Conflictos parroquiales
Gordos, gordos… muy pocos. Precisamente, además, son los graves los que menos importan, porque grave, gravísimo, es que se cambie la plegaria eucarística, se permita la comunión eucarística de personas que viven en pareja de manera ilícita, no haya confesiones, se siga explicando la cristología iuxta modum, al cura no se le encuentre más que a la hora de misa y a carreras o el archivo parroquial lleve sin actualizarse años y años.
Todas estas cosas, y pasan y pasan, no plantean especiales problemas al pueblo de Dios más que a algún tiquismiquis de esos a los que se llama conservadores. El sacerdote sale a celebrar sin casulla, omite el rito del lavabo, mete morcillas en la plegaria y acaba bailando el viva la gente. No solo no pasa nada, sino qué agradable y cercano D. Fulano. Como agradable es D. Mengano que ni cursillos para la boda o el bautizo. Eso es facilitar las cosas. Difícilmente verá nadie ahí un conflicto salvo algún infocatólico de cáscara amarga.

Hay un dato que nos tiene que hacer pensar alguna vez. Y es la cantidad de gente sin más formación religiosa que lo que Fulanito decía en mi casa o lo que comenta Menganita tomando café.
¿Pi… qué?
El lavabo en la misa, tras la presentación de ofrendas, es uno de esos signos que casi ha desaparecido en la liturgia de la Iglesia, aunque últimamente parece que algo se recupera. De hecho, todavía hay gente, no solo laicos, también sacerdotes que, abiertamente, cuestionan su obligatoriedad. Es de esas cosas que van desapareciendo y que de repente, un día, no existen y si alguien se empeña en continuar con ese rito ya sabemos que va a ser tachado como mínimo de “rarito” y “tiquismiquis”.
Nick: Aprende un poco