La santidad del cuerpo humano

Queridos lectores, deseo hoy abordar un asunto que me parece absolutamente crucial en la época que estamos atravesando en Occidente, por cuanto en ella, debido a la descristianización brutal que sufren países antaño felizmente cristianos, se ha perdido, en buena medida, el sentido de la auténtica dignidad del ser humano. Dicha descristianización ha venido, fundamentalmente, de la mano de una legislación absolutamente impía y enemiga del ser humano y de la institución de la familia, acompañada de enormes cantidades de propaganda en el mismo sentido y de una perversión de la educación de los menores que clama al Cielo.

Es momento de recodar, pues, la advertencia que la Santísima Virgen nos hizo llegar a través de Santa Jacinta de Fátima (uno de los tres pastorcitos que vieron a Nuestra Señora en la Cova de Iría): “Los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne”. El mensaje de Nuestra Madre del Cielo, desde luego, no puede ser más claro. Los pecados de la carne conllevan, por tanto, un inmenso peligro para el ser humano (nótese que, una vez más, me refiero al ser humano en general, no solo a los católicos). Y esta clase de pecados son, precisamente, de los más espantosamente fomentados en nuestra época. Como pueden ver ustedes, Satanás no es idiota y sus huestes en la Tierra, tampoco (desde la óptica del avance del mal, al menos).

Ahora bien, la cuestión es: Y esto, ¿Por qué es así? ¿Por qué los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne? A mí se me ocurren dos razones que pueden explicarlo: Por un lado, se trata de pecados cuya malicia, por lo general, no resulta tan evidente como en el caso de otros pecados; por otro lado, son pecados, en su mayoría, fáciles de perpetrar y bastante placenteros en su comisión. La primera de las razones nos conduce al corazón de este artículo, indicado en su título. La segunda de las razones la abordaré en el siguiente post, indicando una serie de consejos para combatir, evitar y resistir esta clase de pecados.

Así pues, como les decía, la malicia de los pecados de la carne no es tan evidente como en el caso de otros pecados, tales como matar, lesionar, robar, estafar, etc. Yo estoy convencida de que hay muchas personas, incluso entre los católicos, que ignoran el auténtico sentido de la condición de pecado de según qué conductas. Saben que la Iglesia Católica las considera pecado, sí, pero tengo para mí que no saben del todo por qué. Y piensan que la Iglesia está en contra del placer, porque sí. Pero no es así. Los pecados de la carne son actividades malas porque atacan la dignidad del ser humano constituido de alma y cuerpo. Una dignidad que es mucho mayor de lo que la gente se imagina. Dios, Creador del género humano (no solo de los católicos; de todos los seres humanos), sí conoce bien hasta dónde llega esa dignidad y se la toma muy, muy en serio; por eso, entre los Diez Mandamientos de la Ley de Dios figuran tres Mandamientos que protegen la integridad y dignidad de la persona, en su corporeidad. Dichos Mandamientos son el Quinto (“no matarás), el Sexto (“no cometerás actos impuros”) y el Noveno (“no consentirás pensamientos ni deseos impuros”). Se ha de recordar que Dios nos ha revelado sus Diez Mandamientos, no para fastidiarnos, como si Dios fuera una especie de “aguafiestas” o algo así; sino que lo ha hecho por amor a nosotros, para enseñarnos a amar de verdad y a llevar una vida de santidad y honor, de forma que, así, podamos salvarnos tras nuestra muerte y regresar, junto a Él, al Paraíso.

Los tipos de conductas prohibidas por los Mandamientos Sexto y Noveno se hallan expuestos y explicados en el Catecismo de la Iglesia Católica (permítanme que no los nombre ahora, pues, por no extenderme demasiado) y el Catecismo, desde luego, expone muy bien por qué son pecado. Como les decía, esos dos Mandamientos protegen la integridad y dignidad del ser humano, en cuanto criatura creada por Dios a su imagen y semejanza. Una persona, por su dignidad intrínseca, no puede ser vista, ni utilizada como un objeto de placer; porque no lo es, ni debe serlo. Y voy a ser muy clara: Ni siquiera la propia persona tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que le da la gana. Nada de “mi cuerpo es mío y hago con él lo que quiero”. El cuerpo lo recibimos de nuestros padres, que colaboran con Dios en su actividad creadora. Dios infunde al cuerpo un alma espiritual y nos llama a la existencia sin preguntarnos nuestra opinión al respecto, ni qué cuerpo o sexo queremos. Lo hace todo por amor y, por ello, obra siempre de la forma que Él sabe que más nos conviene.

¿Es malo el placer, entonces? No, no lo es. Dios mismo, cuando creó al ser humano, determinó que algunas actividades que realizamos con nuestro cuerpo vayan acompañadas de placer, en su realización. ¿Por qué? Pues porque son funciones que son necesarias tanto para la supervivencia del individuo como de la especie humana y el placer lo que hace es facilitar su realización. Es lo que sucede, por ejemplo, con el comer o beber. Comemos y bebemos porque lo necesitamos y, al tiempo, ello nos produce un placer que favorece que, efectivamente, lo hagamos. Ahora bien, la finalidad de comer y beber es que nos desarrollemos y sobrevivamos, no que experimentemos placer por el mero hecho de sentir placer. El placer, insisto, nos facilita esas actividades, pero no es, ni debe ser, el fin de ellas. Por eso, la gula es un pecado. De este modo, por ejemplo, lo que hacían los romanos en sus orgías, comiendo y bebiendo para, después, provocarse el vómito, de forma que pudieran seguir comiendo y bebiendo por el mero placer de hacerlo, era una auténtica aberración, que ya condenó San Pablo, en su carta a los Romanos (Romanos 13, 13).

