Gracia sobre gracia - Mi verano en Ushetu

Por pedido de mi superior, publico este testimonio de uno de los seminaristas de Estados Unidos que estuvieron con nosotros en Agosto.

Gracia sobre gracia: una reflexión de mi verano en Ushetu, Tanzania
Por Colin Jones, seminarista del archidiócesis de St. Paul y Minneapolis

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Cuando le dije a mi familia y a mis amigos que dedicaría mi primer verano de estudios teológicos en una parroquia rural de Tanzania, me sorprendieron las sabias palabras que me dieron los que ya habían tenido esa experiencia y habían compartido con gente de África. Mi abuela, quien trabajó algunos años como enfermera en Zambia, justo al sur de Tanzania, resumió todo con estas palabras: “Una vez que tengas el polvo de África en tus zapatos, nunca te lo podrás quitar”.

Para nosotros, tres seminaristas bendecidos por poder vivir, trabajar y orar entre la gente de Ushetu, ¡este dicho no podría tener un significado más fuerte!

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En cuanto regresamos de esa hermosa parroquia a principios de agosto, los pensamientos tristes de dejar ese lugar se mezclaron con las conversaciones sobre cuándo regresaremos. No se trataba de “si” regresaríamos, sino “cuándo”. En esas seis semanas, breves pero llenas de gracias, fuimos realmente bendecidos, por recibir tantas gracias del Señor por medio del P. Diego, de las hermanas y de la gente de Ushetu. Me parece apropiado que algún día regresemos (como sacerdotes, con la gracia de Dios) para agradecerles a todos por todo lo que hicieron por nosotros. El verano me ha dejado tantos recuerdos preciosos que son muy difíciles de expresar, pero en esta breve reflexión me gustaría dar las gracias por tres maneras particulares en que Ushetu afectó mi formación y realmente cambió mi vida.

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La primera gracia de Ushetu que voy a compartir con ustedes, es también la primera que encontramos al llegar y es probablemente la gracia que guardo con más cariño: la gente. Desde el primer día, la gente de Ushetu recibió a estos extranjeros americanos en sus casas, a pesar de nuestra falta de conocimiento de su cultura y nuestra incapacidad de comunicarnos, tan sólo con el saludo en Swahili: “Tumsifu Yesu Kristu…milele Amina!” (Alabado sea Jesucristo… por siempre sea alabado). Para esta gente maravillosa, no es importante que sus invitados no tengan ninguna idea de lo que hacen. La única cosa importante para ellos era que nos sintiéramos en casa, y lo hicieron de muchas maneras. Fueron tal vez los partidos de fútbol con los monaguillos en cada tarde, o las canciones y los bailes con las Watoto wa Yesu (las niñas), o las conversaciones cotidianas con los trabajadores fieles de la parroquia, o las muchas invitaciones que recibimos para visitar a las familias en sus casas… la gente de Ushetu nos dio la bienvenida en cada aspecto de sus vidas. Realmente compartieron con nosotros todo lo que tenían: no solamente su comida, sino también sus oraciones, su alegría, y sus sonrisas. ¡Les agradecemos mucho el cariño afectuoso que nos dieron!

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En segundo lugar, mi verano en Ushetu me demostró qué bello es cuando una parroquia está centrada en Cristo. Cuando estábamos con las personas que asistían la Misa diaria en el centro de la misión, o ya sea en las aldeas más lejanas, donde se celebra la Santa Misa solamente una vez al año, siempre me inspiraba el pensar ¡cómo esta gente ama al Señor! Por supuesto, esta vida de devoción comenzaba con el P. Diego y las hermanas, quienes siempre enfocaban su día en Cristo. Para nosotros en la casa del sacerdote, esta vida de oración empezaba cada día a las 5.30 de la mañana, cuando estábamos con el P. Diego una hora en oración ante el Santísimo. Muchas veces no era fácil despertarnos, pero el Padre siempre nos animaba con decirnos que este tiempo con el Señor nos alimenta para el trabajo del día. ¡Qué razón tenía! También para los laicos era claro que Cristo es siempre la persona más importante de sus vidas. Cada día nos quedábamos pasmados de la presencia fuerte de hombres, mujeres, y niños en la Misa diaria, algunos de que iban a pie por grandes distancias en la madrugada para estar con el Señor. También en las aldeas más lejanas, veíamos cómo una Misa única podía realmente unir a una comunidad, porque nos parecía que la llegada del misionero en un pueblo siempre les traía alegría a todos. Es seguro que la cosecha de Ushetu es abundante y los trabajadores son pocos, pero este verano el Señor me mostró que si Él está en el centro de nuestras vidas, hará “inconmensurablemente más de lo que podemos pedir o imaginar.” Y es cierto que hace maravillas entre la gente de Ushetu.

