(Infobae/InfoCatólica) La censura vuelve a irrumpir con fuerza en China, quien no solo es a menudo noticia por su persecución a los cristianos y otras minorías religiosas, sino que esta vez lo hace acallando a los médicos y prohibiéndoles que hablen sobre el coronavirus.
Para ocultar cualquier información sobre el inicio del coronavirus, China ha tomado medidas drásticas y ahora impone la pena de muerte como castigo a los médicos que divulguen cualquier información del tema.
El régimen de Xi Jinping no quiere que los doctores presentes en las primeras atenciones del virus colaboren con la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni con cualquier investigación al respecto.
Así que les ha prohibido decir ni una palabra. Según la agencia japonesa Kyodo, «las autoridades de China emitieron una orden de mordaza sobre el virus a los médicos en Wuhan».
Con esta medida recordamos a Li Wenliang, el médico que fuera silenciado por haber alertado en diciembre a otros colegas, sobre un nuevo virus que estaba matando decenas de pacientes en el Hospital Central de Wuhan, la ciudad donde se cree que nació el Sars-CoV-2.
Dice la agencia: «Las autoridades chinas advirtieron a los médicos que respondieron al nuevo coronavirus en la etapa inicial del brote en Wuhan, que podrían ser castigados por espionaje si revelaban lo que sucedió durante el período.
También se instó a los trabajadores médicos de la ciudad del centro de China, a no hablar en absoluto sobre la situación en ese momento, dijeron las fuentes bajo condición de anonimato.
Tales movimientos subrayan cómo el liderazgo del presidente chino Xi Jinping, que ha sido objeto de críticas internacionales por permitir que el virus se propague al mundo debido a la demora en su respuesta inicial, trató de encubrir el brote en Wuhan. El gobierno chino liderado por los comunistas puede estar intentando evitar una investigación externa sobre los orígenes del virus, lo que genera preocupación de que se entorpezca el esclarecimiento de cómo ocurrió la pandemia».
Aunque es obvia la opresión y todos recuerdan a Li Wenliang, cuya historia de silenciamiento se conoció después de su muerte, la protesta solo llega a las redes sociales y el régimen sigue aplicando castigos impunemente, esta vez la pena de muerte.