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4.09.23

Robbie relata sus luchas para dejar la pornografía y la adicción al sexo desordenado

Robbie estudió la licenciatura en docencia de inglés. Es sub-director en un instituto católico de nivel preparatoria. Tiene un testimonio muy potente de conversión, que puede ayudar a muchas personas que están atrapadas en graves desórdenes contra el sexto mandamiento. Ciertamente no es fácil salir del vicio, pero con la ayuda de Dios se puede escapar de las garras de Satanás.

¿Cuáles fueron las circunstancias de su vida para que viviese su afectividad desde la homosexualidad?

Nací en un hogar en el cual mis padres estaban distraídos. Fueron lo mejor que las circunstancias de su matrimonio permitieron. Crecí en una familia en la cual se dieron diferentes realidades dolorosas en el matrimonio de mis padres, infidelidades, exceso de alcohol o vicio de apuestas. No tuve padres malos, simplemente estaban distraídos de las diferentes circunstancias que pueden afectar a los hijos.

En la escuela primaria, cerca de la edad de los 8 o 9 años, tuve mi primera experiencia visual con el sexo opuesto, una amiguita de mi edad que me mostro sus partes íntimas para que las tocara. Al poco tiempo después tuve otra mala experiencia visual con una amiga de la abuela de un amigo. Mientras le cortaba el pelo a mi amigo, ella pasaba a mi lado y me mostraba su ropa interior. Estas malas experiencias fueron alimentando una atracción al mismo sexo, sumado al hecho de ser el único varón en un hogar con 3 hermanas y una mayor convivencia con mi madre que con mi padre.

Ya por ahí de los 11-12 años, tuve la experiencia más fuerte en mi niñez, los tocamientos de un primo las noches que nos reuníamos para jugar videojuegos todos los primos. Al inicio, recuerdo que no supe como reaccionar. No era un tema que se tratara con mis padres. No hablábamos nunca de los temas sexuales ni el que había que hacer en caso de que algo así sucediera. Así que mi reacción al tocamiento no buscado, fue simplemente el aparentar que estaba dormido, solamente que mi cuerpo reaccionó. Los tocamientos continuaron durante un año, aproximadamente.

Todo lo anterior, me llevó a una hipersexualidad que a tan temprana edad no pude controlar. Caí en una especie de adicción a la pornografía, a la masturbación y todo lo relacionado con el sexo. Esto me llevó a mi primera relación sexual con otro “hombre” a mis 14-15 años. Era un amigo de la familia. Fue allí donde inicié mi caminar profundo y prolongado en el mundo de la homosexualidad. Un camino en el cual andaría cerca de 7 u 8 años. Un camino en el cual también creí que amaba, que “el amor era amor”, que Dios incluso nos había hecho así, un camino en el cual aprendí que uno puede creer, real y profundamente, que lo que se “siente” es verdad y real. Pero, llegaría el día en el que Dios iluminaría mis oscuridades, aquellas que necesitan colores y luces para anestesiarlas, llegaría el día en el que Dios silenciaría la falsa algarabía y música para permitirme escuchar su voz, llegaría el día en el que incluso me permitiría sentir el dolor que mis actos le causaban en su corazón. Y sería ese momento, en el cual iniciaría mi conversión.

¿Cómo fue ese proceso de conversión a la fe?

Comenzó con un sacerdote, el Padre Gustavo. Iniciaría todo con una invitación a un retiro de jóvenes en el cuál me abriría un poco a saber quien realmente es Dios. Es aquí donde resalto la importancia de tener sacerdotes que inviten a la conversión, sacerdotes que vayan tras las ovejas perdidas, no para dejarlas en su pecado, sino para mostrarles al Verdadero Dios por quien se vive. Sacerdotes que no callen la Verdad ante un mundo que ama la mentira. Todo inició allí, en un encuentro con Dios. Un encuentro en el cuál conocí al Dios verdadero, pero que en mi humanidad y pecado, lo desfiguraría para hacerlo algo que se adecuara a lo que yo quería vivir.

Pero tras un primer acercamiento a Dios quiso poder compatibilizar ambas cosas…

Mi desfigurar a Cristo, me llevaría a convertirme en un “católico homosexual”. Recordemos que el demonio clava sus garras más fuertemente cuando Dios está rescatando a sus hijos. Mi pecado y el aferramiento a lo que yo llamaba “amor” me llevó a incluso acudir a Misa y orar a Dios para que el mundo entendiera que mi estilo de “vida” no era malo, que Dios así nos había hecho, que el vivir en la homosexualidad no era pecado y que sí era “amor”. Mi oración iba enfocada a que el mundo nos entendiera, nos aceptara y abrazara nuestra homosexualidad. Dios respondió a mi oración, pero de una manera que no esperaba. Una manera que me doblaría las rodillas, me tiraría al piso, y me haría voltear hacia Él.

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