La economía y la teología
La solemnidad de la Santísima Trinidad es, en cierto sentido, una solemnidad peculiar. En el calendario litúrgico, las grandes fiestas vienen marcadas por acontecimientos de la historia de la salvación: la Navidad, la Pascua, Pentecostés. En la Liturgia, esos acontecimientos, que giran siempre en torno al Misterio Pascual, se hacen presentes, se actualizan, y Cristo nos comunica su salvación mediante la celebración “sacramental” de los mismos.
Es decir, el registro propio de la Liturgia es la “economía”. Con esta palabra, “economía”, no me refiero a la administración eficaz y razonable de los bienes materiales, sino a otro tipo de “administración” y a otro tipo de “bienes”. Me estoy refiriendo a la dispensación divina de la salvación. Dios se ha comunicado gradualmente, en un acontecer planificado que constituye un conjunto. Ese acontecer es la historia de la salvación, en la cual Dios ha ido distribuyendo los “bienes” de la revelación y de la gracia.
Así Dios se ha ido “acostumbrando” a los hombres y, pedagógicamente, ha ido acostumbrando a los hombres a comprenderle.
En la solemnidad de la Santísima Trinidad no celebramos, pues, primeramente lo que Dios ha hecho en nuestro favor, sino lo que Dios es en sí mismo. En esta fiesta se pasa, por decirlo así, de la economía a la teología; de las acciones salvíficas al que es en sí mismo la Salvación.