Sucede lo mismo respecto al placer sexual. Se trata de un tipo de placer que favorece la manifestación de amor entre los esposos y la reproducción de la especie humana y, por tanto, no es un placer malo en absoluto. Lo que es malo es abusar de él, haciendo un uso indebido del cuerpo humano, propio o ajeno. Y no deja de ser llamativo que, en una época donde se supone que se defiende la ecología en todo, al mismo tiempo se ataque fuertemente la ecología en el ámbito de la sexualidad humana, vulnerando gravemente el orden natural determinado por Dios Creador. Debo insistir: La búsqueda del placer por el propio placer, como un fin en sí mismo, supone una ofensa grave contra la dignidad del cuerpo humano; tanto del propio cuerpo, como del cuerpo de otras personas. Pero, además, en el caso de los católicos, los pecados de la carne tienen una perversidad, a mi juicio, aún mayor, porque el alma y cuerpo de los católicos están santificados por el Bautismo y el Espíritu Santo habita en las almas en Gracia de Dios. Creo que nunca entenderemos del todo la inmensa dignidad del católico, en este sentido. De este modo, como enseña San Pablo (1 Corintios 6, 13 – 20 y 1 Corintios 3, 16 – 17), el cuerpo humano es templo del Espíritu Santo, pues la persona, con su cuerpo y su alma, constituye una unidad. Además, cuando recibimos la Sagrada Eucaristía, Dios mismo no solo entra en nuestra alma, sino, también, en nuestro cuerpo, físicamente. Por ello, debemos tratar y considerar nuestro cuerpo - y el cuerpo de los demás - en toda su grandeza, como algo santo, respetándolo y empleándolo del modo natural que Dios ha determinado, por medio de la Ley Natural que Él ha inscrito en todo corazón humano. La santidad del cuerpo humano es, en mi opinión, la explicación más profunda de la condición de pecado de todas las conductas contrarias al Sexto y Noveno Mandamientos.   

De este modo, la virtud de la castidad, precisamente, lo que hace es salvaguardar la santidad y dignidad de nuestro cuerpo y, por ende, de nuestra persona. Por estas razones, las personas que no han contraído matrimonio, sean heterosexuales u homosexuales, deben vivir en castidad. Desde hace muchos años, en los medios de comunicación existen no pocas burlas contra el concepto de virginidad. Sin embargo, la condición de virgen es, debe ser, la condición propia de cuantos no están casados con una persona del otro sexo, pues no tienen derecho a hacer con su cuerpo lo que quieran y tienen el deber de salvaguardarlo. Únicamente, en aras de la reproducción humana, las personas, al casarse, adquieren de Dios el derecho y el deber de entregarse al cónyuge; al cónyuge y a nadie más. Cónyuge que, además, debe ser de distinto sexo, pues tal es el orden natural de la procreación humana. El hombre y la mujer son sexualmente complementarios, están física y psíquicamente preparados para ser esposo y padre y esposa y madre, respectivamente. Cosa que no sucede en el caso de las personas del mismo sexo, entre sí.

En el ámbito del matrimonio, además, debe entenderse que el matrimonio no es una licencia para pecar. Los esposos, en el seno del matrimonio católico, no tienen derecho a buscar el placer sexual por sí mismo, separándolo de la finalidad procreadora, que es la finalidad natural de las relaciones sexuales (junto con la manifestación del amor conyugal). Por ello, la Iglesia condena la anticoncepción, admitiendo solo el uso de métodos naturales si concurre causa grave, tal como expuso San Pablo VI en la Encíclica “Humanae Vitae”. Lo normal, por tanto, en el matrimonio, es que se tengan varios hijos (cuestión distinta es que no se pueda por razones médicas; yo me estoy refiriendo a circunstancias normales) y el Estado debe ayudar a las familias a tener varios hijos, no a no tenerlos, como, muy lamentable y perversamente, se viene haciendo en España bajo el régimen del 78. Así llevamos casi cincuenta años y así tenemos el problemón demográfico que tenemos, claro. Normal.

En definitiva, lo que debe quedar absolutamente claro es que todas las personas, sin excepción, están llamadas por Dios a la santidad, a salvarse; y, para ello, todas ellas deben salvaguardar la santidad, dignidad y honor de sus cuerpos. Los casados deben hacerlo de una manera, los solteros de otra. Es fundamental que todos entendamos muy bien todo esto y lo tengamos muy presente. Entre otras cosas, porque Dios se toma tan en serio este asunto que, en materia de pecados contra la castidad y el matrimonio, no hay pecados veniales. Todos son mortales. Además, Dios ha prohibido explícitamente cometer estos pecados no solo de acción, sino también consintiendo pensamientos impuros (debe entenderse, no obstante, que no es lo mismo sentir la tentación que consentirla; recordemos que, para que exista un pecado mortal debe concurrir materia grave, plena advertencia y perfecto consentimiento). Así pues, solo las personas que han vivido en castidad del modo correspondiente a su estado podrán entrar en el Cielo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5, 8).

