25.04.13

Mi primera Santa Misa en Swahili

Queridos Amigos:

Tengo muchas cosas para contar todavía de la misión, pero me había comprometido a escribirles cuando celebrara mi primera misa en Swahili, así los hacía participar de mi acción de gracias. Nunca pensé, realmente que tan pronto iba a suceder. Pero realmente puedo decir que han sido los planes de Dios y no los míos.

Tengo que escribirles sobre esto, porque así como para un sacerdote nuevo, la primera misa es tan especial, y es una sola vez en la vida; yo ahora también puedo decir, que no todos los días se celebra una primera misa en swahili, y merece entonces que lo comparta.

Teníamos pensado, con el P. Johntin, que el miércoles de ceniza celebrara mi primera misa para la gente, con imposición de cenizas. De esa manera, él podía ir a otras dos comunidades, y así ayudar a que la gente comience mejor esta cuaresma. De paso que los catequistas de las 46 capillas se repartirían por esas tres misas, y a la tarde podían hacer una liturgia de la palabra en los distintos centros.

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21.04.13

“¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos?”

Querida Amigos:

Les agradezco a todos sus saludos, y especialmente sus oraciones. Muchos me preguntaban si ya estaba en mi nuevo destino, recordando mas o menos la fecha en que les había dicho que viajaba.

Me parece que lo mejor será contar algo de estos primeros días de misión… y mi primer contacto con África, y especialmente con nuestra misión aquí en Ushetu.

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En estos momentos es la hora de la siesta… pero digamos, de la siesta Argentina, porque aquí no duermen la siesta. Hace calor, pero no es tan agobiante como uno podría creer, al menos en esta época del año. Tal vez para estar afuera, o estar trabajando, sería un verdadero calor. Ahora aquí en la casa tenemos unos 31º mas o menos. Estamos en la estación de las lluvias, pero se el agua se está haciendo rogar. Uno espera una de esas lluvias que ha visto en los documentales de Serengeti, por ejemplo, pero por ahora no ha sido así. La primera noche que dormí en Tanzania, en la parroquia de Isaka, donde nos alojaron muy gentilmente unos sacerdotes de la India, cayó en verdadero aguacero. Desde entonces, hace cinco días, no ha llovido. La gente lo espera ansiosamente, porque el tema es que es el momento de que todo lo plantado crezca y se lo pueda cosechar. Después vienen los seis meses de sequía, donde todo queda amarillo, y no sobrevive nada, salvo los árboles. Hoy rezamos la misa para pedir esta bendición de Dios. Ahora se están amontonando algunas nubes cargaditas… Dios quiera.

No quiero cansarlos con descripciones que no son tan importantes, sin embargo satisfacen la curiosidad de muchos que preguntan por el clima y otras cosas. Tal vez en otras cartas les cuente algo mas de eso. Ahora recuerdo un par de crónicas del P. Segundo Llorente en que lo describía con detalle todo, pero que luego, cuando le volvían a preguntar, simplemente los remitía a la lectura de lo ya escrito. Creo que algunas vez podré contarles algo mas sobre el clima, las comidas, los animales, el paisaje, el idioma, nuestra casa, etc. Hay tiempo.

Para llegar a la parroquia de Ushetu, donde está nuestra misión y de las hermanas Servidoras, el viaje es mas o menos así: el vuelo de cabotaje sale de la capital, Dar El Salaam, hacia Mwanza. No piensen en aeropuertos internacionales como los de otros lados… uno antes de hacer el check in debe esperar en una parte del aeropuerto que es al aire libre… es decir, a la sombra, pero abierto… algo realmente nuevo para mi. Y si así era el aeropuerto de la capital… imaginen el de Mwanza. Sin exagerar, es como la terminal vieja de San Rafael… y la gente se amontona en una pequeñísima habitación para retirar el equipaje.

Allí me esperaba el P. Johntin, con su característica risa contagiosa, y efusivos saludos. Realmente fue una alegría muy grande encontrarlo allí… Sobre todo porque hacía un día que venía viajando solo por lugares de lengua incomprensible. En estos lugares uno valora tanto a los amigos y conocidos.

