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8.09.23

Javier Manzano profundiza en la importancia de los autos sacramentales en el Siglo de Oro español

Javier Manzano Franco (Sevilla, 1987) es licenciado en Filología Hispánica y cursó el Máster de Estudios Hispánicos Superiores de la Universidad de Sevilla. Siendo estudiante colaboró con el Grupo PASO (Poesía Andaluza del Siglo de Oro) en la elaboración del contenido de las webs de Novela Pastoril y Fernando de Herrera de la Biblioteca Cervantes Virtual. Más tarde colaboró con el Grupo LitesCo en calidad de asistente honorario. En 2014 se publicó su edición crítica de Delirium tremens, libro de poesía del olvidado bohemio leonés Pedro Barrantes (1863?-1912).

¿Qué es un auto sacramental?

El auto sacramental es una obra teatral escrita en un solo acto, de intención didáctica y cuyo tema principal (aunque no siempre el único) es la exaltación del Misterio de la Eucaristía. Otra característica definitoria es que el conflicto que pone sobre las tablas es una alegoría, protagonizada casi siempre por abstracciones personificadas (la Fe, la Razón, la Culpa, la Discreción…), personajes arquetípicos (el Rey, el Niño, el Rico…) o simbólicos (por ejemplo, personajes de la mitología griega que en realidad simbolizan virtudes o vicios). Aunque el tema eucarístico es el predominante en los autos sacramentales, también pueden aparecer temas teológicos secundarios como los relacionados con la mariología en los llamados autos marianos. Lo que sí define claramente el auto sacramental es su vinculación a la Solemnidad del Corpus Christi, pues era un subgénero teatral que se escribía para ser representado expresamente en esa fiesta y no en ninguna otra ocasión.

¿Cuáles son sus orígenes?

En 1264 el Papa Urbano IV establece la fiesta del Corpus Christi, la cual será impulsada por Papas posteriores como Juan XXII, quien manda en 1317 hacer procesiones del Santísimo Sacramento. Junto a estas, se van celebrando también cada año representaciones todavía muy rudimentarias, prácticamente juglarescas, que poco a poco van alcanzando mayor complejidad técnica. En el Corpus de 1424 aparecen ante don Alfonso el Magnánimo en Barcelona una serie de representaciones breves en cadena a modo de retablo, y a finales del XV también son comunes estos “juegos”, como se los llama, en Toledo y Oviedo. Pero el que se considera el primer auto sacramental que se conserva escrito es la Farsa sacramental (1520?) de Hernán López de Yanguas, seguida de otra Farsa sacramental (1521) anónima que Cotarelo atribuyó al mismo autor. A mitad de siglo se publica Recopilación en metro (1554), la obra dramática deDiego Sánchez de Badajoz que incluye diez piezas alegóricas como la Farsa racional del libre albedrío o la Farsa de la Iglesia. Por último, el Códice de autos viejos (1550-1578), valiosísima colección de autos religiosos del siglo XVI, contiene algunas piezas que pueden considerarse autos sacramentales primitivos.

Sin duda una bellísima expresión de la visión teocéntrica del hombre medieval…

No sé si se puede calificar el barroco de teocéntrico, pero desde luego es en este período cuando se produce una crisis del antropocentrismo. Las teorías heliocéntricas de Copérnico y Kepler dejan al descubierto que el hombre no es el centro del universo, y las hambrunas, pestes y guerras que asolan Europa derrumban el optimismo humanista. El hombre barroco tiene como principal virtud el desengaño y concibe la vida como un sueño y el mundo como un gran teatro, sombras vanas que se disuelven en un abrir y cerrar de ojos y tras de las cuales está la vida verdadera, que es la del más allá. De esto trata el que es sin duda el auto sacramental más célebre de Calderón y en general de toda la literatura española: El gran teatro del mundo (1655). En él, un Autor o director de una compañía de teatro (Dios) da instrucciones al Mundo para contratar actores que representarán distintos estamentos sociales: Rey, pobre, rico, campesino, religiosa, etc. Solo hay una regla de interpretación: “Obrar bien, que Dios es Dios”. Al final de la función (la vida), los actores se presentan ante el Autor, quien los enviará al infierno, al purgatorio, al limbo o al cielo a disfrutar por siempre del Banquete de la Eucaristía.

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