Josep María Soler, abad de Montserrat: ¿por qué no te callas?
¿De dónde habremos sacado y mamado los católicos ese complejo de culpabilidad que parece que arrastramos desde siempre, y especialmente en el último siglo? Es como si la humanidad, desde Sumer a la Unión Europea, pasando por Egipto, Grecia, Roma, las civilizaciones precolombinas, el islam y el estalinismo hubiera vivido siempre en un estado de bonhomía, paz y fraternidad universal que se rompió hace dos mil años con la llegada del cristianismo al mundo, y especialmente del catolicismo.
El caso es que ahí andamos los católicos cabizbajos, escondidos, huraños, temerosos y agitando la campanilla que dice: cuidado, soy católico, y por tanto destructor de la humanidad, mala persona, avieso, violento, asesino, totalitario y estafador. Tan en la cabeza nos lo han metido que hasta cuando somos golpeados, torturados y asesinados llegamos a la conclusión de que si eso nos pasa es que algo habremos hecho.

Tres o cuatro catequistas en el pueblo, y bien que a duras penas. Mérito del buen, a pesar de todo, párroco que se hizo con cuatro mozas de buena voluntad y no del todo despistadas en las cosas de la fe, para que le ayudaran a desasnar por lo religioso a una panda de chiquillos (y chiquillas) deseosos de hacer la primera comunión e incluso de seguir un poco más.
¿Y qué tienes tú que hacer un sábado por la mañana? Esto me soltó hace apenas unos días un joven padre de familia. Es el momento de bautizar al niño y comienzan los problemas: quiero el bautizo de mi niño solo, nada de una celebración colectiva, un sábado por la mañana y con misa.
Hay gente que me tiene dicho que no lea ciertas cosas. Pero los que escribimos en la blogosfera estamos condenados a mantenernos al día de lo que se dice por ahí.
Esta tarde retomamos el camino de la catequesis de adultos en la parroquia. Utilizaremos el segundo libro del proceso catecumenal de adultos de la diócesis de Madrid que comienza por el credo.