Capitanes intrépidos o las bondades del patriarcado

                      
              «La advertencia de la niebla». Obra de Winslow Homer (1836-1910).

 

 

«Debo volver a los mares de nuevo, 

A la errante vida gitana,

A la manera de la gaviota y la ballena, 

Donde el viento es como un cuchillo afilado;

Y todo lo que pido es una alegre historia 

Junto a un compañero de aventuras».

 

John Masefield 

 

 

 

El argumento de la novela de Rudyard Kipling Capitanes Intrépidos (1896), puede ser resumido en unas breves frases, como las usadas en su día por la mítica revista literaria Novelas y Cuentos«Libro clásico de aventuras, la obra narra las peripecias de Harvey Cheyne, un niño malcriado e hijo de un multimillonario, que, tras caer al mar desde la cubierta de un lujoso vapor, es recogido por un barco de pescadores».

Como en una de sus obras anteriores, El libro de la Selva (1894), en esta historia Kipling nos presenta a un muchacho a quien las circunstancias fuerzan a vivir en un nuevo entorno y que se ve profundamente afectado por la experiencia. A diferencia del niño de El Libro de la Selva, Mowgli, que no es más que un bebé cuando es adoptado por los lobos, el protagonista de Capitanes intrépidos, Harvey Cheyne, tiene 15 años, y cuando una ola fatal lo arranca de la cubierta de un transatlántico, lo arroja al océano y cambia por completo su vida, ya ha adquirido malos hábitos (los propios del hijo caprichoso y consentido de un millonario). Tras caer al mar, Harvey es providencialmente rescatado por un pescador portugués, Manuel, y llevado al barco pesquero del que este procede, el Estamos aquí, un balandro del puerto de Gloucester, Massachusetts, que navega hacia las aguas de Terranova bajo el mando del veterano capitán Disko Troop. De esta manera, Harvey se ve obligado a pasar la temporada de verano en los grandes bancos del Atlántico Norte, pescando bacalao como un tripulante más del navío. Cuando el Estamos aquí regresa a Gloucester, Harvey se reúne con sus padres como un joven distinto, maduro y dispuesto a afrontar las responsabilidades de una vida adulta, tras haber adquirido en la travesía los atributos morales que le hacen un digno hijo de su padre.

                              Ilustración para la novela de Zdenek Burian (1905-1981).

En cartas a amigos, Kipling describió Capitanes intrépidos como una «pequeña historia en prosa»«una historia de niños», incluso un «boceto para un mejor trabajo», y solo ocasionalmente como una verdadera «novela». Finalmente, poco antes de su publicación, escribió a William James anunciándole que el «cuento largo» estaba terminado. Todos estos calificativos, junto a su breve extensión, conducen a ver la historia como una fábula, una fábula que versa sobre el crecimiento y la madurez, así como sobre la importancia que para el éxito de esta vital empresa, que es hacerse hombre, supone el reconocimiento de la autoridad, sus reglas y su asunción y respeto.

En la obra se abordan tres temas centrales que se entremezclan: el paso del protagonista de la infancia a la juventud, la trascendencia de la paternidad en este proceso (que da título al libro: los capitanes intrépidos y valientes son los dos padres: el capitán de la goleta pesquera, Disko Troop y el empresario y naviero, Mr. Cheyne, ambos modelos paternos para Harvey) y la importancia de la amistad en la adolescencia (entre el protagonista Harvey Cheyne y el hijo del capitán, Dan Troop). Todos ellos son desarrollados en un ambiente propicio, sano y duro, que facilita la rehabilitación moral y el crecimiento espiritual y madurativo del protagonista. Ese ambiente beneficioso representa lo que hoy, despectivamente, se denominaría en la «neolengua» dictatorial que nos asola «el patriarcado». Pero vayamos por partes.

