"Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que éstos?"
Queridos lectores, como todos ustedes ya saben, el papa Francisco ha muerto. Sobre su persona, solo diré que encomiendo a Dios su alma, rogando al Señor que lo acoja en las moradas eternas con infinita misericordia. Sobre su Pontificado, prefiero no hacer valoraciones aún, la verdad; no me siento inclinada a ello, pues no me ha entusiasmado, precisamente y prefiero dejarlo estar, de momento. En todo caso, haya sido como haya sido el Pontificado de Francisco, ahora que ha terminado, me uno de todo corazón a las oraciones de toda la Iglesia, para que Dios ilumine a los Cardenales y mueva sus corazones a escoger un buen Papa, que tanta falta hace; y ruego al Señor, desde ya mismo, por dicho nuevo Papa, sea quien sea.
Ahora bien, ¿Cómo debe ser un buen Papa? Ante esta pregunta, lo primero que deseo manifestar es que he procurado escribir este artículo con profunda humildad y desde el gran amor que profeso a la Santa Iglesia Católica. Ciertamente, yo no soy quién para dar lecciones a nadie sobre cómo debe ser un Papa y, por extensión, un Pastor de la Iglesia, ni lo pretendo. Sin embargo, es cierto también que esta cuestión es muy importante y yo deseo abordarla, por si pudiera ser de alguna utilidad para alguien; pues considero que el Nuevo Testamento nos da muchas indicaciones sobre la respuesta. Vamos a ello.