Como les anunciaba, en el siguiente post analizaremos el otro grave inconveniente de estos pecados esto es, la facilidad de su comisión; e indicaremos consejos sobre cómo evitar caer en ellos.

Que la Santísima Virgen, Esposa de Dios Espíritu Santo, nos ayude a vivir siempre en santidad y honor, cumpliendo la Voluntad de Dios también en esta importante materia. 

*Nota: Como han podido observar, este post no trata, en absoluto, la temática litúrgica. Así pues, por favor, no remitan comentarios sobre dicha temática. En cumplimiento de las normas de Infocatólica, no les daré paso. Gracias por su colaboración.

32 comentarios

  
Deo gratias
Estimada Lina; creo que se ha olvidado usted mencionar el pecado de la carne más común y que seguramente será más grave de lo que pensamos:

LA GULA. LOS ATRACONES, COMER DEMASIADO.

En personas sanas, la grasa acumulada se canjeará por años de purgatorio. Es probable que la Virgen aludiera, más que a la lujuria, a esta otra forma de desorden: la gula. No en vano, su Hijo no condenó a la adúltera ni a la prostituta, sino que las perdonó con ternura; en cambio, al rico Epulón, entregado a los banquetes y la indiferencia, lo mostró descendiendo al abismo. Hay pecados del cuerpo que ciegan menos que los del egoísmo saciado.

En personas sanas el estómago es del tamaño de un puño; y para saciarlo basta con llenar ese espacio o quizás un poquito más, no sextuplicar su tamaño. Eso es de ley natural, y no olvidemos el catecismo:

2036 La autoridad del Magisterio se extiende también a los preceptos específicos de la ley natural, porque su observancia, exigida por el Creador, es necesaria para la salvación.


Tan aberrante es masturbarse como un mono, que jincharze de comer cada día.


PD.- Creo que es un pecado de época que habría que señalar. Yo tiendo a evitar confesarme con un cura comilón, porque por experiencia se que sus consejos sobre la gula no son buenos.

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L.V.: Deo Gratias, ¿Usted se lee mis artículos? Enteros, me refiero. Sí he mencionado la gula. Le sugiero que vuelva el leer el post, completo.
09/06/25 2:34 AM
  
Rubén (de Argentina)
Enteramente de acuerdo con usted doctora. Ahora esto que pasa, se debe culpar también a la jerarquía religiosa. Por ejemplo, durante el papado de Francisco, de infeliz memoria, el mismo Papa, en diciembre del 2021, cuando comentó el caso del arzobispo Aupetit nos salió con que “Esto es pecado, pero no es de los pecados más graves, porque los pecados de la carne no son los más graves” (cita textual). Sí, no son los más graves (para Francisco los pecados "de la cintura para abajo" como los llamaba, no eran graves porque no eran "angélicos") pero son gravísimos; todo lo contrario de lo afirmado por la Virgen María.

Y ni que hablar de "Amoris Laetitia" (que considera que el adulterio puede no ser pecado mortal y que el mismo puede ser una respuesta "generosa" a Dios), de la infame "Fiducia Supplicans" (que permite la bendición del pecado nefando) y la apología que se hizo durante el papado de Francisco de James Martin y su "cruzada" en favor de la homosexualidad y la práctica homosexual (este jesuita llegó a afirmar que los homosexuales no están obligados a guardar la castidad y ello sin que nadie se atreviera a corregirlo).

"Mi pueblo perece por falta de conocimiento" nos dice el Altísimo en las Escrituras. Pues bien, parte de esta ignorancia mortal se debe al silencio de aquellos que deberían guiar a los fieles, silencio que todavía no se ha roto.

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L.V.: También yo veo necesario que se restaure la total claridad y verdad en esta materia, Rubén. Dios lo quiera, no están los tiempos para ambigüedades (por decirlo suavemente).
09/06/25 3:25 AM
  
Jordan
¿La Virgen de Fátima se refería solo a la lujuria?

No exactamente. Según el testimonio de Sor Lucía, una de las videntes de Fátima:

"Más almas van al infierno por los pecados de la carne que por ningún otro."

Este comentario ha sido interpretado comúnmente como una referencia principalmente a los pecados sexuales, pero en realidad se refiere más ampliamente a los pecados cometidos por los placeres del cuerpo, es decir:

No solo lujuria, sino también:

Glotonería (comer en exceso)

Pereza (abuso del descanso)

Embriaguez

Adicciones (drogas, placer, etc.)

Vanidad corporal

Falta de modestia en el vestir

Escándalo (provocar a otros al pecado)



Sí, los pecados de la carne incluyen más que la lujuria. Se refieren a todo uso desordenado del cuerpo o sus deseos, y en Fátima, la Virgen advertía sobre la importancia de la pureza y el dominio de los apetitos como camino hacia la santidad.


Porque, ¿qué dice más de nuestra miseria moral que un mundo donde algunos mueren por exceso de comida y otros por falta de un puñado de arroz?

No es raro ver hoy a quien se da banquetes de domingo tras domingo, saciado de carnes, dulces y vinos, mientras arroja 50 céntimos en la colecta para Cáritas, como si Dios pudiese ser sobornado con limosnas simbólicas. Esa caridad cosmética no basta. La verdadera caridad cuesta. Implica renuncia. Implica mirar de frente al Cristo que sufre en los hambrientos del Sahel, en el niño desnutrido de Haití, en el anciano solo y olvidado de nuestra misma calle.

