Debacle de la Iglesia Católica en Brasil
Cuentan de un sabio que un día… Pues eso nos pasa a los católicos españoles. Ya ven cómo nos van las cosas. El otro día lo contaba en un post que lleva un buen número de visitas y un abundantísimo puñado de comentarios. Los datos son los que son.
Pero tranquilos, no pasa nada, aún hay gente que lo tiene bastante peor. Por ejemplo, Brasil. Y vuelvo a eso de que los datos son tercos. En dos años la Iglesia católica en Brasil ha perdido nueve millones de fieles, pasando de aglutinar a un 60 % de la población, a un 50 %. Diez puntos de pérdida en dos años.

Los quintos, y subiendo.
No acabo de explicarme la aversión que en los colectivos eclesiales más progresistas produce el gesto de arrodillarse en la liturgia. Me dicen que en alguna ocasión un discípulo del siempre admirado Higinio Fernández (hay quien sostiene que el propio Higinio en persona) explicó en un retiro ofrecido a las reverendas gundisalvas, y al que acudieron también los padres misericordinos, que eso de arrodillarse era propio de esclavos, y que como los bautizados somos hijos, pues que se arrodillen los otros.
Si. Hoy. Treinta y siete años desde el día de mi ordenación sacerdotal. De ellos, casi treinta ejerciendo como cura párroco. La verdad es que cuanto más lo pienso, más me espanta el oficio. Los sacerdotes nos podemos dedicar a mil cosas dependiendo de lo que nos pida nuestro obispo. Lo de ser cura párroco es una tarea a la vez emocionante y de enorme responsabilidad.
¡Vaya mezcolanza, padre! Pos sí, que me ha dado por ahí, ya saben. Cosas mías.