La ciudad de Mwanza está a orillas del Lago Victoria, así que cuando nos dirigimos hacia la ciudad íbamos bordeando este hermoso e inmenso lago. Hicimos un paso muy breve por Mwanza para almorzar y seguir viaje. La ruta desde Mwanza a Kahama es asfaltada y está bastante buena, pero hay que manejar con muchísimo cuidado porque siempre hay gente, bicicletas, motos y animales junto a la ruta, y a veces, en la ruta. El paisaje siempre muy lindo y muy verde en esta época. Por los que me preguntaron si había visto algún elefante o algo así, les digo que no. Soy sincero, es verdad que hubiera sido lindo poder poner en una crónica algo así de extravagante, y agregarle un color de aventura. Pero no, para hacer Safaris, hay que ir a los parques nacionales o campo adentro. Esos animales no andan en los lugares tan poblados como estos. ¡Se imaginan! Si se te para uno en la ruta, no habría como moverlo… ni esquivarlo. Menos mal que están en los parques nacionales. No hay lugar donde no hayan casas y gente, o cultivos y animales… al menos por donde nosotros hemos andado.

Luego de cuatro horas de viaje en camioneta llegamos a la parroquia donde dormimos esa noche, y al otro día salimos hacia Kahama, que es la ciudad mas importante que tenemos cerca de la misión, y donde reside el obispo de nuestra Diócesis. Fuimos a visitarlo y a presentarme. Mons. Josef Minde nos recibió muy gentil y muy brevemente. Le pude obsequiar un vino que traje de Argentina… o mejor dicho, un “vinazo”… que me regaló un tío que sabe mucho del tema; también le di una imagen artesanal de la Virgen, hecha en mármol ónix de San Luis; y finalmente un CD grabado por las hermanas del Monasterio de Argentina. Agradeció mucho y nos despedimos con la promesa de vernos después de dos días, porque él tenía que venir a nuestra misión tres días después, a la inauguración del jardín de infantes de las hermanas.

Podemos decir que entonces comenzó la aventura… Desde Kahama a Ushetu se recorren dos horas de camino de tierra, muy malo… y no exagero al decir que veníamos a los saltos. Pasamos por algunas iglesias de parroquias vecinas que estaban junto al camino, hasta ingresar en el territorio de nuestra misión. El obispo mismo dijo en la misa cuando estuvo aquí, que “es la parroquia más alejada de su diócesis”. Nuevamente repito que los paisajes en esta época son muy bonitos, muy verdes, muchos cultivos (arroz, maíz, tabaco, girasol, maní, etc.), muchos árboles y palmeras. De vez en cuando aparecían esas rocas grandes y anaranjadas para agregar más diversidad y belleza.

Al llegar a la parroquia, el P. Johntin comenzó a dar bocinazos, que atrajeron las miradas de todos los que estaban por allí y se acercaron a saludar. Ahí ya comencé a sentirme completamente mudo… se me trababa hasta el saludo tan practicado… pero es verdad que uno comienza a tartamudear desde el primer día… Por gracia de Dios ellos son muy buenos, y se alegran mucho de ver al sacerdote, de recibir un nuevo misionero. Todos se acercan a saludar y dar la mano. Los niños son muy simpáticos y buenos… y no tienen vergüenza de saludar… salvo algún que otro pequeño que al ver a un blanco se pone a llorar como si viera un fantasma, pero no son tantos.

Y bien, aquí estamos, en casa… mi nueva casa. Espaciosa, grande… Pero sobre todo, mi nueva casa… con nuevos hermanos… con nuevos hijos. Hijos que espero poder ir conociendo y amando cada vez mas. De todos modos me basta con saber que Cristo murió por ellos para que yo trate con todas mis fuerzas de hacer lo mismo.

Pensando en esto fue tal vez que me emocioné mucho en la misa del Domingo 20, en la que el P. Johntin me presentó a los feligreses. Venía emocionado desde el principio, al verlos cantar con tantas ganas y participando con tanta devoción, a su manera, con muchos cantos y mucho ritmo… algo tan nuevo para mí. Tal vez se suma que la despedida de los seres queridos estaba tan cercana, junto al hecho de que uno escucha hablar alrededor de uno y no puede entender ni una sola palabra… o mejor dicho no distingue palabras sino sólo sonidos. En el momento de la doxología (“Por Cristo, con Él, y en Él…”) se me vinieron a la mente las palabras de San Agustín: “Mira bien el banquete que se te ofrece, porque tú tendrás que preparar algo semejante”.Cristo se dio todo, se sigue dando, en cada Misa, en cada Sacrificio del altar, nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre… tengo que estar atento de preparar yo lo mismo, debo imitarlo en todo, preparar un banquete similar… darme cada día como alimento a los demás, como decía del Beato Chevrier, “el sacerdote es un hombre que se da como alimento”. Le pedí esa gracia a Dios y a la Virgen en la primera misa en la misión… concelebrada por supuesto. Cuando celebre mi primera misa en Swahili, les cuento para que se unan a mi Te Deum.

