La comunión eclesial como mordaza
Me sueltan el argumento algunas veces. Yo sé que el disenso molesta. Y mucho. Hay cuestiones en las que uno, libremente, disiente de otros, sin excluir sus pastores. Evidentemente en cosas que pueden ser matizables. Aquí no hablamos del credo, el dogma, las normas litúrgicas o la moral católica según se nos ha enseñado de siempre. Hasta ahí podíamos llegar. Hay otras cuestiones que son perfectamente opinables.
A un servidor le puede parecer una barbaridad el dinero que la conferencia episcopal inyecta en 13TV y decirlo. No creo que nadie tenga que rasgarse las vestiduras si opino que la homilía del obispo tal me ha parecido un error o si afirmo que soy firmemente partidario de una evangelización más directa y agresiva y menos ecológica. Son opiniones de un servidor más o menos acertadas, pero opiniones libres. Dicho esto, si hay que plantar un huerto ecológico, lo hablo con Rafaela y se planta.

Lo de Pedro por intolerante, por bruto, por poco cuidadoso, por insultador, fanático, prepotente, personalista, agresivo y proselitista.
Y el que no la estuviera esperando es que es bobo o se lo hace.
Tras la crisis de la pandemia todos lo repiten: nada volverá a ser lo mismo. Creo que en lo eclesial se va a cumplir esto perfectamente. Ya saben que esto no son más que las reflexiones muy personales de un servidor. Varias cosas se me ocurren.
La respuesta de la Iglesia española a la pandemia del coronavirus es de traca. Hay diócesis en las que se mantiene el culto, aunque con las evidentes medidas de seguridad, otras, Madrid por ejemplo, con templos abiertos y misas sin pueblo, y otras con templos cerrados a cal y canto. Yo creo que no hubiera estado mal una decisión unánime de la conferencia episcopal al respecto, pero doctores, obispos, arzobispos y cardenales tenemos.