Vuelve Berlanga: doscientos pobres cenarán esta nochebuena en el palacio de Cibeles
Yo creía que estas cosas solo pasaban ya en las películas de Berlanga y que, desde luego, eran impensables a cincuenta años del concilio Vaticano II.
Cuando un servidor era niño, en mi pueblo existía la costumbre de los apóstoles del día de Jueves Santo. Tal día eran escogidos doce varones pobres, los más pobres de la localidad, llevados a una gran casa de la población y banqueteados espléndidamente. Por la tarde, en los oficios del Jueves Santo, el sacerdote les lavaba los pies. Evidentemente al día siguiente, tras ser agasajados por las almas y los cuerpos más caritativos de la localidad, volvían a su santa pobreza y hasta el año que viene. Es verdad que algo se les ayudaba después, pero ya me entienden.


No me digan por qué, pero en las reuniones parroquiales y pastorales demasiadas veces la gente sale con la sensación de que han servido de poco. Si ya es un problema la cantidad de reuniones y convocatorias a las que queremos dar respuesta, la cosa se complica cuando no acabamos de salir satisfechos con los resultados obtenidos.
Tengo un amigo que me dice que se informa de las noticias de Iglesia en internet, e incluso que es lector habitual de algunos blogs, pero que se limita a eso, sin pararse nunca en los comentarios a noticias y entradas de blogueros.