Y mientras tanto, la permisividad sexual del mundo moderno —aunque grave en muchos casos— a menudo nace de la ignorancia, del vacío afectivo, del entorno hipersexualizado, donde incluso los padres ya no forman las conciencias sino que se limitan a decir: “Haz lo que quieras, pero no te quedes embarazada ni pilles una ETS.” ¿Eso es malicia? En muchos casos, no. Es superficialidad, es cultura, es falta de dirección. No hay aquí necesariamente un deseo de destruir o dañar al prójimo.

Pero cuando alguien, plenamente consciente, ignora al hambriento, vive en abundancia constante y no da más que las migajas que le sobran, eso sí es malicia. Es pecado con voluntad deliberada, frío, persistente, institucionalizado incluso. No es debilidad: es indiferencia estructural, es egoísmo en su forma más cruda.

Jesús no dijo “tuve deseos desordenados y no me corregisteis”, sino:

“Tuve hambre y no me disteis de comer” (Mt 25, 42)

Y por eso, quizás los pecados de mesa son hoy más escandalosos ante el cielo que muchos pecados de cama.

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L.V.: Gracias, Jordan, pero insisto: La gula está mencionada en el post.
09/06/25 7:48 AM
  
Antonio
Después del pecado original, perdimos el estado de santidad en el que fuimos creados, pero la santidad del cuerpo, como la de todo lo creado, permanece, porque es obra de Dios.
No confundir con la santidad de una persona en particular; la vida del alma, el estado de gracia, es otra cosa, se adquiere con los Sacramentos y se pierde con el pecado.
El cuerpo es santo por el fin para el que fue creado, por eso es correcto hablar de la sacralidad corporal, como del respeto a su altísima dignidad otorgada por Dios.
Aún el peor pecador que nos podamos imaginar tiene un cuerpo sagrado que, en lo posible, debe respetarse. Es la llamada "dignidad ontológica", que no se puede perder en este mundo.
09/06/25 9:21 AM
  
Deo gratias
L.V.: Deo Gratias, ¿Usted se lee mis artículos? Enteros, me refiero. Sí he mencionado la gula. Le sugiero que vuelva el leer el post, completo.

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Estimada Lina,

Su post versa en un 98% sobre el pecado meramente sexual lujurioso y hace una breve mencion a la gula.

Mi tesis es que HOY, es de largo mucho más grave la gula que la lujuria.

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L.V.: Yo no lo veo así. Entre otras cosas, porque los poderes públicos llevan décadas promoviendo mucho más la lujuria que la gula, con el propósito de destruir por completo la institución de la familia y corromper a las nuevas generaciones hasta el tuétano.
09/06/25 9:32 AM
  
Deo gratias
Probablemente muchos se rasguen las vestiduras al escuchar que la gula —esa adorable, festiva y hasta entrañable costumbre de comer sin freno— pueda ser un pecado más grave que la lujuria. Porque claro, la lujuria es más escandalosa, más carnosa, más apta para sermones y advertencias púlpito en mano. Pero lo que casi nadie quiere ver es que la gula, ese egoísmo fisiológico normalizado y hasta celebrado, no solo degrada el alma, sino que produce muerte, miseria y enfermedad a escala global.

Mientras los moralistas de salón (y no me refiero a usted Lina porque no la conozco),señalan con el dedo al sexo como el fin del mundo, en sus mesas hay más cadáveres que en un campo de batalla. Lo que se come de más aquí es lo que no llega allí. Y el que engulle hasta reventar —con menú degustación, entremeses, primer plato, segundo, postre, café puro y chupito digestivo— no es menos perverso que el que se revuelca sin control; de hecho, su pecado tiene un alcance infinitamente mayor, porque es público, notorio, normalizado y celebrado.

La gula ha sido legitimada por una industria alimentaria que fabrica basura por toneladas, promueve la ansiedad, desborda los sistemas sanitarios y deja un reguero de obesos, diabéticos y enfermos cardiovasculares. Pero claro, eso no escandaliza a nadie. En cambio, la lujuria, tan teatral y fácil de dramatizar, se lleva las medallas del escándalo.

Es irónico, y profundamente triste, que se denuncie el sexo con tanta vehemencia mientras se guarda un sepulcral silencio ante el exceso de comida que podría alimentar a millones y termina en la basura. Más aún cuando el propio Cristo no dijo una sola palabra contra prostitutas, pero sí envió al infierno al que banqueteaba mientras el pobre moría en su puerta. El rico Epulón no fue castigado por fornicar, sino por zamparse cada día el mundo mientras Lázaro se pudría en la calle.

Y aún hay quien tiene la audacia de afirmar que la lujuria es más grave. Tal vez porque la gula no hiere las apariencias ni ofende los oídos castos de la burguesía bien alimentada. La lujuria, al menos, requiere pasión. La gula no exige más que cobardía y tenedores. Pero es más eficaz: destruye cuerpos, agota recursos, mata de hambre y lo hace en silencio.

