Francisco: perplejidad y entusiasmo. Y sobre todo, tranquilidad
Vaya la que lió Rafaela el otro día con su llamada de teléfono. La pobre no comprendía algunas cosas y simplemente intentaba aclarar sus dudas. La ingente cantidad de lecturas del post y los 135 comentarios a estas horas, dan prueba de ello.
Hay un hecho incuestionable. Y es que a día de hoy el papa Francisco es siempre noticia de primera página en todo tipo de medios, sean del tipo que sean (religiosos, generalistas, políticos) o de la tendencia que fuere. El papa está en la cabecera y sus palabras son leídas, pensadas, comentadas más de lo que nunca fueron las de cualquier otro papa.
Y hay otro hecho incuestionable: la cantidad de católicos que se sienten “perplejos” ante unas formas y un modo de expresarse del santo padre que les resulta extraño. Puedo decir que no pasa día en el que no se me acerque gente a comentar que no entiende algunas cosas, que otras le causan extrañeza, que se pierden, que están algo confusos. Sobre todo laicos, pero también sacerdotes y religiosos. También cada día encuentro personas entusiasmadas con el papa Francisco y que consideran que su llegada es por fin una señal de esperanza y vuelta al evangelio. Nada que objetar. Pero es lo que hay.

“Es una vergüenza”. Así se expresaba el papa Francisco I ante la tragedia de Lampedusa. Es lo menos que puede decirse cuando los muertos se cuentan por centenares y además existen testimonios de náufragos según los cuales hubo barcos que, viendo la tragedia, parece que no ayudaron. Cada día ocurren cosas parecidas en Lampedusa, Ceuta, Melilla o la salida de Cuba. Personas que mueren en el intento de alcanzar la libertad y un porvenir donde les sea permitido alimentarse cada día. Mala cosa que acabemos acostumbrándonos.
Tiempo sin saber de Rafaela. Hasta que hace un rato, el teléfono. Un torbellino esta mujer, te saluda y rápido comienza a soltar todo lo que tiene dentro.
Las obras de misericordia no están abolidas, derogadas ni pasadas de moda. Y una de ellas, la primera de las espirituales, es “enseñar a que no sabe”. ¿Enseñar el qué? Pues a conocer a Dios, a respetar, a comportarse como una persona de bien, ser educado, tolerante con los que piensan distinto. Una señora obra de misericordia.