Han desaparecido María y José. Se recompensará cualquier noticia
Esto no es lo que era. Este año el ángel no va a poder anunciar el nacimiento de Cristo porque han llegado muchas almas al cielo de humanos víctimas del COVID y al final se han dado varios positivos entre los coros de los ángeles, incluyendo un par de arcángeles y numerosos querubines y serafines. El padre Dios no ha querido asumir riesgos y, habida cuenta los medios técnicos, ha preferido apostar por las redes sociales.
El problema es que los pastores de siempre están a lo suyo y no se entretienen demasiado comprobando los WhatsApp, con lo cual mucho nos tememos que apenas acudan. Otro tanto hemos de decir de las ya inexistentes lavanderas, que hoy disponen de magníficas máquinas de lavar y secar, de bajo consumo y respetuosas con el medio ambiente, y que aprovechan el tiempo libre para acudir al único bingo que aún resiste en su barrio.

Contaban de un pobre rabino, de justas luces y escasos conocimientos, que, tras sus explicaciones de los libros sagrados, ante cualquier pregunta incómoda, simplemente respondía: “pecado preguntar".
Ya saben lo que dice, que aquí en cuanto algo se pone de moda estás perdido. Nos pasamos un año por lo menos en el que todo era misericordia: Domund de la misericordia, sacerdotes para la misericordia, Caritas en la misericordia, religiosos para ofrecer misericordia. Ahora ya no toca. Ahora lo que se lleva es la sinodalidad. Y luego, dice, lo del cambio climático y, por supuesto los inmigrantes.
Algún día revelaremos el nombre del pueblo de Rafaela, cuando ella lo considere oportuno. Basta saber que hablamos de la sierra. Lo que sí vamos conociendo son algunos de sus vecinos. Habitual Joaquina. Don Jesús es como el párroco de todos nosotros, aunque tenga sus cosas, pero nadie es perfecto. Por aquí aparecieron el señor Mariano y la María, y perdón por el artículo, que ya sé desde la escuela que no es de buena educación anteponer artículo al nombre propio, pero ellos así lo dicen y se me fue pegando. Lo superé en los años de Madrid, pero he vuelto a caer en ello al llegar al pueblo. Ustedes lo disculparán.
Cuando llegué de párroco a mis pueblos me ofrecieron una máxima que conservo entre algodones hasta el día de hoy. Ante cualquier convocatoria eclesial: una persona, normal; dos, buena respuesta; tres, multitud.