecismo del 92 el asunto ya está cerrado? Cree que estamos en los años '90? Ha pasado mucha agua bajo el puente.
04/07/25 7:58 PM
  
Ariel
Estimados CHARLATASTERIO y demás compañeros de ruta modernista: ES doctrina perenne. Estamos hablando de la enseñanza de la Iglesia Católica nada menos que sobre el sentido y finalidades de uno de los 7 sacramentos. La diferencia es que, si bien me hubiera gustado más precisión y claridad, yo no impugno la enseñanza posconciliar, simplemente la interpreto a la luz del Magisterio precedente (que enseña lo que surge de las Sagradas Escrituras y la Tradición Apostólica). Por el contrario, ustedes creen que, o bien los Pontífices anteriores se equivocaron, o bien tuvieron razón en su momento y ya no la tienen más; como si la razón de ser de uno de los sacramentos fuera modificándose según la década o el siglo de la Historia. Absurdo. Se hace referencia por allí a "interpretación teológica": los que hacen una interpretación antojadiza del Magisterio tradicional son ustedes. Finalmente, puesto que el catecismo es un compendio donde conviven enseñanzas de distinto valor, pretender invocar genéricamente "el catecismo" para cerrar el debate es, o bien la respuesta de un ignorante, o la de un manipulador que considera que lo es su interlocutor. Suerte con su concepción evolutiva de la enseñanza de la Iglesia. Fin del intercambio.






Con este acertado comentario de Ariel cierro los comentarios. Advierto que borraré cualquier comentario posterior a este, sea cual sea su orientación o contenido.

Miguel Sanmartin Fenollera
04/07/25 8:49 PM
  
Wenceslao Smith


Disculpe Wenceslao, pero me veo obligado a borrar su comentario (lo haré antes de publicar estas palabras), lo mismo que el que ha publicado después. Cómo deben saber los que deseen intervenir, sus comentarios han de tener relación con el tema del post. Lo contrario convierte el blog en un cajón de sastre desordenado y anárquico. Su consulta deberá hacerla pues en otro ámbito. Un cordial saludo.

Miguel Sanmartin Fenollera
04/07/25 10:08 PM
  
Jaume
creced y multiplicaos, del Génesis. No es un imperativo, es un deseo.
Un gran error ha sido y es creeer que Dios manda, obliga, etc, cuando lo que dice es que Dios los bendijo para que fueran fértiles. Dios bendice a la pareja, no obliga. Al principio no tenía sentido no querer hijos, el mundo estaba vacío y hacía falta poblarlo.
06/07/25 10:20 AM
  
Haddock.
El impulso sexual está fundamentalmente para le reproducción, aunque también para la manifestación afectiva. Punto pelota.
He visto en quirófano a guapas con el colon extraido mientras les amputan un tumor, y más cosas que no voy a comentar.
Curiosamente esas imágenes dan asco a los más lujuriosos.
Si nuestra piel fuera trasparente, no existirían las relaciones sexuales.

06/07/25 5:12 PM
  
MAÑICO
Basta observar el comportamiento animal: en ciervos, perros o cualquiera de las especies, el macho enloquece cuando la hembra entra en celo, y en cuanto ella deja de estarlo, el interés desaparece por completo, como quien apaga un interruptor. En cambio, en la especie humana el deseo no se limita a un breve periodo fértil de 6 dias al mes; persiste más allá de los ciclos y acompaña la relación en todas las estaciones de la vida. Esto sugiere que Dios quiso en la sexualidad algo más profundo: una vía de comunión y crecimiento espiritual para los esposos, siempre que la relación no se rebaje a una vulgar “película casera X” y se mantenga en el contexto del amor y del don mutuo.

Pero, por fortuna, somos algo más que venados en celo o canes en la plaza del barrio: el hombre fue creado con corazón y razón para que el deseo sea no sólo un mecanismo biológico, sino también una escuela de ternura, paciencia y entrega. En resumen: Dios no nos diseñó para apagarnos con el celo… sino para encendernos con el amor.

En el ser humano el impulso sexual va mucho más allá de lo reproductivo.
06/07/25 7:41 PM
  
Audere est facere
En efecto, es muy ilustrativa la comparación con los animales: en ellos el deseo se enciende y se apaga al compás del ciclo biológico, como obedeciendo a un reloj sin voluntad propia. En la especie humana, en cambio, la realidad es radicalmente distinta y mucho más rica: el deseo no sólo no se limita a esos breves días fértiles, sino que incluso durante ellos tanto el hombre como la mujer pueden no experimentar ninguna inclinación a unirse.

Este dato revela con claridad que en el ser humano la sexualidad no es meramente un instinto al servicio de la especie, sino una dimensión más profunda, tejida de libertad, afecto, circunstancias personales, y también de estados del alma. Más que un interruptor biológico, el deseo humano es una llama que dialoga con la razón y el corazón, y no pocas veces decide esperar, apagarse o encenderse por motivos que están muy por encima de la simple química.
07/07/25 12:22 AM
  
DRS
Se citan textos del filósofo Edward Feser pero no se dan sus fuentes. ¿Podría proveer las fuentes?
07/07/25 6:43 AM

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