La serenidad del papa León

La solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo trae a nuestra mente la iglesia de Roma, de la que son patronos. La comunidad cristiana consideró a estos dos apóstoles como una especie de contrapeso de Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma. También evoca esta festividad la figura del papa, sucesor de Pedro y obispo de Roma. En las parroquias se hará una colecta, llamada del “óbolo de san Pedro”, que tiene la finalidad de sostener la misión del santo padre y las numerosas obras caritativas que dependen de él.

Desde el 8 de mayo de 2025 el papa es León XIV, el estadounidense y peruano Robert Prevost, nacido en Chicago en 1955. Religioso agustino, matemático, filósofo, teólogo, doctor en Derecho canónico, políglota, misionero y con experiencia de gobierno en su orden, en la diócesis de Chiclayo y en el Dicasterio para los Obispos. Realmente, un currículo impresionante y completo. Personas que lo conocen desde hace tiempo dan fe de su espiritualidad, inteligencia y sencillez de trato.

La cualidad que más me llama la atención del papa es su serenidad, su calma, su sosiego, su aplomo, su moderación. Su presencia ha tranquilizado a la Iglesia, a la que, por otra parte, nunca le faltan turbulencias en su navegación por la historia. Como tampoco le faltan a la humanidad en su conjunto, que parece, en demasiadas ocasiones, gobernada por locos sin ningún tipo de escrúpulo o freno moral. En medio de este panorama borrascoso, León XIV se erige como un faro de sensatez, como un referente de paz.

En algunos relojes de sol figuraba una leyenda en latín, cuya traducción sería: «No cuento sino las horas serenas». Amado Nervo evoca esta sabia frase en un texto suyo: «Rememora, por tanto, en la Serenidad, tus días de dolor; pero nunca pienses en las horas de ira, de encono, de turbulencia que hayan sacudido tu espíritu, pues lo sacudirán de nuevo con su solo recuerdo. Haz, en cambio, noche a noche, el inventario de los minutos bellos, buenos, agradables; de los ratos plácidos que la Vida te haya otorgado en las dieciséis horas de la vigilia, y fórmate con ellos un ramillete de flores para perfumar tu sueño. Esta actitud te dará alegría, paz. Tu último pensamiento antes de dormirte será así de gratitud. Y si el recuerdo de alguna hora de impaciencia, de cólera, de despecho, viene a atormentarte, procura apartarlo dulcemente, y dile a tu memoria lo que el célebre cuadrante solar de Pisa, construido por Marco Salvadori, ostenta como inscripción: “Horas non numero nisi serenas”».

La serenidad del papa León se ha mostrado de modo peculiar en dos momentos: en el jubileo de la Santa Sede, celebrado el 9 de junio de 2025, en el que el papa encabezaba la procesión hacia San Pedro portando la cruz del Jubileo y en el domingo del Corpus Christi, el pasado 22 de junio, llevando la custodia con el Santísimo Sacramento por la Via Merulana, que conecta la Basílica Lateranense con la de Santa María Mayor. En ambos casos, la imagen era idéntica: la persona del papa casi desaparecía tras la señal de Cristo, la santa cruz, y tras la Eucaristía, sacramento de la presencia del Señor. Un papa que pone su persona, sin protagonismos de ningún tipo, al servicio de su ministerio, de su oficio de vicario de Cristo, a quien representa sin pretender sustituirlo. Esa imagen permite albergar esperanza.

Guillermo Juan-Morado.

Publicado en Atlántico Diario.

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