18.09.20

Ley de eutanasia: ¿Más muerte?

Estamos atravesando una circunstancia espantosa, horrible. La pandemia del coronavirus se está cebando de un modo muy especial con la población más vulnerable por edad y/o enfermedad. A esa catástrofe se deben añadir los daños colaterales: personas que sufren o mueren por una atención que, en términos generales, es peor.

Las cifras de la siega que todos estos factores ha cosechado es pavorosa; especialmente en las residencias de ancianos. Hay de todo. Algunas han respondido muy bien, otras regular y otras muy mal. Pero no cabe duda de que hay que “humanizar” más el trato a las personas mayores. Se humanizan las calles. Se lucha por el bienestar animal. ¿Y las personas mayores, qué? ¿Qué garantías tienen – y tiene la sociedad – de que son tratadas en conformidad con su dignidad de personas?

Estas dudas deberían llevarnos a arrimar el hombro; a mejorar las cosas. Pero no. Algunos siguen con lo mismo, con lo suyo: favorecer y ampliar la cultura de la muerte. Algunos – siempre serán demasiados – quieren convertir lo que llaman “eutanasia” en un derecho. O sea, en algo que exige, por parte de los demás, de la sociedad, de las leyes, el cumplimiento de una obligación.

Si alguien pide ser eliminado físicamente, los demás – la sociedad, las leyes, etc. – tendrían la obligación de eliminarlo físicamente. De matarlo, para hablar con claridad. Un “derecho” de este estilo es aberrante, pues pretende generar obligaciones aberrantes. Pretende obligar  a que otros – los demás – se conviertan, de modo activo o pasivo, en homicidas o en consentidores del homicidio.

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13.09.20

Tres citas de teólogos

Merece la pena leer teología, buena teología. Como Dios no abandona a su pueblo, tampoco lo deja desasistido de teólogos. Por razones “profesionales” – yo mismo soy profesor de teología – he dedicado una buena parte del verano a leer a fondo algunos textos sobre teología fundamental y liturgia.

He leído a Joseph Ratzinger. Es una empresa que nunca defrauda. Ratzinger tiene la capacidad de facilitar que quien lea sus obras pueda entenderlo. Además, permite que se siga su razonamiento, muy claro y distinto. Y, en el colmo de la cortesía, de vez en cuando incluye un breve párrafo en el que, sintéticamente, dice todo lo que ha argumentado sin que sobre ni una coma.

He leído también, y no es la primera vez que lo hago, a un autor genial, Pierangelo Sequeri. No es claro y distinto, es retórico y alambicado, a mi humilde entender. Pero es un maestro. Si uno hace el esfuerzo, no pequeño, de seguirle frase a frase, palabra a palabra, razonamiento a razonamiento, no se verá defraudado. Tiene la lucidez de hacer ver lo que uno sospechaba, e incluso lo que no sospechaba en absoluto, pero en cualquier caso, lo que no se puede desechar como irrelevante.

El tercero es un teólogo español, yo creo que de enorme categoría: José Granados. Su libro “Teología de los misterios de la vida de Jesús. Ensayo de cristología soteriológica” es, en mi opinión, de lectura obligatoria. Es claro y brillante. También debo recomendar su “Tratado general de los sacramentos” (BAC, Madrid 2017).

Y voy a las citas. A los textos. El primero de J. Ratzinger. Nos dice, en síntesis, que participar en la liturgia de la Iglesia significa insertar nuestra relación con Dios en el lugar concreto en que Dios nos sale al encuentro. Es un modo de responder a la pregunta ¿por qué ir a Misa cada domingo?:

“orar en la Iglesia y en la cercanía del sacramento eucarístico es insertar nuestra relación con Dios en el misterio de la Iglesia como lugar concreto en el que Dios nos sale al encuentro. Y este es a fin de cuentas el sentido cabal de ir a la iglesia: la inserción de mi propio ser en la historia de Dios con los hombres, la única en la que yo en cuanto hombre tengo mi verdadera existencia humana, la única que me abre por tanto al verdadero lugar de mi encuentro con el amor eterno de Dios. Efectivamente, este amor no busca solo un espíritu aislado, que sería solo […] un fantasma en relación con la realidad del hombre, sino que busca al hombre todo, en el cuerpo de su historicidad, y le regala, en los signos sagrados de los sacramentos, una garantía de la respuesta divina en la que la pregunta abierta de la existencia humana alcanza su meta y su cumplimiento” (J. Raztinger, “Obras Completas”. XI. Teología de la liturgia, p. 152).

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Un programa de la TVG: Polo camiño da fe

“Polo camiño da fe” (“Por el camino de la fe”) es un programa de la Televisión de Galicia. Lo dirige con gran maestría el sacerdote Manuel Ángel Blanco.

