Rafaela dice que la pólvora ya está inventada
Me dice que todavía no se ha repuesto pero que se quedó tan a gusto. El caso es que hacía años que no pasaba por el pueblo su prima Angelita, que de joven se fue de monja con las Társilas y a la que había perdido la pista hacía tiempo. Postulantado, noviciado, misiones… años sin volver a España y menos al pueblo.
Cuando se presentó en su puerta ni la reconoció. El último recuerdo que le quedaba de la hermana Ángela de la Visitación, que así era su nombre en el convento, era el de una monja joven y por supuesto con hábito. Que de repente aparezca en tu casa una setentona en traje de monja aseglarada y te diga que es tu prima Angelita, la monja, no es una sorpresa, es casi como una aparición.

Me pregunta Rafaela, y no es la única, que si se vacuna o no.
Me sorprende la cantidad de engañabobos que existen por estos mundos de Dios, y más aún la cantidad de simples que se asombran ante estos vendedores de nada. Hay gente que ve nombres como Coelho, Gibran, Benedetti, Boff o Frei Betto, de quien vamos a hablar, y se les hace el trasero pepsicola.
Me preguntan por Rafaela. Que si estará enferma. La verdad es que lo que está es harta de coronavirus, de historias, de componendas y tomaduras de pelo. El problema es que cuando se harta, se calla, así que la hartura debe ser mucha.
La primera vez que Rafaela escuchaba la palabreja: Kigali. La pronunció don Jesús en el sermón del domingo, donde, sin saber muy bien a cuento de qué venía, dijo que en estos tiempos era una buena noticia para los católicos y para todo el mundo que la Santa Sede hubiera decidido a adherirse a la enmienda Kigali al protocolo de Montreal, ya que eso garantizaba una mayor protección del medio ambiente y en especial del agujero de ozono.