He decidido dar la razón a todo el mundo
Hace tiempo que he decidido dar la razón a todo el mundo. No me cuesta trabajo, quedo estupendamente y los demás tan felices. Además, seamos claro, es que hay gente con la que no merece la pena discutir. Ganas de perder el tiempo.
Lo malo de un servidor, alguna pega debería tener este razonamiento, es que a la vez que doy la razón, saco mis propias conclusiones. ¿Me permiten poner algunos ejemplos?
Leo ayer, sin ir más lejos, que un iluminado o grupo de iluminados, afirma contundentemente que “el evangelio está por encima del derecho canónico”. Tienen toda la razón del mundo. Ahora lo que toca es aplicarlo. Por ejemplo, si un sacerdote dijera tal cosa, lo tiene sencillo. El derecho canónico le reconoce su derecho, perdón por la redundancia, a nómina y altar para celebrar misa. El evangelio manda a sus apóstoles “No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno". Sencillísimo, señor cura: viva el evagelio, abajo el derecho. Renuncie al sueldo, sea puro evangelio y a vivir como los pajarillos del campo. Tiene toda la razón.

El papel lo aguanta todo. Las cámaras casi. La propaganda, mucho menos que antes, porque tenemos unas redes sociales que todo lo cacarean y nos dan la posibilidad diaria de confrontar las buenas ideas con la realidad.
No es bueno para nadie despertarse cada mañana con un susto nuevo. Desde que se publicó “Fiducia supplicans” el pasado 18 de diciembre, vamos de susto en susto. El último, ayer mismo, cuando a medio día saltó la noticia en todos los medios de que el cardenal prefecto de Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, había publicado hace años un libro con el título de “La pasión mística” de altísimo contenido sexual.
Acaba de sorprendernos una





