Personalísimas reflexiones sobre la renuncia papal
Como comprenderéis ayer fue un día raro. En muchos aspectos. No recuerdo haber sentido un bloqueo igual, en medio del frenesí informativo me atenazaba una parálisis. Incapaz de una sola línea. Rezar, dar gracias, leer, y volver a leer, y volver a leer.
No salía de mi asombro. Qué cantidad de disparates se pueden escribir. Predecible la «mente absolutamente lúdica» del oráculo de la progrez J.M. Vidal, o la caterva de «vaticanistas» que, por supuesto, ya lo sabían pero se lo tenían callado. Patético oír a ateos y anticatólicos pontificar sobre quién debe ser el próximo papa. Una vida intentando mostrar la irrelevancia de la Iglesia desbaratada en horas. Quizá esperable que la prensa generalista entre en el juego de las «quinielas». Pero me resultaron especialmente decepcionante las especulaciones sobre «papables» con criterios mundanos y geoestratégicos otro tipo de prensa. ¡Leches!, es “mi” Santo Padre (como lo son los que le han precedido y los que le sucederán).
El Papa lo sigue siendo hasta el 28 de febrero, así que como mínimo me parece una falta de delicadeza. Es como si la inusitada renuncia del Papa no fuese por sí misma signo de la necedad de esas cuentas. A veces creo que sería bueno que el Espíritu Santo nos diese un capón y permitiese que fuese elegido un Calixto III, o un Papa con amor de Dios, pero sin virtudes humanas aparentes y con defectos humanos bien visibles.
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