No es un pecado del cuerpo, es una declaración de guerra contra el prójimo. Y lo peor: lo hace con servilletas, brindis y digestivos. Así de elegante es el infierno de los saciados.
09/06/25 9:56 AM
  
Jordán
EJEMPLO PRACTICO Y REAL DE GULA (palabra de honor);

En mi parroquia, tenemos a un entrañable lector habitual. Tiene unos 75 años, pero con voz de motor de tractor viejo al que le falta aceite. Aun así, cada semana sube al ambón con el entusiasmo de un seminarista y la dicción de una piedra en la boca. Nadie entiende nada, salvo el cura, que parece ejercer la caridad no solo en homilía, sino en programación litúrgica: le deja leer siempre, a pesar de que hay voluntarios con voz de tenor y dicción de locutor de RNE esperando su turno con humildad… cristiana, pero inquieta.

Ahora bien, la historia se pone aún más jugosa cuando uno se encuentra a nuestro lector —tras la misa— fumando como si se acabara el tabaco del planeta, y acto seguido apostando en el kiosko de la ONCE como si fuera a jubilarse otra vez, esta vez en el cielo y con pensión extra. Yo, al verle en esa escena, no puedo evitar pensar que si Dios le pidiera algo, o mejor dicho, "le diera la Gracia de" ---para darla una patada al semipelagianismo---, no sería precisamente que siguiera pronunciando el Deuteronomio como si fuera morse, sino que ofreciera el sacrificio real: ese paquete de tabaco, ese euro diario para el cupón, ese apego de estómago y bolsillo que se le está comiendo por dentro.

La gula es eso: además de tragarse cinco platos, sino también no saber soltar nada, ni siquiera el protagonismo, ni la esperanza de un golpe de suerte que le gane a la muerte. ¿Para qué jugar a la lotería si te quedan, con suerte, dos telediarios? Quizás porque es más fácil apostar al cupón que al verdadero desprendimiento.

Y mientras tanto, el hombre sigue ahí: fiel, tenaz, ininteligible. Un apóstol del “yo leo porque sí”, una figura entrañable que nos recuerda que a veces la verdadera penitencia no es ayunar, sino escucharlo con devoción. Porque el pobre no sabe —o no quiere saber— que el verdadero altar donde debe poner su ofrenda no es el ambón, sino esa renuncia silenciosa a todo lo que lo va consumiendo. En fin… un desastre litúrgico, sí, pero un misterio teológico también. Como casi todo en esta Iglesia nuestra.
09/06/25 10:39 AM
  
María de África
La asunción del cuerpo entre los cristianos les aleja de los movimientos llamados "espiritualistas" para los que el cuerpo carece de importancia y, por lo tanto, la carne es pura materia. Hoy en día abundan las sectas en ese sentido.
09/06/25 11:53 AM
  
María de África
No podemos saber qué pecado es mayor que otro porque la envidia o la soberbia la compartimos con el Maligno, los pecados de la carne no son de él sino utilizados por él. Por otra parte San Irineo de Lyon no condenó el Gnosticismo por incentivar los pecados carnales sino por denostar la materia. Los antiguos gnósticos no se distinguían por su lujuria ni por su gula, precisamente.
09/06/25 12:04 PM
  
Masivo
En España la moral sexual ya empezó a cambiar profundamente en los 60 y 70 aún bajo el franquismo, mucho antes de que llegaran leyes en ese sentido. El principal cambio fue el éxodo del campo a la ciudad y el aumento de la calidad de vida. La natalidad siempre disminuye con el desarrollo económico de cada país, y con ello la moral sexual. Igualmente con la urbanización. En los pueblos se conoce todo el mundo y se está sometido a un escrutinio perpetuo sobre su moral. En las ciudades uno puedo pasar desapercibido.

Es verdad que el franquismo se promovían las familias numerosas con incentivos estatales. Lo que demuestra que la tendencia era la contraria, porque el Estado no tiene que subvencionar aquello que la sociedad genera espontáneamente.

Bajo Franco los anticonceptivos estaban prohibidos, salvo prescripción médica, de la que se hacía uso cuando se podía. Las propias familias afines al régimen pero con medios, y quien podía, los conseguían en Francia o Reino Unido. Las leyes vinieron después.


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L.V.: La legalización de aberraciones horrendas tiene mucho que ver con su expansión, debido al enorme poder pedagógico que las leyes tienen, para bien o para mal. Los enemigos de Cristo lo saben y, por eso, no han cejado en su empeño hasta implantar en España toda una serie de leyes perversas, que no van a permitir que sean derogadas así como así. Todo ello, bajo la partitocracia del 78.
09/06/25 1:44 PM
  
Luis Fernando
Manda narices que se esté hablando de la gula en este post.

¿Qué tal si respetan el tema del que quiere hablar la bloguera?

Siquiera sea por respeto a ella.

Por cierto, San Pablo, inspirado por el Espírito Santo, es muy claro. Los peores pecados son los de naturaleza sexual. ¡FIN!

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L.V.: Gracias, Luis Fernando.
09/06/25 3:39 PM
  
María de África
A mí siempre me ha parecido encontrar elementos gnósticos en ideologías como la del Abecedario Revuelto porque hay mucho desprecio a su propio cuerpo en alguien que quiere cambiarlo y, de hecho, en internet hay páginas en que ellos mismos lo dicen. Así comprobé que no era una idea mía sino claramente perceptible. Mi mente es la que vale y el cuerpo hará lo que yo diga (porque el cuerpo para ellos no es una parte del yo sino algo dado e ingrato sometido al poder del yo que es inmaterial). Por eso puedo ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre, porque la materia va por un lado y el espíritu por otro, la persona no es un todo armónico e indivisible sino dos cosas distintas obligadas a convivir.