Kipling trató con esta historia de resaltar algo de lo que estaba absolutamente convencido y que ya había esbozado, más tenuemente, en su anterior libro juvenil El libro de la Selva; a saber, que la mejor manera en que un joven puede alcanzar su destino de hombre es conviviendo con hombres ––y esto comienza con un padre como es debido–– y en un ambiente de hombres. Un mundo de hombres regido por reglas que se arbitran y se aplican sobre una estructura de autoridad piramidal a la que se escala desde la base. Ese mundo, llamado hoy, peyorativamente, «patriarcado», no es, ni más ni menos, que la camaradería entre hombres que se unen para afrontar un trabajo difícil o peligroso. Una camaradería que se soporta en una jerarquía y en una disciplina, y que a su vez se asienta en una necesidad de orden y eficacia: en el imperativo de hacer, de proteger a los propios, de cultivar la tierra, de pescar, de cazar, de construir hogares, caminos, templos y puentes, de comandar barcos, de escalar montañas, de forjar espadas y azadas, de blandirlas sin temor y descanso, de atravesar selvas y desiertos, de llevar la cruz y la esperanza a través de ellos, de pilotar aeronaves, de hacer llegar cohetes a los cielos, de excavar minas en las profundidades de la tierra y del mar, en suma, de luchar por la vida, el bien y la verdad. Cientos de cosas, básicas unas, sofisticadas las otras, que hoy damos por supuestas en nuestro cómodo mundo moderno, sin darnos cuenta de que, no solo lo sostienen y apuntalan desde el pasado, si no que todavía hoy siguen haciéndolo gracias al esfuerzo colectivo y ordenado de muchos hombres en condiciones durísimas y esforzadas. Hombres corrientes en desarrollo de labores cotidianas, duras y peligrosas, y en este sentido, épicas.

Y todo ello, reposando en la elemental y atávica relación padre/hijo, tan conflictiva, pero tan fecunda y profunda. Tanto es así, que es el tipo de relación que nos une con la Divinidad. 

Los tripulantes del Estamos aquí a veces se pelearán entre sí, en ocasiones discreparán de las decisiones de su capitán, en otras, protestarán, desesperarán y desearán encontrarse en otro lugar, pero, siempre, siempre, cuidarán unos de los otros, siempre se enseñarán unos a otros, y siempre  obedecerán a quien saben que es su superior, en el que confían y a quien se encomiendan en los peligros y las vicisitudes: su capitán. Y el protagonista hace suyo muy pronto este código de vida.

 
                                                   Varias ediciones de la novela.

El mar es un buen escenario para representar este drama humano tan viejo como la humanidad, pero que hoy se proscribe en casi todas partes. Se trata de la representación de una historia arquetípica en un ambiente marino, una historia que celebra la fidelidad, la compasión, el honor, la amistad, el sacrificio y el servicio.

Es en ese mundo en el que, de improviso, aterriza (ameriza, sería más apropiado), Harvey Cheyne, un chico malcriado, presumido y displicente, que disfruta de una vida cómoda, pero que no sabe lo que cuesta ganarla. La accidentada caída propicia su inmersión en las aguas, de las que emerge a un nuevo mundo propedéutico, con su propia instrucción, aplicada a través de una paideia de choque (el aprendizaje como tripulante y pescador en una goleta de pesca), una enseñanza que pronto da sus frutos haciendo de él un hombre. Su estancia en el velero le lleva a aprender a marchas forzadas el duro oficio de pescador y a entablar amistad con Dan, el hijo adolescente del capitán, dos circunstancias que se revelarán decisivas en su camino hacia la madurez. Harvey y Dan se convierten en amigos íntimos, aunque no sin desencuentros y roces ocasionales que no hacen más que fortalecer sus lazos. Sus aventuras incluyen conocer a fondo el rudo y penoso trabajo del pescador, salando el bacalao y empacándolo, ser testigo del hundimiento de otro barco pesquero abordado por un transatlántico, ayudar en el salvamento de alguno de sus tripulantes y llevar a cabo peligrosas escaramuzas con tiburones. En el microcosmos de la goleta pesquera, despojado de su antigua identidad al igual que de la segura cobertura de sus padres, Harvey debe asumir nuevos hábitos, nuevos comportamientos y una nueva perspectiva sobre su lugar en el mundo, desempeñando el papel de un hombre entre un grupo de hombres, sujeto al código común de camaradería que asegura la supervivencia de la, extraña para él, comunidad que le ha acogido: trabaja duro, escucha las historias entre melancólicas y heroicas de sus compañeros y canta canciones con ellos, como uno más de ellos.

