Solo y no de Dios
Recuerdo a Justina con mucho afecto a pesar de los años transcurridos desde su muerte. A la mente me viene una mujer serena, en paz, y con una medio sonrisa permanente yo creo que fruto de su serenidad interior. Acudía a llevarle la comunión de cuando en cuando y siempre estaba sola.
- Pero bueno, ¿otra vez sola?
- Sola sí, pero no de Dios.
Estos días en los pueblos son de especial soledad. A las seis de la tarde es prácticamente de noche y cuando acabo las misas vespertinas, que celebro precisamente a las seis de la tarde, es como si la vida se hubiera refugiado en el último rincón. Acabas la misa, saludas a las de siempre y vuelta a casa. En alguna ocasión todavía acudes a ver a alguien, pero sabiendo que los serranos son de poca visita.