El P. Johntin me había pedido que les dirigiera unas palabras a los fieles al final de la misa, y él traducía. Yo estaba realmente emocionado, y casi que no pude. Los que me conocen, saben a qué me refiero… lo que les dije fue más o menos esto: “No hablo nada de Swahili, y espero poder aprenderlo pronto. Haré todo el esfuerzo y les pido que me tengan paciencia. Es mi deseo quedarme para siempre con ustedes. Cristo una vez que lo buscaban su Madre y parientes, preguntó: ¿Quiénes son mi Madre y mis hermanos?… Lo mismo me pregunto yo ahora, y respondo que ustedes son mi padre, mi madre, mis hermanos y mis hijos”. Después de la traducción que hizo el padre, la gente respondió con aplausos y sus gritos típicos de alegría.

Fue un gran gozo poder saludaros a la salida de la misa ese día. Mi primer misa en la misión. Ponemos todo en manos de Dios. Bueno, no sé para qué les cuento todo esto, porque me vuelvo a emocionar. Pero ustedes me obligan. Que les sirva… siervos inútiles somos, no hemos hecho mas que los que teníamos que hacer. Y además que nosotros no somos los que lo elegimos a Cristo, sino Él que nos elige, y por lo tanto no hay tanto mérito de nuestra parte. Pero bueno, no voy a entrar después en discusiones con los que digan que nosotros también tenemos mérito, y todo eso… ya se sabe.

Queda para otra el contarles lo que vivimos en ese día y sobre todo el lunes 21, porque esto se pone demasiado largo, y además porque ya se termina la “siesta”, tengo que cumplir con mi palabra y ponerme a estudiar… y esa lluvia que amaga y no quiere llegar.

Me despido de ustedes con las palabras del P. Llorente: “Nadie ha visto jamás en mí por aquí más que un misionero de tantos que tartamudea al hablar, tiene joroba, es extranjero, se ríe de su sombra y cuenta chistes. Eso soy por aquí”… “Yo no soy nadie, nunca lo he sido, vivo escondido en el último lugar de la tierra, nadie me conoce, ni falta que me hace, no aspiro a más que a sufrir y morir por Cristo, y eso es todo”.

Gracias por acompañarme este rato tan agradable.

Hasta la próxima, y ¡Firmes en la brecha!

P. Diego Cano, IVE

19.04.13

“Una sola cosa es necesaria”

Queridos todos en el Verbo Encarnado:

Aquí me dispongo a hacer mi primer envío desde mi nuevo destino, en Ushetu, Tanzania. Y si bien tal vez lo que esperan es una crónica, lamento decirles los voy a decepcionar. Quería mandar unos pensamientos que escribí el año pasado, y que no me animé a mandar entonces.

En estos días, releyendo esas ideas, me pareció que podía venir bien. Un motivo, porque a las pocas semanas de haberlo hecho el año pasado, el P. Walker nos enviaba unas palabras del P. Segundo Llorente en que hablaba de la necesidad de escribir, y venía adjunto el testimonio de un sacerdote que había descubierto su vocación misionera “por culpa del P. Llorente y sus crónicas”.

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En segundo lugar, porque el motivo que me frenaba, es que estando en Argentina, a veces uno no sabe bien si lo que se tiene para decir le pueda interesar a alguien. En verdad que eso pensaba. Sé que es un error, pero de eso me doy cuenta ahora.

Ahora, entonces, una aclaración respecto de lo que mando ahora y de lo que, si Dios quiere, mandaré en el futuro… a mi me gusta escribir en primera persona, y como imaginándome a alguien enfrente, o a algún grupo de personas, y así me salen mas fácilmente las palabras y las ideas. Me gusta que sea algo mas directo, aunque el peligro es que uno termina manifestando opiniones y percepciones muy personales.