Así, con la lectura de este libro, lo chicos podrán acercarse, como decía otro maestro de las aventuras marítimas, Joseph Conrad, al «mar y a los barcos como pruebas de la virilidad, del temperamento, del coraje, la fidelidad, y del amor», en una historia que muestra como un niño mimado se hace hombre.

Y no me resisto a terminar sin incluir un texto de John Senior que ilustra bellamente el fin espiritual de esa camaradería forjadora de hombres:

«El propósito inmediato (práctico) de beber una taza de café es simplemente mojar un bizcocho. Su propósito próximo (ético) es la comunión personal de los cowboys (sí, los cowboys existen; Will James tenía razón), de pie, junto al fuego del campamento, con los sombreros curvados por la lluvia, el agua cayendo sobre los chubasqueros y sobre las espuelas, mientras el líquido amargo se desliza a través de sus gargantas y llega hasta el corazón de su camaradería. El propósito remoto (político) del café y del fuego del campamento es hacer americanos –nacidos en la frontera, libres, francos, amistosos, susceptibles con el honor, despreciativos con los obstáculos, amantes de los caballos, devotos de las águilas y de las mujeres… Pero el fin último es espiritual. Para un muchacho, beber una taza de café bajo la lluvia con un grupo de vaqueros es, como dijo Odiseo sobre el banquete de Alcinous, una cosa que roza la perfección». 

La restauración de la Inocencia, 1994, John Senior (1923-1999).

6 comentarios

  
Palas Atenea
Estoy completamente de acuerdo con el artículo pero aprecio más el valor de titularlo como "los valores del patriarcado". Una visión caricaturizada del patriarcado es eso, una caricatura, como la nariz encorvada del judío. Lo cierto es que el patriarcado tenía una parte buena, como todo, y está relacionada con la seguridad. Desde el punto de vista de una mujer un padre es el arquetipo de la seguridad, no hay nada más seguro que el amor del padre y, si falta por orfandad o abandono, la vida tiene una carencia, no insalvable pero sí importante.
En mis sobrinas observo que un padre de este tipo les impide de alguna manera formarse una idea torcida del hombre porque, vean lo que vean, siempre sobrenada la figura paterna sobre la propaganda feminista que dice lo contrario. El día más feliz para él fue cuando una de sus hijas, casada, le dio las gracias porque su figura estable, atenta y amorosa le había hecho confiar en su novio que luego resultó un buen marido. "Si tú nos hubieses abandonado, papá, o hubieras sido indiferente o despreocupado, yo, como alguna de mis amigas, me habría casado con un cierto recelo, siempre esperando por dónde iba a salir mi marido, pero el que tú existieras me hizo pensar que había hombres responsables y buenos". Afortunadamente para ella así ha sido y ahora cuenta con dos modelos distintos de hombre, pero ambos refuerzan la existencia de hombres que dan seguridad. Tal vez no sean propiamente intrépidos, pero se mueven con soltura y seguridad en el mundo y son puntales de su familia.
19/10/20 4:12 PM
  
Haddock.
Kipling fue masón, y no tengo claro que retratase más el paso de la infancia a la juventud que el camino de un iniciado en la Logia. Es un tema recurrente en muchas de sus obras, con la diferencia de que el protagonista de los tradicionales cuentos infantiles,se convierte en héroe pero sigue teniendo su sustrato de inocencia original, mientras que en las bildungsromans se transforma en un ser diferente.

Extrañamente diferente.


19/10/20 7:28 PM
  
Alejandra
Gracias por seguir con las reseñas de libros. Tengo un hijo con doce años largos que creo va a disfrutar de éste.
Y qué emocionante la cita de Senior. Y también ese (nuevo) retazo de la vida de Palas Atenea.
Es un gusto pasarse por aquí.
19/10/20 8:30 PM
  
Luis I. Amorós
Gracias por traer esta magnífica reseña de una magnífica novela para adolescentes.