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L.V.: "La ideología del Abecedario Revuelto"... je, je, je
09/06/25 3:43 PM
  
María de África
De esa manera la santidad del cuerpo es imposible porque el concepto santidad va ligado al espíritu y ese espíritu puede transmigrar de un cuerpo a otro, pero la resurrección de la carne, tal como decimos en el Credo, es algo abominable para ellos.
09/06/25 3:47 PM
  
María de África
Todo cristiano siente una repugnancia instintiva hacia la manipulación de su cuerpo, ya sea una cirugía estética, ya sea un tatuaje porque sabe que el cuerpo es parte de si mismo y debe devolvérselo a Dios tal como Él se lo dio.


09/06/25 4:05 PM
  
María de África
La gula y las adicciones son pecados de debilidad humana, de pulsiones descontroladas, pero no tienen la finalidad de alterar el cuerpo, la alteración, por desgracia para ellos, es una consecuencia, no algo buscado intencionalmente.
Sin embargo la cirugía estética, la de cambio de sexo, los tatuajes, etc...sí tienen esa finalidad. Son acciones que se hacen por disconformidad con el cuerpo, tratando de modificarlo a cómo dé lugar.



09/06/25 4:29 PM
  
Pedro
Lina

Los pecados de la carne son los que más almas llevan al infierno, pero no son los peores entiendo. La soberbia pecado del Diablo sería el peor?

Por otra parte, cuando San Pablo habla “... según la carne”, se refiere a pecado en general, es así? En contraposición con el Espíritu Santo que sería estar en Gracia

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L.V.: El tema es que hay que evitar ir al Infierno, sea por lo que sea.
Sobre la frase de San Pablo, habría que ver un poco más del texto en cuestión... solo con el dato que me da, no le puedo responder.
09/06/25 10:45 PM
  
María de África
Y en cuanto a la lujuria, es un pecado terrible y una pérdida de respeto al propio cuerpo.

09/06/25 11:20 PM
  
Deo gratias
Estimada Lina,

Por alusiones directas vehementes debe decir algo breve. por cierto, su post si trata también de la gula como usted misma señaló. Y prometo cerrar el tema, Lina.

Vivimos tiempos curiosos. La “educación sexual” que reciben hoy cientos de millones de adolescentes se resume, en la mayoría de los casos, en dos frases: “explorarse está bien, no hay nada de malo” y “eso sí, cuidado con los embarazos y las ETS”. Fin del temario. Ni una palabra sobre el amor, el compromiso, la dignidad del cuerpo o el alma. Solo un barniz técnico para que no la líen demasiado.

Ahora bien, mientras estos jóvenes se lanzan al caos hormonal sin brújula —pero con preservativo—, nadie se escandaliza del devoto católico medio que, cada domingo, canta el “Cordero de Dios” con unción… tras haberse tragado un menú de siete pasos que haría llorar de envidia al mismísimo Epulón. Hablo del que desayuna como si el mundo se acabara ese mismo día, almuerza como si compitiera en los Juegos Olímpicos de la gula, y cena como si fuera su última voluntad. Todo esto, claro, sabiendo perfectamente que está reventando su cuerpo y con conocimiento sobrado de que hay cientos de millones en el mundo que no tienen ni una corteza de pan que llevarse a la boca.

Así que, puestos a comparar, uno se pregunta: ¿de verdad es más grave un adolescente confundido que peca por ignorancia, que este adulto empapado de doctrina que se autodestruye con cuchillo y tenedor, y encima lo hace en nombre del buen vivir?

Quizá el infierno no huela tanto a azufre como a salsa barbacoa.
09/06/25 11:46 PM
  
JORDAN2
Entre los pecados de la carne que la bloggera hace mención, la lujuria suele llevarse los focos, las metáforas y los suspiros de los confesores. Pero la pobre gula, tan aparentemente inocente con su panecillo en la mano y su bufet libre en el horizonte, esconde una gravedad que hoy, con algo de humor y bisturí teológico, merece ser reivindicada. Porque si comerse el mundo fuera solo una metáfora, no estaríamos como estamos.

El ambiente es tan pansexual que ni los adolescentes pecan con estilo. Todo es exploración, consentimiento y preservativos. ¿Grave? Sí, pero también diluido, infantilizado, blanqueado hasta por catequistas. El relativismo ha entrado hasta la sacristía con la naturalidad de un influencer en misa de 12.

La gula, sin embargo, no necesita pancartas ni ideología: actúa. Destruye cuerpos con precisión quirúrgica y sonrisa de menú del día. El drama no es solo personal —diabetes, hipertensión, hígado que grita socorro— sino también global. Mientras millones comen por tres, otros tres millones no comen. Es un pecado transversal, con consecuencias médicas, sociales y espirituales. Y lo peor: muchas veces en nombre del “merecido capricho”.

El “católico practicante” que se santigua antes de engullir lo que no cabe en una bandeja está, sin saberlo, atentando más contra su cuerpo —y contra el de muchos hermanos sin pan— que ese chaval al que solo le enseñaron a “tener cuidado con las ETS”.