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Fue en medio de la gente y sus vidas centradas en Cristo que recibí otra gracia por la que siempre estaré agradecido. Es la intensificación de mi propia vocación. Puedo decir sinceramente que como un seminarista no hay nada más estimulante o inspirante que encontrar el sacerdocio como es auténticamente, y Ushetu nos permitía tener este encuentro cada día, especialmente por el P. Diego. A pesar de la magnitud de su rebaño y las tantas cosas que exigía su atención, el Padre se dedicó al Señor y a la gente con todo su corazón, sin hablar del trabajo como una carga, ¡sino siempre como una alegría! Y aunque siempre pudiera dedicar más tiempo a esta obra o este trabajo, continuamente nos recordaba la importancia de la oración, del descanso, y de la fraternidad -todo lo que le permite trabajar con más fervor-. En lo esencial, el P. Diego nos mostró lo que significa ser sacerdote misionero. Y, aunque espero trabajar como sacerdote algún día cerca de mi casa, entre la gente de mi propia diócesis, también espero ser sacerdote misionero por la razón de trabajar para mi pueblo sin cansarme y con alegría, permaneciendo siempre sujeto al Señor. Sólo puedo dar las gracias a Dios de que, por trabajar al lado del P. Diego, mis compañeros y yo pudimos vislumbrar lo hermoso de la vida sacerdotal, y ¡vaya qué clase de vida es!

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Como mi abuela me dijo con tanta sabiduría, la tierra de África nunca se me quitará de mis zapatos, sé que así será con la memoria de esas seis semanas en Ushetu, que nunca se borrará de mi corazón. Ciertamente ha sido difícil estar ahora tan lejos de un lugar bello, pero, como les dijo P. Diego a los parroquianos antes de nuestra despedida, si llevamos a cada uno en nuestras oraciones, nunca estamos lejos. ¿Y quién sabe? ¡Tal vez el Señor nos llevará nuevamente y pronto al hermoso reino de Ushetu! 
¡Tumsifu Yesu Kristu…milele Amina!
Sem. Colin Jones

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4 comentarios

  
Grace del Tabor - Argentina
Muchas gracias, Seminarista Colin Jones ! Me has dado ganas de ir allí! No sé por qué será que las mejores noticias ,las que alegran el corazón viendo el amor de la gente a Cristo...¡ siempre vienen de Tanzania !
--¿No hay peligro en ese lugar?
¡ Tanzania es muy extenso !
Dios los bendiga ahora y siempre.
15/09/15 7:51 AM
  
Rafa
Felicidades por tanto gozo

Rezamos por ustedes
15/09/15 3:11 PM
  
Rosita
Estas crónicas nos colman el corazón. Dios conserve estas almas cuyo centro es Cristo y solo Cristo y nadie mas que Cristo...y por El, la entrega y el servicio desinteresado a los hermanos.
16/09/15 4:37 AM
  
Horacio
Por qué las imágenes que adornan su capilla son de ángeles blancos y un Jesús blanco? no deberían ser negros? o los negros no van al cielo?
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Perdón por mi demora en responder a su comentario. Simplemente le respondo que si fuera como usted dice, yo no estaría misionando en Tanzania. Es decir, la misión es para salvar almas, sin importar el color o raza. Pero por otro lado le cuento que para ellos es totalmente normal ver estas imágenes, y es más, están contentos y les gusta. Yo me imagino que debe ser como para nosotros ver un San Martín de Porres negro, o San Carlos Lwanga, o Santa Josefina Bakhita. Nos resultaría raro verlos de otra manera distinta de la que fueron. Pero en todo esto, como es el ámbito artístico, es lícito opinar, y tener gustos diversos.
Dios lo bendiga, y me encomiendo a sus oraciones por nuestra misión, que consiste en salvar almas.
P. Diego.
30/09/15 2:22 AM

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