Cabe puntualizar que la palabra "patriarcado" siempre se entendió como el sistema derivado de la autoridad de los mayores ("padres") sobre los jóvenes ("hijos"). El neolenguaje satánico, en este caso del feminismo de género, lo transformó en el dominio y opresión de los varones sobre las mujeres (nuevamente intentando resucitar la lucha de clases, o mejor dicho el odio de clases, bajo un nuevo disfraz, visto que el proletariado atraviesa una mala época).

En su contexto original, y hasta hace bien poco tiempo (antes de que la demagogia totalitaria asfixiara el criterio y la libertad real), nadie hubiese entendido el patriarcado de otra manera. Más aún, existía también un "matriarcado", por el cual las ancianas ejercían su "soberanía" sobre las jóvenes, marcándoles el camino (normalmente con acierto, a veces no, que para eso el ser humano es falible).

Más aún, si uno repasa los textos originales de siglos pasados, sobre todo desde que se conformó la Cristiandad (sospecho que también antes), parece existir en la comunidad humana como dos sociedades paralelas, la de los hombres y las mujeres, con roles estrictamente separados, y que marchaban cada una por su lado, con sus valores, objetivos vitales, aspiraciones y conflictos. Estos dos mundos entraban en contacto en el universo de la familia, pero raramente fuera de él.

Hoy en día se han mezclado, no existe propiamente una cultura masculina y femenina (y los tristes intentos de las feministas de crearla recuerdan al más siniestro plan del agitprop soviético o nazi), la virilidad y feminidad están diluidas y existe una notable orientación entre ambos sexos sobre cuál es su rol. La presión ideológica sobre esta confusión crea numerosos conflictos y equívocos.

Sí, ciertamente en algunos aspectos, la vida antes era más fácil. La educación de los jóvenes (no me refiero a la adquisición de conocimientos técnicos, sino de principios morales y virtudes) estaba más encarrilada.
21/10/20 9:06 PM
  
rocamador
Igualmente aconsejable la película, protagonizada por Spencer Tracy, que ganó el Óscar a la mejor interpretación masculina.
22/10/20 12:45 PM
  
Haddock.
D.MIguel:

Hoy Bruno Moreno se ha metido en su terreno hablando de literatura infantil y juvenil.
Ante esta competencia desleal, le sugiero una moción de censura en InfoCatólica, o bien cogiendo las armas, tomar el cielo por asalto (¡Ay! no, me he liado con las cosas que me dice mi íntimo amigo Pablo) quiero decir que si quiere ser director de este portal, yo aporto material de las guerras carlistas; un poco deteriorado, cierto es, pero con hilo para remendar las prendas apolilladas y lubrificante para las armas de avancarga, y quitando la roña de los sables puedo ayudarle.

Nunca hay que ceder terreno conquistado.





Estimado Haddock:

¡Ja, ja, ja! Le agradezco enormemente el ofrecimiento (no esperaba menos, como es propio de un apellido combativo como el suyo; ya sabe, los Haddocks de toda la vida), pero en este caso no será necesario (aunque tomo buena nota).

Gracias a Dios que pervive en humor entre nosotros. «El humor, como el ingenio, se relaciona, aunque indirectamente, con la verdad y las virtudes eternas», dice un amigo común (Chesterton), y en este caso la verdad es que estamos dispuestos a luchar juntos por una buena causa.

El libro está siendo leído y, por si interesa, lo comentaré en breve. Puedo adelantar que este blog coincide en el enfoque básico del libro y que no es otro que esa causa común por la que luchamos Bruno, usted, yo y muchos (que, como padres, abuelos, tíos, maestros… debemos prestar atención a lo que se ofrece hoy en día a nuestros hijos en la cultura pseudo-pagana en la que estamos inmersos).

Un saludo.

Miguel Sanmartin Fenollera.
27/10/20 11:15 PM

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