Permítaseme la broma; Y sí, san Pablo dijo que los pecados sexuales son “contra el cuerpo”, pero lo dijo sin conocer la bollería industrial ni las grasas trans. Si viviera hoy, quién sabe si no escribiría a los Romanos... una dieta.

Porque en esta época de estómagos saturados y conciencias vacías, lo verdaderamente revolucionario no es hablar de castidad, sino de templanza. Y eso, curiosamente, engorda poco.


Así que, a la hora de pesar las culpas, tal vez convenga recordar que el diablo se esconde tanto en la minifalda como en el menú degustación. Pero al menos la lujuria suele exigir cierta forma física. La gula, en cambio, lo devora todo —hasta el alma— con la boca llena.

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L.V.: Señores, el debate sobre la gula se acaba aquí. No daré paso a más comentarios sobre este tema.
10/06/25 1:00 AM
  
Federico Ma.
Gracias por el oportuno y valiente post.

Pienso que vale notar que, conforme enseña el P. Royo Marín siguiéndolo a santo Tomás, dentro del matrimonio se pueden dar pecados veniales de lujuria. Por ejemplo, el uso del matrimonio que sin oponerse al fin primario (en cuyo caso sería gravemente desordenado) no se subordina plenamente a él (es decir, cuando su uso se da por solo placer, según dice santo Tomás, pero sin llegar a poner en ello el fin último).
10/06/25 2:41 AM
  
María de África
Entre los pecados de la carne, todos ellos considerados como tales, los hay de dos tipos;
1) los que no vulneran la Ley Natural, como la prostitución y el adulterio por ser cometidos por hombre-mujer.
Los que vulneran la Ley Natural, que son la pederastia, el incesto y la sodomía. Estos últimos fueron tabúes en muchas sociedades paganas. Los dos primeros son contra menores de edad o contra la propia sangre y el último es contrario a la pareja humana constituida siempre por hombre-mujer y cerrada a la procreación, sin perjuicio de que pederastia e incesto puedan ser también sodomíticos.
10/06/25 9:19 AM
  
Masivo
Los cristianos coptos se tatúan crucifijos, pero parece algo limitado a esa denominación.

En cambio casi nadie ve problema en hacer los agujeros en las orejas para los pendientes a sus hijas de muy corta edad, cosa que a mí me parece una desconsideración hacia ellas y por eso me negué.
10/06/25 11:08 AM
  
María de África
La Ley Natural hoy no se reconoce, los talmudistas, en cambio, estudiaron el caso de Noé, que es muchos siglos anterior a la Ley Mosaica, y se preguntaron qué pudo distinguir su conducta de la de los demás habida cuenta de que en su tiempo no había leyes escritas comunes a todos, y de ahí sacaron el concepto de "Leyes Noáquicas", muy básicas, que son lo mismo que la Ley Natural, inscrita por Dios en el corazón del hombre. La Ley Natural no regula el tipo de relación hombre-mujer, regula solo que esté abierta a la procreación y la llamada "Ley de sangre" que prohíbe matar a los consanguíneos, sean éstos legítimos o ilegítimos. También los griegos creían que aquél/aquella que violara esa ley sería perseguido por las Erinias, hasta la muerte o la locura (véase el caso de Antígona y su hermano).
10/06/25 11:32 AM
  
Deo gratias
Masivo,

Es fascinante observar cómo, a pesar de las claras exhortaciones de San Pablo a la renovación mental, la mayoría parece haber firmado un contrato de exclusividad con la rutina y la costumbre. Uno pensaría que la transformación de la mente sería una meta ambiciosa, pero resulta que para muchos es más fácil escalar el Everest que cuestionar por qué se hacen las cosas de una determinada manera. La gracia divina está disponible, pero a veces parece que preferimos la comodidad de nuestras cadenas invisibles, y lamentablemente rechazarla.

Tomemos el caso de mi preciosa hija de 14 años y sus orejas vírgenes. Una anécdota, por cierto, que debería ser estudiada en facultades de psicología y sociología. Siendo bebé, tras una infeccion en los agujeros de los pendientes en verano, se le cerraron los agujeros al estar 3 o 4 semanas sin pendientes y me planté: "¡No más mutilaciones!". Y ahí la tienen, una adolescente de 14 años, bellísima, sin una sola perforación y, lo más asombroso, ¡sin el menor complejo! Es una prueba irrefutable de que la mente humana, cuando no está contaminada por el "así se ha hecho siempre", puede florecer en una libertad sorprendente.

Realmente, es increíble lo profundamente animalizados que podemos llegar a estar, prisioneros de costumbres que se nos imponen por el mero hecho de haber nacido en una época y un lugar determinados. Desde mutilar lóbulos por "tradición" hasta la idea de que es normal comer sangre con cebolla cuando existen innumerables formas de alimentarse sin causar sufrimiento. Al final, mi hija ha asestado una patada a la lógica con una elegancia y una belleza que ya quisieran muchas con las orejas llenas de agujeros.
10/06/25 5:33 PM
  
Pedro
Rom 8, 5

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu”
10/06/25 10:19 PM
  
Josep
¿No sabéis que vuestros cuerpos son templos del Espíritu Santo?
11/06/25 12:01 AM
  
HARTICO
Buen post, directo y al grano sobre un mal actual generalizado; los pecados de la carne de lo que la Virgen nos avisó hace poco.

