(CNA/InfoCatólica) En Siria, país marcado por años de guerra, destrucción y persecución, los cristianos han celebrado la Navidad con un profundo espíritu de esperanza que no ignora la dura realidad que aún los rodea. Pese a los persistentes temores de inseguridad, las comunidades cristianas han organizado diversas actividades para proclamar públicamente la alegría del Nacimiento del Señor y fortalecer los lazos de fe y fraternidad entre los fieles.
En Damasco, el Cuerpo de Scouts Melquitas Romanos «Olive» organizó un colorido carnaval navideño en las antiguas calles de la ciudad. Centenares de participantes desfilaron con figuras propias de la Navidad, vehículos decorados, bandas musicales y símbolos eclesiales junto a banderas nacionales. El archimandrita Michel Deirani explicó que estas iniciativas buscan «plantar alegría en los corazones de los niños y ayudarles a vivir en paz, superando los efectos de las guerras y los tumultos que han cargado al mundo».
Las celebraciones se extendieron también a otras regiones del país. En la aldea de Qinniyeh, situada en el campo de Idlib, se encendieron por primera vez en 14 años un árbol de Navidad y un belén, signos visibles de una fe que ha resistido el silencio forzado y la violencia prolongada. En Tartous, por su parte, se inauguró un mercado navideño impulsado por una iniciativa no eclesial, que reunió a numerosos habitantes en un ambiente festivo.
El tradicional «Joy Choir» ofreció conciertos de villancicos en Damasco y en Yabroud, dejando una impresión positiva entre los asistentes. El jefe interino de la delegación de la Unión Europea en Siria, Michael Ohnmacht, afirmó que el coro «es fiel a su nombre» y refleja una imagen auténtica del país en este tiempo navideño.
Sin embargo, la celebración no estuvo exenta de episodios preocupantes. En el distrito de Al-Adawiya, en la ciudad de Homs, un árbol de Navidad fue incendiado, y se intentó provocar un acto similar en Al-Qusayr. Además, se denunció el robo de una estatua de bronce de san Pablo en el barrio de Bab Kisan, en Damasco. Estos hechos recuerdan que la seguridad sigue siendo frágil y que la presencia cristiana continúa siendo vulnerable.
Durante las fiestas también generó polémica una publicación en redes sociales del director general de la Organización General Siria de Libros, Wael Hamza, en la que pidió expresamente no ser felicitado por la Navidad, una postura inusual para un alto funcionario en un país donde tradicionalmente se respetan las celebraciones cristianas.
La Iglesia siria mantuvo asimismo viva la memoria de sus mártires. El patriarca ortodoxo griego Juan X Yazigi visitó la iglesia de Mar Elías, en el barrio damasceno de Doueilaa, que había sido objeto de un atentado con bomba, para supervisar los trabajos de rehabilitación del templo.
Aunque recientemente se han levantado algunas sanciones internacionales, Siria continúa bajo vigilancia por parte de Estados Unidos en cuestiones relacionadas con el terrorismo, la salida de combatientes extranjeros y la protección de las minorías. En este contexto, 134 congresistas republicanos firmaron una declaración comprometiéndose a supervisar al nuevo gobierno sirio y a exigir que las violaciones contra cristianos y otras minorías «dejen de ocurrir».
En una nación donde la inseguridad ha marcado la vida cotidiana durante años, la Navidad se convierte para los cristianos sirios no solo en una celebración litúrgica, sino en un poderoso testimonio de fe, resistencia y esperanza en Cristo, la Luz que brilla incluso en medio de las tinieblas.








