Y suerte que no se contagia

Lógico, lógico…divide y vencerás; pero antes aprendan a dividir, a separar e incluso a descuartizar si su moral se lo permite o quizás se lo apremie, porque de lo contrario pueden salir divididos por dentro y hasta por fuera y con una personalidad no solo pública sino privada más que esquizoide.

¿Quién no conoce a alguien con algún trastorno de esta magnitud y en cualquiera de sus variantes? ¿Un familiar, un vecino, un ex compañero de trabajo, un colega de cervecitas o una amiga de la peluquería o que llevaba los niños al mismo colegio? Por desgracia hay muchas personas que sufren como decíamos en alguna de sus variantes esta enfermedad.

A la gran mayoría se les debe aconsejar apartarse del mundo laboral por el propio bien y por el bien común. Necesitan una vida estable, un tratamiento farmacológico riguroso; pero a menos que sean políticos, eso sí, a estos ni tocarlos, aunque se dediquen a empujarnos a seguir sus trastornos cual ciertísimas realidades y nos mantengan largamente y a veces sin solución a la vista en su mundo irreal dividido entre lo que predican y lo que aplican.

Cuando uno se está dejando llevar por las alucinaciones, la falta de iniciativa y el sentimiento de superioridad ¿cómo va a sospechar que está enfermo y trastornado? ¿Y si además se rodea de otros iguales con brotes de grave desorganización e incoherencia o multiples y graves paranoias?

¡Dios nos libre de un ciego guiando a un cuantioso grupo de ciegos! Pero esto es lo que está ocurriendo en esta España Cañí se mire por donde se mire y se intente coger por donde se intente coger.
Cuanta división…una cosa decimos y otra hacemos, una pensamos y otra decimos; pero es que una nos dicen y otra hacen, una piensan y otra nos dicen y así nos tienen formando parte de un país dividido y subdividido donde realmente el tuerto es el rey.
Cuanto comportamiento inapropiado y a simple vista raro de cara a la espiritual por ejemplo ¿a qué viene tanta preocupación sobre todo lo religioso propio de nuestra cultura?
La falta de repuesta emocional ante un hecho mayoritario y tan importante como el religioso ubicado en las fuentes y orígenes de nuestra civilización actual junto al pensar que se es señor de la vida y del aborto, o creer que estando bien el hecho cristiano e incluso el católico se puede hacer y deshacer, un vivir de ilusiones realmente de ilusos, tener siempre unas posturas corporales iguales al hablar y prácticamente hacer gala de ellas tomando posturas de grandiosidad en las afirmaciones y los silencios son indicios de que las cosas no pueden ir bien de ninguna manera y de que algo patológico puede andar por ahí haciendo de las suyas. Y la peor de las ilusiones es creer que se conoce y se está en posesión de la toda la verdad.
Cuando se huye de un auténtico feedback o experiencia de retroalimentación en el que debe hacerse un verdadero esfuerzo por escuchar a los demás, ya personas ya colectivos de forma pluridireccional en busca de poder mejorar las relaciones e instituciones y en su lugar no se hace más que tirar piedras al tejado del vecino sin darse cuenta de que son tantas que nos caen en el propio. Mal va la cosa.
Todo ello desde las Ramblas se observa entremezclado en muchos estamentos públicos ya civiles ya religiosos, ya culturales y porque no, aunque vayan de paisano también conocemos por ahí andando o tomando un café algunos militares.
Y no me dirán que estos de más cerca o más lejos no son también como aquellos nerones de los que hablábamos en cierta ocasión y que solo eran de Barcelona. No, ahora nos referimos también como ya hemos dicho a los de la España Cañí, esta España de juerga y pandereta, donde la pachanga y el botellón le han quitado el sitio al orden y la devoción, al respeto mutuo y a la superación personal y colectiva pero con gobiernos, y no hay quien se libre, de guasa y teatrillo quizás reímos por no llorar o lloramos por no reír y que adivinen de que son las lagrimas, que por una u otra cuestión en estos momentos de la historia los culpables ellos son.
Pero mientras hay vida hay esperanza y para la dicotomía creada no sabemos bien por quien pero mantenida por los que huyen de la realidad y posiblemente por conveniencia siempre hay una posibilidad de rehabilitación sicosocial que les exige un alto en el camino en el que han de ser conscientes de que de observadores pasan a observados y de sanadores sociales a enfermos de raras patologías y de dar consejos y soluciones desear recibirlos desde la humildad del aprendiz del día a día que quizás todavía pueda hacer curable esta España que adolece y de pena muere.

Los comentarios están cerrados para esta publicación.