Amoris laetitia
Te meten el dedo en la boca y es que no paran. Tenía hecho el propósito de no decir ni palabra de la “Amoris laetitia”, pero dale, y dale, y di algo, y venga… y al final lo sueltas.
Ante todo, digo que, después de leer la exhortación, me ratifico en un post que escribí al respecto de la primera parte del sínodo sobre la familia y que titulé “Relatio del sínodo: no hay nada peor que la ambigüedad”. Sigue siendo mi impresión.
Ahora bien, dicho esto, no me hagan demasiado caso. Un análisis sereno y sesudo debe hacerlo alguien de más calado que un servidor. Servidor es apenas un cura párroco que de lo que sabe es de despacho, confesar, atender casos regulares e “irregulares” y tratar de iluminar cada situación según la Palabra de Dios, el catecismo y el derecho canónico, no por capricho, sino porque esos son los textos fundamentales que aparecían como tales en la web de la Santa Sede, además de los documentos del Concilio Vaticano II, pastorales y para nada normativos.

- ¿Pero, Rafaela, no prefieres que escriba algo sobre la presentación de la exhortación del santo padre sobre la familia?
Hace seis días que avisamos en la parroquia para que un sacerdote acudiera a dar los sacramentos a mi madre, muy enferma y a punto de cumplir los cien años, y todavía no ha aparecido nadie por casa. En nuestra parroquia el sacerdote nada más terminar la última misa de la mañana del domingo se va y regresa para la misa vespertina del miércoles. Me han dicho en la parroquia que no sirve de nada bautizar al niño, que mejor de mayorcito. Llevo intentando confesarme y no hay manera de encontrar un sacerdote, ayer lo conseguí y me ha dicho que no me inquiete y que a ver si me pienso que a Dios le preocupan demasiado mis fallos.