Con ocasión de los 50 años de 14 parroquias de Vigo – entre ellas, la mía, la Parroquia de San Pablo – la TVG acaba de emitir, este domingo, un reportaje muy interesante. No solo por los testimonios: del obispo, don Luis Quinteiro, del delegado de medios de comunicación social, Alberto Cuevas, y de otros sacerdotes, sino también por las imágenes – muy cuidadas – y por el relato, realista y esperanzado.

Si alguien tiene interés, podrá verlo haciendo “clic” en este enlace. Mayoritariamente se habla en lengua gallega, que es algo así como castellano antiguo. Se entiende todo perfectamente bien. El euskera es difícil, pero el catalán y el gallego resultan asequibles a cualquier hablante del español.

Fugazmente podrán ver el interior de mi parroquia, y hasta a mí, con mascarilla incluida. Esto último es, obviamente, lo de menos.

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10.09.20

¿La Iglesia pospandemia?

La “Iglesia pospandemia”, o “poscoranavirus”, no existe, porque seguimos en la pandemia ocasionada por el Covid-19. No estamos en el “después”, estamos en el “todavía”.

A lo sumo podemos hablar, por ahora, de un “posconfinamiento”, tras los meses de marzo y abril en los que las posibilidades de salir de casa, de reunirse, y hasta de participar en los actos de culto han estado muy limitadas. En el caso de la participación en los actos de culto, muy limitadas en teoría y casi totalmente limitadas en la práctica.

El cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y Presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea, comentaba en una entrevista que “todos los que ya no venían a Misa, porque venían solo por motivos culturales, esos ‘católicos culturales’, de izquierda y derecha, ya no vendrán”. Parece obvio: si alguien ya no venía, no cabe esperar que, si nada cambia, vendrá.

Quizá algunos venían “solo por motivos culturales”. Entiendo que se refiere el cardenal a quienes por costumbre asistían ocasionalmente a algún acto litúrgico católico: un funeral, una boda o un acontecimiento similar. A las personas que participaban de la religión como un acto social – cuando participar en los actos religiosos estaba bien visto- Newman los veía como seguidores de una “religión literaria”. Una práctica que no incidía en absoluto en sus vidas. Cumplían, simplemente, con las buenas costumbres.

No es malo que las costumbres, que los usos sociales, que la cultura, respalden la práctica de la fe. Es bueno y es lo normal, ya que la fe tiende a crear cultura. Pero si la fe decae, más pronto o más tarde pierde su sentido la cultura que ha sido animada por la fe; se convierte en una especie de cadáver cultural, de mascarada fúnebre, de celebración que olvidó, trágicamente, su porqué y su para qué.

Frente a la “religión literaria”, de costumbres sociales, relativamente superficial, Newman hacía hincapié en la “fe real”; es decir, en aquella que incide en la vida y que la transforma; en aquella que compromete al hombre en la totalidad de su ser: creencias, comportamientos, plegarias y práctica ritual. La “religión literaria” es de caballeros bien considerados, la “fe real” es de mártires.

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8.09.20

Sobre una oración a san Telmo

Es conocida la oración a san Telmo que comienza con estas palabras: “Gloriosísimo san Telmo, celestial patrono de la ciudad y diócesis de Tui; desde el sitial altísimo que ocupas en el Cielo, mira hacia nosotros y extiende tu mirada…”

En la “Novena a san Telmo” escrita por mí (Guillermo Juan Morado, Novena a san Telmo, CCS, colección Mesa y Palabra 23, Madrid 2009, 68 páginas; ISBN 978-84-9842-305-1), se incluyó esta oración al final del opúsculo en la sección de “oraciones y cantos”.

Por error atribuí el texto de esta plegaria a fray José López Ortiz, obispo de Tui-Vigo (en algunos ejemplares, por exceso de celo de algún corrector, figura incluso como “obispo emérito de Tui-Vigo”, cosa que nunca fue). En realidad el texto de la oración es anterior al pontificado tudense de Mons. López Ortiz. He podido ver una fotocopia de esta misma oración en una estampa de 1936, siendo obispo de Tui D. Antonio García García.

¿De dónde ha venido mi error? De confundir la concesión de indulgencias por el rezo de la plegaria que otorgaban los obispos con la autoría del texto. Por ejemplo, la estampa de 1936 contiene una nota final: “Cincuenta días de Indulgencia por cada vez que se rece devotamente en estado de gracia. + ANTONIO, Obispo de Tuy”. Y en las estampas que yo estaba acostumbrado a ver, se lee al final: “Indulgencia Parcial. FR. JOSÉ, Obispo de Tuy-Vigo”. Parece claro que lo que firma cada obispo es solo la concesión de la indulgencia y no – como yo pensé en su momento – también el texto de la oración.

Entre el texto de la plegaria “indulgenciada” por D. Antonio y el de la “indulgenciada” por Fray José se observa, además de algún retoque secundario, una diferencia. En la de D. Antonio se dice: “no olvides tampoco las bondades de todo género que durante siete centurias de celestial patrocinio…”; en cambio, en la indulgenciada por Fray José se dice: “las bondades de todo género que durante ocho centurias…”.

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