Escándalo en la Aguilera
Y de los gordos. Doscientas religiosas, muchas de ellas con títulos universitarios, y que en lugar de ejercer su profesión anterior para bien de la humanidad y de los pobres, que sería lo lógico, se dedican a la contemplación y alabanza del misterio de Cristo y a dar testimonio del gozo de abandonarse en las manos de Dios.
A los ojos del mundo, y a los ojos también de tanto católico desnortado, un completo escándalo. Años de estudios, de carreras brillantes, hermanas muy preparadas en mil campos y resulta que echan a la papelera de la aparente nada todas sus posibilidades para contemplar el misterio de Dios y darlo a conocer. ¿No serían mucho más útiles en misiones, en hospitales, en centros de acogida, en catequesis en cualquier parroquia?
La gran sed que tiene la humanidad es de Dios. Corremos y hacemos cosas quizá huyendo de lo único que nos hace grandes. Tantas vidas que uno encuentra perdidas en mil batallas que a nada conducen. Demasiadas sonrisas que muchas veces esconden una profunda frustración.

Me cuenta Rafaela que han reformado el altar de la iglesia de su pueblo. Bueno, en realidad parece que ha sido el presbiterio donde pretenden colocar un pequeño retablo. No es mucho dinero, cosa de cuatro o cinco mil euros, pero como le he dicho, entre todos lo sacarán adelante sin demasiados problemas.
Señor obispo:
Si es que la cosa es de cajón de madera de pino, y lo entienden los niños estupendamente.