Carca y facha como argumentos de peso
Oigan, que ustedes dirán lo que quieran, pero no es nada fácil tratar de razonar o argumentar con alguien y que la única respuesta a tus argumentos sea llamarte carca, fascista, retrógrado, fundamentalista, fariseo, infocatólico y de paso machista, misógino y destructor del espíritu del concilio, amén de poco misericordioso. Como pueden imaginar, servidor, con argumentos de tal calado, prefiere dedicarse a otras cosas.
¿Que hablamos de cosas de fe, por ejemplo? Bueno, pues ahí tenemos el Catecismo de la Iglesia Católica para empezar y obras de calado donde apoyarnos. Si de liturgia de la eucaristía, que menos que partir de la Instrucción General del Misal Romano, que es el abc del asunto. Si del rito extraordinario, por lo menos conocer “Summorum Puntificum”. No vean las que he tenido con la adoración eucarística perpetua, que hasta he escuchado que es “no solo un error teológico, sino además una práctica piadosa, marcadamente preconciliar y de dudoso alcance ecuménico.”

Hace ya bastante tiempo, cuando servidor mantenía un blog en wordpress, comencé un apartado que titulé
Lo de esta mañana en portada de Religión Digital ya no son dagas florentinas ni cuchillos cachicuernos, es un ataque combinado de fusilería y artillería pesada, con apoyo aéreo. Hartos de escuchar y leer eso de que no se debe juzgar y que hay que respetar, Jesús Bastante se despacha con un titular en el que acusa abiertamente al arzobispo de Burgos de estar tras las filtraciones contra Osoro, Blázquez, Omella y Gil Tamayo. Pero la cosa sigue en titulares, afirmando también que Fidel Herráez lidera la oposición a las reformas del Papa Francisco en España.
No sé los demás, pero con el paso del tiempo uno va desprendiéndose de muchas adherencias y acaba con un esquema vital de lo más simple. Me pasa en mi vida pastoral. Miren que servidor ha hecho de casi todo y que he tenido que tocar mil palillos. Encuentros, convivencias, reflexiones, teatros, asambleas, idas, venidas, manifiestos, dinámicas. De todo.
Hace unos días me vinieron a la parroquia unos chavales, quince o dieciséis años, no creo que más. Querían pedir permiso para vender en la puerta alguna cosa destinada a un proyecto solidario que estaban haciendo con personas de la calle. Como es natural me interesé por el proyecto, que se apresuraron a describir.