Los zapatos del misionero

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No voy a hablar de mis zapatos, sino de los zapatos del misionero. Es verdad que a alguno, ya desde el vamos, le puede sonar algo muy trivial y de poco interés, y puede ser. Dejo a su consideración el seguir leyendo. Sin embargo a mí varias veces me ha venido el deseo de escribir algunas reflexiones sobre algo tan insignificante, que puede a su vez hacernos pensar en cosas más trascendentes.


Los zapatos de una persona, pueden decirnos mucho. Recuerdo que tenía una tía abuela, que siempre que la iba a visitar en mis vacaciones de seminario, nunca dejaba de observar los zapatos. No lo hacía por una cuestión puramente externa, ni tampoco podemos decir que era obsesión, ni nada de eso. Era una persona delicada, y atendía a que los zapatos fueran decentes, sobre todo en un religioso, un sacerdote. Yo no era sacerdote, sin embargo ella siempre nos trataba con gran respeto, porque vestíamos la sotana, y eso nos hacía aparecer ante la gente como “sacerdotes” o “padres”, aunque nos faltaran muchos años.
Durante el tiempo de seminario, conocí una canción de campamento muy linda, y que tal vez muchos de ustedes conocen. Es en italiano, y se canta como una marcha, que ayuda a caminar. La cantábamos en las convivencias, en las caminatas en la montaña. Cuenta la historia de un viejo soldado retirado, que buscando algo en un altillo lleno de polvo, encuentra en un baúl un viejo botín, un “borcego” militar o “borceguí”, como le decimos entre nosotros. Este hombre al encontrar ese viejo botín, comienza a recordar por cuántos lugares ha caminado, las ilusiones que le hace revivir, las canciones que ha cantado a su paso. Le recuerda las largas caminatas por desiertos infinitos, por las dunas a orillas del mar, de día y de noche, sin reposar. Le recuerda con alegría su pasada juventud.
Y algo de estos pensamientos me vienen cuando veo los zapatos luego de alguna visita a las aldeas. Los veo cubiertos de polvo, y me da tanta alegría que no quiero lustrarlos tan pronto. Verlos moldeados a los pies, con el cuero ajado, y con señales de de largo trajinar, es casi un premio. ¡Qué lindos que son esos zapatos llenos de polvo y gastados! Me gustaría pensar que si alguna vez los pudiera encontrar, luego de muchos años, me recordarían los caminos de Ushetu. Me hablarían de las visitas a las aldeas. Que a su paso también cantamos, en tantas procesiones, y en los juegos con los niños. Que de día y de noche me llevaron a visitar enfermos. Que caminamos por senderos con espinas y desparejos. Bajo el sol agobiante, o la tarde fresca… a su paso, por la sabana africana.
Claro que poéticamente lo pienso, porque una vez que dejen de servir, serán desechados. Pero resulta interesante, que tantas veces nos acompañan en las aventuras misioneras. He pensado muchas veces que si me dieran a elegir la reliquia de algún santo misionero, me gustaría quedarme con sus zapatos.
Los zapatos no tienen belleza, ¡pero qué útiles son! Mas de uno recordará en este momento las palabras de la Biblia: “¡Qué bellos son los pies del que anuncia la paz a sus hermanos!”. Tal vez no son tan bellos los pies del misionero, pero es bello pensar en lo que significa… que esos pies lo llevan a uno a predicar el evangelio. Llegamos a lugares donde no llegan otros sacerdotes o misioneros. Y esas personas esperan ver entrar en sus casas esos pies “del que anuncia la paz a sus hermanos”.
Cristo también les dijo a sus discípulos, que fueran a misionar, pero que si en alguna casa, o aldea, no eran recibidos, al irse, en señal de rechazo, sacudieran hasta el polvo de sus pies. Que nos se les pegue ese polvo del que no quiere recibir al Salvador.
Esos zapatos gastados y empolvados… ¿serán señal de que nos “gastamos y desgastamos” en el servicio de Dios, buscando predicar el Evangelio? Ojalá que así sea. Alguno de estos días tendré que comprar zapatos nuevos, y espero poder “gastarlos y desgastarlos”, y “descoserlos”. A los zapatos viejos, los voy a extrañar… ¡tantas ilusiones que me hacen revivir, y cuántas canciones a su paso he cantado! Esos zapatos que envejecen en los caminos de África, me llenan de alegría.
En un rato tengo que ir a visitar las ladeas de Ubawe e Ilomelo, y confesar a mucha gente, porque estamos preparándonos parta las confirmaciones, y espero que mis zapatos vuelvan bien cargados de polvo.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego.

