Rafaela: la mudanza, la matanza y el parto de Micaelita
En el pueblo de Rafaela nunca pasaba nada. Lo más novedoso algún veraneante despistado entre semana, una ocurrencia del señor alcalde, el sermón del párroco la semana pasada que duró algún minuto más de lo habitual en el pueblo y la María que anda pintando la casa. Todo igual. Las mujeres a la compra, algún hombre en el bar, los chiquillos en el colegio y un coche de una empresa qué vendrá a arreglar algo.
Pero hay días en que todo se junta. Raros momentos en que, como dice Rafaela, parece que se juntan la mudanza, la matanza y el parto de Micaelita. Aquel lunes fue uno de esos días.
Comenzó con un gran trasiego de máquinas hacia la mitad de la calle principal. Un camión había producido un socavón de los gordos y rotura de la tubería principal del agua, con la consecuencia lógica de la población completamente desabastecida y sin poder calcular por cuanto tiempo.