Para acabar con la Iglesia no necesitamos ayuda. Nos bastamos y sobramos
Amigos me llaman esta mañana preocupados por la deriva de la política española ahora que estamos viviendo un cambio en la presidencia del gobierno que supone un evidente giro hacia la izquierda (y eso que ya lo de derecha e izquierda parece superado por otras cuestiones).
Me dicen que nos pueden pasar cosas. El problema es que no sé si buenas o malas.
Tenemos sin problemas aborto, eutanasia, ideología de género. La economía que parece lo único que va medio decentemente, no consigue que sus frutos lleguen a los más débiles. No voy a seguir. Todos saben cómo están las cosas.

Aquí me parece que estamos confundiendo, de forma completamente deliberada, el trasero con las témporas en la cosa del respeto. Verán por qué saco hoy esto a colación.
Yo no sé si aún seguirá vigente la gramática castellana de mi infancia, aquello de artículo, nombre, adjetivo, pronombre… No sé. Tengo un vago recuerdo en nebulosa de sintagmas y cosas así. En la gramática que yo estudié, que me sigue valiendo, el adjetivo era una cosa que completaba el sustantivo añadiendo propiedades abstractas o concretas del sujeto. Si no soy muy exacto, pido perdón a mis amigos lingüistas.
A lo mejor les parece una cosa sin sentido, pero la iniciativa pastoral más aparentemente boba está teniendo un éxito increíble.
Recuerdo un sacerdote, hace años, en una celebración eucarística. Justo momento de la consagración y unos mozalbetes riendo y bromeando y hasta remedando los gestos del sacerdote. El buen cura paró en seco la celebración y les dijo: “de mí os podéis reír lo que queráis y llamarme de todo, pero que a nadie se le ocurra faltarle al respeto a Dios. Por ahí no paso”.