10 comentarios

  
Carmen A.
Es hermoso lo que escribe, y, de paso, a ver quien tiene oportunidad de mandar buenos zapatos cómodos de variada numeración para el misionero y ayudantes..
18/07/15 7:47 PM
  
María
"¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: «Ya reina tu Dios!»"

Su relato me transportó a este texto de Isaías, (52:7) aprendido en mi juventud. Sin duda Isaías no hablaba de la belleza del modo estético, sino de una belleza superior: la belleza de anunciar el reino, la que deja huellas en el camino, la que lleva la palabra del Señor a través de los siglos y de los laberintos de la creación.

Gracias por este precioso relato. Dios lo bendiga.
19/07/15 3:59 AM
  
Tina
Cuanta enseñanza traen sus "zapatos" padre, una profunda meditacion en sus palabras, cuantas veces decimos que no quicieramos estar en los zapatos de alguien pero los de usted tienen una historia de amor a Dios, si sus zapatos hablaran nos contarian de las horas de oracion, de frio bajo la lluvia, de ambre y sed y la alegria tan inmensa de dar a conocer al Señor, en Mexico desimos que solo el Indio save lo que carga en su morral, por que se nos es facil jusgar el proceder de las personas y creemos que si nos vieramos en esa situacion nosotros tomariamos mejores desiciones. Dios bendiga a todos los que por amor mueven esos zapatos para gloria de nuestro Señor.
19/07/15 7:41 AM
  
pedro mañas viñas
No cabe duda: los zapatos son nuestros amigos entrañables. Nos protegen del suelo, están siempre con nosotros: son nuestros "amigos".Y son testigos de nuestras "andanzas". Yo creo que el Señor, en la hora de juzgarnos tendrá en cuenta la opinión que le merecemos a nuestros zapatos. Sobre ellos hemos descansado. Son nuestra base sobre la que nos sostenemos.Y no les damos importancia.Y (curioso) no sabemos "darles las gracias por el servicio prestado".
Yo saco una conclusión: mientras esto no lo hagamos con las personas
con las que hemos convivido, aún se puede permitir que seamos "desagradecidos" con nuestros "zapatos". Deberíamos amarlos más....
19/07/15 5:00 PM
  
victoria
Como no pensar en zapatos y alpargatas gastadas con polvo del caminante-promesante misionero, de un curita que llego a este lejano sur y que hoy esta con TataDios. Recuerdo sus zapatos gastados por el uso, desteñido el color y ni hablar de las huellas que dejaban!!!
19/07/15 6:07 PM
  
hornero (Argentina)..
"Zapatero a tus zapatos" respondió Apeles a un zapatero criticón. Pienso que los zapatos del P. Diego se han de perpetuar no como aquel zapatero sino como los zapatos que inmortalizó Apeles. Quizás no falte quien los critique, no como la obra de arte que los representaba, sino como la obra de arte que representan: los trabajos del misionero.
20/07/15 2:54 PM
  
José luis arce
Visitando paginas católicas te encontré padre Diego. Y me hace recordar los buenos momentos que como visita me recibías en el seminario menor. y cuando te despedías de S. Rafael nos pedias oracíon. Que Dios y su Madre te bendigan mucho. Un abrazo....JOSE LUIS ARCE
20/07/15 3:15 PM
  
José luis arce
Saludos de parte nuestra Flia. Que Dios y su Madre lo bendigan mucho...José luis Arce
20/07/15 3:17 PM
  
José luis arce
Muy linda experiencia. Un gran abrazo desde Argentina. Saludos de parte la Flía Arce....
20/07/15 3:24 PM
  
José luis arce
Muy buen articulo. Saludos apreciado Padre. Flia. Arce de Mendoza....
20/07/15 3:30 PM

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