Les pido disculpas si este estilo a alguno no le agrada del todo. Tienen todo el derecho de tener otros gustos, y sobre todo, el derecho de saber que son apreciaciones muy personales muchas veces… y muy limitadas, por cierto.

También les cuento que he leído mucho del P. Llorente, a quien admiro como misionero, sacerdote, y escritor. Por eso, muchas veces van a ver que lo cito, o que son ideas suyas las que se dejan ver entre líneas. Respecto a algunas cosas, prefiero apoyarme en su gran autoridad. En fin… creo que ya este prólogo va quedando largo. Va lo que escribí el año pasado en Argentina.

Me encomiendo a sus oraciones… y hasta pronto… ya les contaré de Tanzania.

P. Diego Cano, IVE

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Espero que esto que deseo expresar sirva a alguien. Sé que muchos deben haber pensado estas cosas y las han vivido. No creo ser original en esto. Pero la verdad que providencialmente hace unos días recibí un escrito del P. Segundo Llorente, que me envió una misionera, en el cual este gran apóstol del Polo Norte exhortaba a los misioneros a escribir crónicas. La importancia de escribir, no pensando en uno, sino en los demás. “Todos tenemos un mensaje que comunicar. El misionero es, por el mero hecho, un mensajero con un mensaje para el mundo. Para todo el mundo. Para la vanguardia y para la retaguardia. Pero comunicar ese mensaje no es siempre fácil”.

Y sigue diciendo con su acostumbrada habilidad para “garabatear”: “Se ha dicho que el que escribe va zurciendo una maroma con la que se le cuelga a su debido tiempo; porque no hay escritor que no diga alguna vez cosas mal dichas, que son la famosa maroma. Y como a nadie le gusta que le cuelguen, mejor es dejar las sogas en paz. Y el resultado es que los misioneros escriben poquísimo y muchos ni siquiera escriben”.

Y es así como este experimentado misionero y escritor dice que muchas veces sabemos que cuando leamos después de algunos años lo que hemos escrito, a nosotros mismos nos darán ganas de prenderle fuego… y sabemos que muchas veces “seremos colgados” de aquello que escribimos… pero en fin, “dichosa cuerda o maroma”, que causa una muerte que no carece de cierto heroísmo.

No me creo misionero por el lugar donde estoy, ya que no estoy tan lejos, y por lo tanto no experimento las privaciones, cruces y sufrimientos de tantos misioneros en lugares lejanos, lejos de la patria, amigos, cultura, hogar… crucificados con el aprendizaje de lenguas tan difíciles, rechazados por sociedades para nada cristianas… Pero quiero “sentirme” misionero… viviendo mi trabajo diario y apostolado como una verdadera misión… uniéndome a las misiones de tantos apóstoles de nuestra querida Congregación.

Y comienzo entonces esta reflexión contando algo que tuvo lugar en el día del Verbo Encarnado, como una gracia otorgada por Verbo Encarnado. En esa ocasión celebré la misa en una de las comunidades de las hermanas, una celebración sencilla, pero muy digna, devota, con todo lo que correspondía a la Solemnidad. Es verdad que éramos pocos, pero a mí me recordaba aquellas celebraciones de grandes fiestas “nuestras” en lugares lejanos… viviendo sobre todo interiormente el misterio, y brotando desde ese interior una gran alegría. Creo que todos vivimos muy bien este misterio tan importante para nosotros. Al finalizar la misa, intercambiamos saludos y felicitaciones, y emprendí el regreso a la casa. Una mañana apacible, como corresponde a la época del año en San Rafael, inicio del otoño… paisaje mendocino, álamos y montañas, viñedos y olivos. Pero se ve que en ese momento Dios daba permiso para que entre esa paz aparecieran ciertos pensamientos que eran como pequeñas nubes en el cielo… que si no se dispersan, amenazan a irse amontonando y formar una tormenta…

