Madrileño despatarre
La señora Carmena dirá lo que quiera, pero cuando alguien se refiere a una situación diciendo que “esto es el despatarre”, no se está refiriendo a mayor o menor abertura de piernas de varón o de mujer, que no se me tache de discriminador a estas alturas, sino a una situación esperpéntica, absurda, rocambolesca: “es que esto ya es el despatarre”.
Despatarre es lo que llevamos contemplando en estos últimos días en las ocurrencias del ayuntamiento de Madrid. A fuer de querer ser modernos y rompedores, nos estamos encontrando con el mayor de los ridículos. Hace un par de días los semáforos más sexistas y estereotipados que yo recuerde. Ya saben: los hombres llevan pelo corto y pantalón, las mujeres falda y coleta. Esto yo creía que lo teníamos superado.

No soy licenciado en derecho, pero de papeles entiendo algo, y me parece que en esto de las inmatriculaciones de bienes a favor de la iglesia católica hay mucha desinformación, mucha manipulación y ganas de confundir al personal haciéndole creer que matricular un bien a favor de alguien es estafa pura y dura, especialmente si quien inscribe el susodicho bien a su favor es la iglesia católica. Es decir, la iglesia está robando los bienes al pueblo.
Si es que no tienen costumbre. Llevan años constatando que sacudir a la Iglesia es gratis y se nos han envalentonado. Se pueden profanar capillas, nada. Se puede insultar y agredir a obispos, sacerdotes, religiosos. Nada. Calumnias, difamación, poner en solfa a cualquiera. Gratis. Hasta que un día una religiosa, que se ha sentido calumniada por una señora, posible caso de bebé robado, en lugar de callar, llorar y limitarse a rezar por su perseguidora, que posiblemente también lo haya hecho, se fue con la toca “mu bien artornillá” al juzgado y puso una querella por injurias y calumnias contra aquella que la acusó de un delito con nombre y apellidos.