Un bus naranja convertido en el último clavo al que agarrarse
Como jugada, y como publicidad, hay que reconocer que a Hazteoir lo del autobús le ha salido de lujo. Televisiones, radio, prensa, foros, redes sociales. Para bien, y sobre todo para mal, lo del bus ha sido un exitazo.
Se han llevado palos hasta en el carnet de identidad. De todos los partidos políticos, a una y sin excepción, empezando por el Partido Popular que ha sido capaz, especialmente en Madrid, de sacar una ley sobre “Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la Comunidad de Madrid” que manda carallo y me quedo corto.

Siempre he dicho que los mayores conflictos parroquiales nunca vienen ni por temas de dogmática, ni mucho menos de moral. Hoy nadie discute con su vecino o con su párroco por la conveniencia o no de proclamar a María corredentora, ni se va a hacer problema de si tal cosa es pecado o no. Hemos llegado a un estatus de cómodo relativismo según el cual cada uno es cada uno y tiene, piensa y vive sus peculiares cadaunadas.
Creo que uno de los varios encontronazos que en alguna ocasión tuve con monseñor Agrelo fue cuando en una de sus infinitas llamadas a derribar todo tipo de fronteras le pregunté que si tenía llave en su casa, porque uno entiende que la puerta y la cerradura son la frontera de cada cual, y que cada cual abre y cierra su casa a quien le parece oportuno, y que si eso hacemos en casa, con más razón en las fronteras de las naciones.
Desde que llegó a la parroquia la nueva edición del misal romano, allá por diciembre, he de decir que lo he venido leyendo y hojeando con mucha frecuencia para conocer esta edición, familiarizarme con los textos y repasar las rúbricas.
Es que, verán ustedes, me acabo de releer la





