De cartel en cartel y tiro porque me toca
Cada vez que me llega un cartel a la parroquia o lo veo en redes sociales, me echo a temblar, porque lo primero que suelo observar es el terror a salirnos de lo politicamente correcto. Ya saben, lo fundamental es que los no creyentes, los anti católicos, no se sientan molestos. A partir de ahí, nos llegan unas cositas que ni sí, ni no, sino todo lo contrario, que en ocasiones se limitan a un mensaje buenecito estándar, no católico por supuesto, cuando no en un guiño de complacencia hacia los que nos van a señalar, y no para bien, en cualquier caso.
Acaban de llegarme los carteles de Manos Unidas de la presente campaña. Como siempre, y a pesar de que la colecta se hace en todas las parroquias y de que los católicos somos los grandes donantes y colaboradores, un cartelito light, o no tanto, o tal vez muy escorado hacia lo que no debiera. Las razones son bien sabidas: como hay donantes no católicos, que no se molesten. Fantástico. Manos Unidas, organización católica que funciona estupendamente, oculta su identidad, o al menos la disimula. Con lo bueno que sería decir: “ahí tienen cómo funcionamos los católicos, de lujo", con lo bueno de unos carteles específicamente católicos, nada. Calladitos por si arañamos dinero de gente agnóstica. Sigamos. Los católicos se apearán de la campaña y el dinero que llegue a costa de silenciar la identidad católica será un dinero de infamia.

Lo de tener o no tener fe es cosa íntima de cada uno que solo Dios sabe. Lo recordamos en el canon romano: “
Tres por decir algo, que los hay que le buscan no sé si dos o hasta siete.
Lo he leído hace un rato en
Hablaba ayer con un buen amigo sacerdote. Joven, muy buena formación y creo que las ideas suficientemente claras. Me decía que lo que más le está sorprendiendo en su corta vida sacerdotal es encontrarse con que la fidelidad en cosas que debieran parecer simples le está suponiendo graves dificultades.





