Esos humos los quiero yo en Despeñaperros. El mayor problema no es D. Custodio Ballester
Años cuarenta. Una cuadrilla de toreros en Atocha metiendo los esportones y el botijo en el expreso de Andalucía. La máquina de vapor a tope soltando humo a chorros y unos pitidos que retumban en medio Madrid. Uno de los banderilleros se acerca al maquinista, y mirando los alardes de la máquina le dice: “esos c…, los quiero yo ver en Despeñaperros”.
No sé qué es de D. Custodio Ballester. Ya saben. Una amable invitación de su cardenal arzobispo para salir de España un curso al menos para terminar su tesis. D. Custodio respondió pidiendo un año sabático para cuidar de su anciana madre, y en ello debe estar.


Pasó lo que se sabía podía pasar. Desde hace tiempo, especialmente desde la publicación de “Amoris Laetitia”, la cosa está entretenida. Y esto no me lo van a negar. Amoris Laetitia ha conseguido el nada despreciable logro de hacer que, no ya obispos y cardenales, sino conferencias episcopales, mantengan posturas diametralmente opuestas sobre el acceso a los sacramentos de los católicos que rompieron su matrimonio canónico y viven una posterior unión more uxorio. Por ejemplo, Wuerl y Burke. Por ejemplo, Malta y Polonia.
Cuando pregunté a los niños si era justo que los que trabajaron apenas una hora cobrasen lo mismo que aquellos que tuvieron que bregar toda la jornada, evidentemente dijeron que no. Seguro que los mayores también lo pensaban, pero no se atreven a proclamarlo en público.
La cosa va a velocidades de vértigo. Barbaridades doctrinales y morales estamos hartos de escucharlas, qué se le va a hacer. Que sor Veneranda nos diga que ponerse la casulla para celebrar es una bobada porque Jesús no tenía una, que Paco, el párroco de San Serenín, afirme que es igual ser musulmán o católico, o que Maripepa, de la iglesia de base más básica, nos instruya con un nuevo concepto teológico según el cual una cosa es el evangelio y otra la doctrina de la Iglesia, se sabe que existe y tampoco tiene mayor trascendencia que la de los cuatro que siguen ahí tirando.