Dejar el blog
Tentación recurrente, la verdad. De cuando en cuando te preguntas si merece la pena estar en las redes sociales. Mantengo el blog, cada semana el correo a los feligreses, algo en Facebook y en octubre posiblemente, solo posiblemente porque aún tengo que pensarlo más, recomencemos las charlas de formación.
Me asaltan dudas por muchos motivos.
Quizá el primero sea yo mismo. La autocensura. De cosas que me gustaría hablar no sé si debo o sería conveniente o si merecería la pena, o si eclesialmente podría ser correcto o ser más negativo que positivo. Incluso cosas que trato sin demasiados problemas tampoco estoy muy convencido de que valga la pena tocarlas.

Parece mentira que tenga que ser uno quien dé las ideas, pero es que esta mañana me he levantado generoso. Gratis total. Con dispensa de ave maría, que para un progre la cosa mariana siempre rechina. Son apenas ideas tomadas al vuelo pero más que suficientes para ser un progre medianamente pasable e incluso de una cierta categoría.
Ha sido la noticia del día y de casi del verano en la información religiosa de la Iglesia en España. Ayer conocimos que el santo padre ha aceptado la renuncia al gobierno de la diócesis de Solsona de monseñor Novell, a los cincuenta y dos años. A partir de ahí, todo son especulaciones.
La buena gente de Braojos no necesitó la bula Munificentissimus Deus para saber que la Virgen había subido al cielo en cuerpo y alma. Cada vez que entraban en su templo parroquial podían contemplar la Asunción de la Virgen en el magnífico retablo obra de Gregorio Fernández que se conserva en la iglesia del pueblo. También sabían la importancia de saber vivir, saber morir, y rezar por los difuntos. Las espléndidas losas sepulcrales así como la liturgia funeraria hablaba sobradamente de ello.
Cuando a uno le cabe la suerte de tener unos pocos lectores que siguen sus escritos, recibe respuestas a sus divagaciones, que le llegan a través de formas muy diversas. Muchas de ellas son de dominio público, ya que vienen en forma de comentarios para su publicación. Otras son comentarios que me piden que no salgan a la luz, correos electrónicos, mensajes en Facebook, respuestas privadas en Twitter e incluso llamadas y WhatsApp de los más cercanos.