Ni pican ni muerden
Para nada, aunque haya gente convencida de ello. Los documentos de la Iglesia, las orientaciones litúrgicas o catequéticas, resulta que ni muerden, ni agreden y además no guardan veneno oculto. Yo creo que si no se leen es por otra causa, quizá por esa autosuficiencia de pensar que todo lo sabemos nosotros, que en Roma son unos ignorantes y que yo me basto y me sobro para saber lo que tenemos que hacer.
Debería ser imprescindible dedicar un tiempo cada día para el estudio, porque muchas de las bobadas que decimos o hacemos se pueden resolver con media horita de lectura. Incluso con bastante menos.

O que están teniendo buena formación y excelente acompañamiento. Quizá sea eso.
Como ustedes ya saben que servidor es un tanto peculiar en sus afirmaciones y criterios, estoy seguro de que no les sorprenderá nada si digo que no espero gran cosa del reciente congreso de laicos.
Me he leído, bien que en una primera lectura apresurada, la exhortación apostólica “Querida Amazonía”.
Muchas veces intentar arreglar las cosas no hace más que ponerlas peor. Cuentan que, en una ocasión, retransmitiendo un concierto, el locutor anunció: “en este momento salen los músicos con su instrumento en la mano”. Silencio y aclaración: “nos referimos a los instrumentos de tocar, naturalmente”. Pues eso, que mejor dejarlo como está.