En el camino pensaba que en esos momentos, en el Seminario Mayor, estaría toda la familia religiosa reunida. Recordaba el júbilo de esas reuniones. La ceremonia con gran solemnidad, con muchos sacerdotes concelebrando, el coro y los ornamentos… El encuentro con muchos familiares, la gente amiga… Los primeros votos religiosos de muchos seminaristas que habían sido seminaristas menores, a quienes yo conocía desde los trece y catorce años, y de quienes fui el superior y padre durante tantos años… Y no poder estar allí… sobre todo para manifestarles mi alegría y afecto. Vivir algo que para el religioso es tan importante… en fin. Pensamientos que iban y venían. Y dejaban un poco desabrida al alma… Por cierto que esos pensamientos eran buenos en sí… de cosas buenas, pero “esa cierta nostalgia” no podía ser buena. Dios ama al que da con alegría, no con amargura. No puede ser agradable una ofrenda dada como de mala gana. Dios no mira lo externo de la obra sino la caridad y buena voluntad con que se hace. Así que pidiendo la gracia a la Virgen, en atención a tan gran misterio que acabábamos de celebrar, las nubes se disiparon, para dar lugar a la luz en el alma.

Al día siguiente tenía que celebrar la misa temprano, antes del resto de la comunidad. En el silencio de la capilla solitaria, rodeado de la oscuridad de aquella hora, me acordaba de las misas que relata el P. Llorente en las soledades alaskanas… Ése recuerdo le daba una fuerza especial a la celebración, como si estuviera en un lugar de misión muy lejano. Algo así como una “maniobra” espiritual, una “composición de lugar” de lo que sería una misa en un lugar remoto, celebrada por un misionero solitario, y uniéndome a él. Creo que en el momento de la consagración, Dios terminó de enseñarme lo que el día anterior había comenzado con su paternal pedagogía. Al elevar la hostia consagrada, me pareció que me decía Cristo (por decir de alguna manera, no que “escuchara” a Cristo, entiéndase bien): “¿Qué más necesitás? ¿No me tienes en tus manos? ¿No me tienes todos los días y cuando quieres? ¿No sos sacerdote? ¿No celebrás todos los días el Santo Sacrificio que renueva el de mi cruz? ¿Puede haber algo más grande que esto que estás haciendo?” Y cosas parecidas. La verdad que me dio una gran alegría pensar en eso. Le di gracias por darme a entender lo superficial que soy tantas veces, y no considero lo más importante de lo que hago cada día. No considero muchas veces que tengo a Dios en mis manos cada día, que Dios me ha colmado de dones, especialmente con el sacerdocio, con quien me han venido tantas gracias. Como reflexionaba aquel gran Obispo de Nueva York, Mons. Fulton Sheen, que si un esposo no está contento con su esposa, es porque no la ama. Y así el sacerdote, que no está contento con Cristo, es porque no lo ama de verdad, y en definitiva es un “pobre tipo”, porque no se da cuenta de cuánto le ha dado Dios al elegirlo para hacerlo otro Cristo. Recordaba las palabras de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás tú bajo mi sombra? ¿Qué más has menester?” Y las palabras de Santa Teresa: “Quien a Dios tiene, nada le falta. Solo Dios basta”. Todas cosas contenidas en aquellas palabras del Maestro a Marta: “por muchas cosas de afanas, sin embargo una sola es necesaria…”.

Sé que estos pensamientos ya han pasado por el alma de muchos. Como ya dije al inicio, y sigo insistiendo, no creo ser original al escribirlo. Y creo que los misioneros en lugares difíciles tienen mucha más experiencia de estas cosas que yo. Simplemente hago lo que puedo, por si le sirven a alguien estas palabras. Y si no sirven, aquí tienen una buena “maroma” para colgarme. “…escriba crónicas largas y frecuentes, aunque luego le ahorquen con ellas, que morir en la horca es un modo de morir que no carece de cierto heroísmo.”

“Escriba, que, al hacerlo por amor de Dios, encontrará un día su nombre escrito en el libro de la vida encabezando la larga lista de nombres que se salvaron gracias a sus escritos.” Trato de hacer lo que puedo, por si Dios quiere dar un premio tan desproporcionado a algo tan pobre de méritos.

P. Diego Cano, IVE.

24 de mayo de 2012

Día de María Auxiliadora

16.04.13

Carta a mi hermano sacerdote

Al recibir la noticia de mi nuevo destino escribí estas líneas a mi hermano sacerdote, provincial de nuestro Instituto en Italia. Poco después salió publicada en nuestro Servicio de “Reenvíos” por lo que la comparto también con ustedes.

¡Recen por nuestra misión!

Querido Marcelo:

Espero que estés muy bien.

