Masones. Nada de hermanos, como mucho primos y muy lejanos
Hermano, hermano, si nos remontamos al mismísimo origen, soy hermano de aquel negrito del África tropical, de la viuda incinerada a la fuerza en la India, de Gandhi y de Lenin, de Buda y Mahoma, Lutero y Calvino, santa María Goretti y Mata Hari, incluso soy hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol, y del sol.
Así da gusto ser hermano de quien haga falta. Lo mismo me da el último paramecio, la estrella más lejana, la bacteria de mi postrera infección, el dictador de Corea del Norte, el más pequeño de los chinitos, el mayor de los batusis, la trufa más codiciada o la peor de las amanitas. Todos somos creaturas de Dios y desde ese punto de vista, de alguna manera hermanos como lo somos del hermano sol, el hermano lobo, la hermana agua y la hermana muerte, amén.

Cada día me asombro más no de la falta de formación de los católicos, sino de la pura y simple de formación en cuestiones de fe.
Creo que ni los más optimistas esperábamos llegar aquí, porque mañana miércoles, día 17 de febrero, celebramos en la parroquia el tercer aniversario de la puesta en marcha de la capilla de adoración perpetua.
Hace ahora cinco años, la actual portavoz del ayuntamiento de Madrid, doña
Funcionamos por puro mimetismo. Da igual la publicidad de una gran empresa que los últimos cursos monográficos en una universidad. Se pone una cosa de moda y ¡hale! todo el mundo a hablar de ello, al punto de que si no lo haces parece que has perdido el último tren.