Y como se ha dicho en otro comentario, pecados que son blanqueados incluso por catequistas, sacerdotes y apologetas, tanto los sexuales como los del comer.

Hoy en día muchos sacerdotes y apologetas católicos parecen más empeñados en anestesiar conciencias que en formar almas. Han convertido los pecados de la carne —ya sean sexuales o estomacales— en pequeñas travesuras de monaguillo que, según ellos, “Dios entiende”. Pero cuidado: quien racionaliza su propio desorden no da consejos, da coartadas.

Aviso por experiencia: no sigas a quien hace del vicio una teología práctica. Desde los que explican la masturbación como si fuera una vitamina espiritual, hasta los que predican templanza con el aliento a panceta y la sotana al borde del colapso estructural. Si tu confesor o tu apologeta se desliza más que camina y no distingue entre gula y eucaristía, sospecha. Que no todos los que citan a Tomás de Aquino tienen el alma de un santo —ni el metabolismo.
11/06/25 4:59 PM
  
JORDAN2
María de África, no te quito razón: la lujuria puede ser un lío, sobre todo si uno convierte su habitación en un pequeño altar al ego y al WiFi. Pero permíteme matizar algo : a estas alturas, y con millones de personas de entre 16 y 36 años intentando sobrevivir entre ansiedad, pantallas y relaciones líquidas, igual —y digo igual— a los ojos de Dios no es tan escandaloso que un pobre diablo se toque viendo porno en soledad… como lo es que otro más “respetable” se embolse 60.000 euros en B por una venta de piso, o que falsee su IRPF con alegría fiscal y rostro de seminarista.

No sé tú, pero yo sospecho que el que defrauda con premeditación y luego acude a misa de 12, quizás tenga un problemilla más serio en el Juicio que el adolescente atrapado entre dopamina, testosterona y aburrimiento.

Así que, si tuviera que apostar mi alma en esto, diría que está más cerca del pecado mortal el lince tributario que el adolescente adicto a “tocar el arpa” cada noche frente al portátil. Porque una cosa es caerse por debilidad y nefasta formación… y otra cosa es excavar un túnel hacia el infierno con calculadora y traje gris.

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L.V.: Mejor no condenarse, ni por una cosa, ni por otra. Sobre el tema fiscal, mal está defraudar; aunque también habría mucho que decir sobre el expolio fiscal que padecemos los españoles. Pero no voy a abrir ese "melón", no es el tema del post.
12/06/25 5:30 AM
  
JORDAN2
Y ojo, que cuando la Virgen en Fátima advirtió con seriedad sobre los pecados de la carne, lo hizo en una época en la que el recato, el pudor y hasta el miedo al qué dirán estaban social y espiritualmente integrados. Es decir: se hablaba de modestia… y se vivía. Había formación moral desde la infancia, cierto entorno de contención, y lo más "provocador" que podías ver era un tobillo mal cubierto o algún cartel de feria mal impreso.

Hoy, sin embargo, hace falta blindarse espiritualmente hasta las cejas para no tropezar 14 veces antes de desayunar. Estamos en la era del Wi-Fi, del porno en el bolsillo, de kioscos en los años 80 que parecían sacristías comparados con cualquier feed de Instagram actual. El acceso al pecado ya no es una puerta entreabierta: es un centro comercial con puertas giratorias, 24 horas abierto.

No hace falta ser ni teólogo ni lince espiritual para deducir que la gravedad y las circunstancias han cambiado brutalmente. No porque el pecado haya mutado —el corazón humano sigue siendo el mismo—, sino porque la cultura, la formación, la voluntad y el entorno han sido desmantelados como trincheras de papel mojado.

Así que sí: si en 1917 una caída podía llevar al purgatorio, hoy el número de almas que resbalan sin formación, sin guía y con estímulo permanente, probablemente ni lo calculan los ángeles con Excel celestial. Y no por trivializar la lujuria, sino por entender que la justicia divina mide también la intención, la conciencia, el contexto, y sobre todo, la alternativa real que tenía el alma en ese momento.

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L.V.: Los actos que son intrínsecamente malos son pecado siempre; en 1917 y ahora. Cuestión distinta es que haya circunstancias que puedan atenuar la responsabilidad, aunque eso no siempre es fácil de medir. En la duda, mejor confesarse cuanto antes.
12/06/25 5:53 AM
  
JORDAN2
L.V.: Los actos que son intrínsecamente malos son pecado siempre; en 1917 y ahora.

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Yo no he dicho lo contrario. Es más, de mis comentarios no puede desprenderse en ningún momento que justifico ciertos actos. Sólo me limito a observar algo que es obvio y quienes lo ignoran hacen odiosa la Moral de Cristo.



Punto 1735 del Catecismo Mayor,
La imputabilidad y la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas e incluso suprimidas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia, el temor, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales.
12/06/25 10:02 PM
  
Pedro de Madrid
San Agustín dijo que los hombres debieran casarse sobre los 17 años y así el furor sexual que ataca a muchos varones, quedaría apaciguado. Servidor lo pasó muy mal y me casé con 33 años
23/06/25 1:27 PM
  
Juan
Sugiero que cuando los comentarios son más largos que el artículo, y encima se salen de tema, solo se les admita por una vez (aunque cambien de nick). Hay mucho bloguero frustrado con vocación de maestro ciruela.
Por cierto, buen artículo y muy necesario.
28/06/25 3:53 AM

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