Acá me pongo a escribir, y tengo muchas cosas en mente, pero la verdad que es un poco tarde, y estoy algo cansado… y como mañana tengo que dar tres horas de Deo Uno, y tengo que ponerme a leer lo que tengo que dar, me voy a tener que levantar temprano.

Bueno, lo principal es el tema de mi nuevo destino… como ya te consultaron. Ayer hablé muy breve con el P. Ricardo Clarey, y me dijo lo que habían pensado para mí.

Bueno, antes que nada, me llenó de alegría. Ojalá que se concrete. Yo estoy rezando. Te digo que creo que la mamá estará contenta, ya que me verá a mí también muy contento de poder ir a misionar… ¡y a qué lugar!

Yo te cuento que me había ofrecido para ir allí (junto a otros destinos, como Papúa, Guyana, Ecuador, Perú)… y casi todos los años repetía mi ofrecimiento, después de los Ejercicios Espirituales. Por supuesto que manifestaba lo que me parecía que Dios me podía pedir, porque me sentía inclinado a eso, pero a la vez le recordaba al P. Walker que si Dios me pedía quedarme, también lo hacía con gran gusto. Simplemente manifestaba mi disponibilidad y deseo de hacer lo mejor para la Congregación, y para las almas, en definitiva.

Considero lo que me pidieron ayer como una gracia muy inmerecida. Te pido que reces para que sepa afrontarlo con espíritu sobrenatural. Ya con los años que han pasado, si bien no soy un cura “viejo”, tampoco es poco lo vivido… y soy mas consciente de las dificultades. No me hago un una idea color de rosa de la misión… no voy de turismo. No voy a conocer lugares y animales exóticos. Soy ante todo sacerdote. No me importa nada de eso. Considero que es providencial que Dios ha permitido que pasen todos estos años, y que no tenga que salir muy crudo hacia la misión.

Te pido que reces para que sea fuerte. No sólo físicamente, que en realidad no es tan importante, pero influye. Sino que sea siempre fuerte espiritualmente, que no afloje, que sepa afrontar esa misión con madurez, para bien de tantas almas, para bien de la Congregación, para el bien de la Iglesia Católica. Que sea firme en lo que he aprendido en todos estos años. Que no le afloje a la oración, al trabajo en la virtud, a la vida comunitaria, a vivir los votos como corresponde. Que persevere hasta el fin, que es la gracia de las gracias, y que todos los días pida esta inmerecidísima gracia, la de morir bajo la bandera de Cristo. Que pueda cumplir el deseo que era el de San Leonardo: “quiero morir en misión, con la espada en mano contra el infierno”.

Por otro lado, veo una gran responsabilidad, de la que siempre, como a todos nos pasa, nos vemos totalmente inferiores en capacidad y talentos. Pero Dios nos elije a nosotros, y así nos hace más humildes, al ver que somos un desastre. Y que a pesar de todo… la obra de Dios se hace. Porque el que hace que todo prospere, y escribe derecho en renglones torcidos, es el Todopoderoso. De paso, que creo que para vivir en Ushetu, celebrar misa, rezar, vivir la caridad, vivir sencillamente, no hace falta mucho talento, sino sólo la gracia de Dios.

Considero que es una gran responsabilidad, porque pienso que la misión en África negra es un emblema misionero, y para nuestra querida Congre es un orgullo poder tener misioneros allí. Es fuente de vocaciones misioneras… porque muchos jóvenes verán a los misioneros trabajando por Cristo. Quiero que seamos un buen testimonio, que mostremos la alegría y seriedad de nuestra entrega.

Pienso ahora en la gracia que he tenido de estar todos estos años en casas de formación… de todas las edades… Seminario Menor (2001-2002 en Ecuador; 2003-2012 Argentina), Noviciado (1999-2001 en Argentina; 2001-2003 en Ecuador), y hasta con los sacerdotes (2012)… Y pensar que ahora el rector, que es como el padre, pueda partir para la misión en Tanzania… que ellos vean que también uno lo hace por ellos. Los menores, los novicios, las aspirantes, las novicias, los seminaristas mayores, y ahora las hermanas de Santa Catalina, de quien soy capellán… uno se siente también responsable de todos ellos. Espero poder ser un buen ejemplo… pero no por mí, ¡qué vale!, para que sean ellos grandes imitadores de Cristo… y que ellos continúen la obra.

