Cinco años en la Sierra Norte
He querido comenzar esta reflexión releyendo el post con el que es anunciaba el cambio de la parroquia de la Beata María Ana Mogas por la Sierra Norte. Han pasado cinco años. Puede ser momento de una primera evaluación.
Globalmente, creo que Dios acertó conmigo. Vine con muchos miedos y la natural preocupación. Es verdad que ya había sido párroco rural, pero de dos pueblos medianamente grandes. Pasar de la actividad de la Beata Mogas a tres pueblos que no suman entre todos cuatrocientos habitantes era un riesgo. Lo sabía.
Los riesgos, muchos: soledad, aburrimiento, desánimo. Me lo avisaron: no sabes lo largo que es un día de invierno sin gente por la calle, ni lo duro que puede ser celebrar para una persona o dos o quizá nadie. Ya veremos. Dios sabrá.

Las cosas son como son. Hay días y días, fines de semana, momentos de todas clases. Este fin se semana me ha tocado especial. Con razón puedo decir que ha sido glorioso y con muchos motivos para dar gracias a Dios.
Se escucha mucho esa expresión: yo es que me estoy dejando la piel. También, cómo no, en nuestro mundillo eclesial. En general, y hoy sí voy a hablar del clero de Madrid, somos trabajadores, entregados, dedicados a nuestra tarea pastoral. Habrá excepciones, dónde no, pero somos curas que, con aciertos y desaciertos, puedo decir que nos dejamos la piel en nuestra tarea. Reconocimiento también para tantos compañeros, sobre todo párrocos rurales, que con docena, docena y media de parroquias, o incluso más, se multiplican.
Cuando nosotros éramos jóvenes, hubo anuncios publicitarios que nos marcaron de tal manera que se convirtieron en expresiones de nuestro hablar cotidiano.
Hay profesores expertos en ampliaciones, paréntesis, glosas y circunloquios. Hay obispos y sacerdotes especialistas en grandilocuencia, relaciones teológico - filosófico - ecológico - sociales. Tienen ese don. Agarran un versículo evangélico, un mandamiento o una norma de derecho positivo y poseen la capacidad de convertirlos en una programación de eco teología, un tratado de sí pero no, aunque según podría ser que vaya usted a saber, una homilía sobre la inmensidad de la mirada de Dios sobre las sombras del cambio climático y la importancia de la abstinencia de carne no como ascesis penitencial, sino en clave ecológica, que, evidentemente, no hay comparación. La abstinencia como práctica penitencial es un absurdo. La abstinencia como forma de contrarrestar las ventosidades vacunas y su contribución al aumento de la temperatura del planeta es algo de obligado cumplimiento.





