Restricciones de culto. Entre el abuso de unos y la complacencia de otros
El abuso es evidente. Las normas de obligado cumplimiento sobre el uso de los templos católicos que nos llegan desde las diferentes administraciones son del todo disparatadas. En Madrid no tenemos lo peor. Un aforo del 50 % en zonas de incidencia media y un 30 % en zonas de especial riesgo. Me parece razonable.
El hombre tiene derecho y obligación de dar culto a Dios y de hacerlo, en conciencia, de acuerdo con los modos de su propia religión. Los católicos ofrecemos a Dios desde luego sacrificios personales, un culto individual en oración y ofrecimiento de la propia vida y también un culto público, esencial, que debemos defender y sostener con todas las fuerzas y todos los argumentos.
Se entiende que, en estos momentos, sea esencial garantizar dos derechos que pueden encontrarse. Por un lado, el garantizar a los individuos el ejercicio de la libertad religiosa y por otra el hacerlo de forma que no corra peligro la salud pública y se evite todo riesgo de propagación del virus.

En algunos lugares lo de anteponer el artículo al nombre de una persona se considera zafio y de mal gusto. Recuerdo cómo de niño, en mi pueblo, se nos corregía constantemente esa costumbre. Ahora, en mis pueblos, especialmente en Braojos, y más entre gente mayor, se utiliza constantemente. A lo mejor es que se me está pegando. Puede ser. Total, en estos pueblos vivo y mayor me voy haciendo. Disculpas.
Nada de nada. La campaña anticatólica sigue y sigue. Lo triste es que saben que los católicos tragamos con todo sin problemas. ¿Cuántas cruces derribadas? ¿Cuántos derechos conculcados? ¿Es normal que no puedan reunirse más de veinticinco personas en los templos de Castilla León?
Cuando uno era niño de catequesis, había cosas que se aprendían desde el principio y para toda la vida: mandamientos de Dios y de la Iglesia, sacramentos, pecados capitales y obras de misericordia. La verdad es que sabiendo eso uno tenía más que de sobra para conocer y vivir los fundamentos de lo que sería su vida de fe. Eran formulaciones exactas, básicas, evaluables y más que suficientes.
Lo de menos es lo que significan las palabras. Lo verdaderamente importante es saber cuál es la palabra de moda y meterla donde sea y como sea.