No me siento ya misionero en esas tierras, y no hablo como quien ya ha estado y se ha gastado en esos lugares… manifiesto mis deseos de llegar a ser un gran misionero… no por ser famoso, ni por escribir crónicas, ni por hacer grandes obras externas… sino por estar donde Dios quiere que estemos. Hay curas nuestros que han estado de verdad en lugares difíciles… ellos sí son unos titanes… en Sudán, en Kenia… nosotros vamos a donde otros ya han sufrido para roturar la tierra.

Y me imagino que mi primer trabajo en Ushetu será vivir la vida de oración intensa, luego de allí que brote la vida comunitaria caritativa y edificante, y que pueda hacer el apostolado que Dios quiera, aunque sea humildemente, estando presente. Hasta que pueda hablarles, y que me entiendan. Y si no al menos siendo un apoyo para los otros religiosos y religiosas… y salvando aunque sólo sea un alma, por la que Cristo haya dado su vida. Y morir crucificado con los tres clavos que nombra el P. Llorente: de la lengua, el desencanto y la disipación (tentación muy frecuente para el misionero).

Finalmente, pienso no sólo en mi familia religiosa, sino también en la familia de sangre. Ojalá que esto también sea edificante para todos. Sé que ningún profeta es recibido en su pueblo. Capaz que lejos del pueblo, nuestro testimonio valga más, se vea más sincero. Te cuento que muchas veces en años anteriores pensaba en que si me tocara ir a un lugar difícil y lejos, lo haría especialmente por ellos, no por mí. Por los tíos, los primos, los sobrinos… los parientes políticos… para que vuelva esa fe que nos inculcó la abuela Lucrecia, nuestra abuela materna… que se vuelva a vivir con fervor en medio de la familia… y si no, al menos, que podamos morir con fervor, muy unidos a Cristo y su Madre. Y muchas veces pensaba en que ojalá a nuestros familiares les podamos mostrar cuál es nuestro ideal, y que deseamos vivirlo, y que si Dios nos concede la gracia, deseamos morir por eso. Que la vida acá en la tierra sólo vale en la medida que pensemos en la del cielo. Y que vean que uno no busca amontonar tesoros que se corroen, se devalúan, se venden, se pierden… y uno llega al final de la vida con los bolsillos llenos de cosas que no valen y las manos vacías de buenas obras. Que vean que podemos resumir nuestro ideal en cinco palabras: “Creo en la vida eterna”… Y que eso no es pavada, no es New Age, Yoga, o que se yo… no son palabras lindas, sino que es una realidad. Y que sepan que por ellos también ofrezco todo lo que tenga que pasar por allá…

Dios ahora me concede la oportunidad de poder hacer algo alguna vez, que valga la pena, que pueda purgar por tantos pecados y daños que pueda haber causado. Que me conceda tiempo de hacerlo. Es una gracia. Creo que será algo que llene mi vida sacerdotal y misionera. Te pido que reces por eso. Me pongo en manos de Dios, por el tiempo que desee que esté allí… ruego a él, que si es su voluntad, sea para siempre, que pueda morir en África.

Bueno Marcelo, ya me salió un testamento. Te darás cuenta del entusiasmo que tengo. Espero poder moderarlo. Anoche no me pude dormir hasta las cuatro de la mañana. Es una alegría del todo especial, no es sensible, es otra cosa… desde que entré al seminario menor, a los 14 años, siempre pensé en la misión… Por eso disfruté tanto de los años en Ecuador, y por eso disfruté también siendo rector del Seminario Menor, y este año acá entre los padres… con tantas cosas aprendidas.

Te agradezco tu disponibilidad y generosidad. Desde ya le agradezco a la mamá y la Valeria. Y les pido que recen, entonces. Ya sé que lo hacen, no sé para qué lo pido. Pero es así, hay que pedir.

Quiero que sepas que soy consciente más ahora de lo que me espera, y que por eso voy contento… pero a la vez pido fuerzas. No creo que esté haciendo algo grande por Dios… sino que Él lo hace por mí, al concederme esta gracia. “Siervos inútiles somos”.

Que la Virgen María me conceda todo esto. Estamos bajo su manto maternal.

Que Dios te bendiga. Nuevamente gracias.

¡Firmes en la brecha!

Diego.