11.09.08

El aborto, una derrota de la humanidad. Sobre un artículo del Cardenal Cañizares

He leído con gran interés, y con atención, un artículo del Cardenal Cañizares que hoy (11 de septiembre de 2008) publica el diario “La Razón”. Se titula el escrito: “El aborto, una derrota de la humanidad”. Tiene una virtud, a mi juicio, el Cardenal de Toledo: la valentía de decir lo que piensa en los medios de comunicación. Es muy fácil, tal vez, escribir en un Boletín Diocesano o en una Hoja Parroquial. Mucho menos cómodo resulta expresar la propia opinión en un periódico, donde nunca falta el juicio, muchas veces inmisericorde, del “otro”, del que no ve las cosas del mismo modo como las ve uno.

Apelando a la razón, que, en teoría al menos, es un elemento que une a los seres humanos, el Cardenal aborda la cuestión del aborto desde la perspectiva de los fundamentos del Derecho y de la Moral. No hay ni una sola cita explícita del Evangelio, ni del Magisterio de la Iglesia, ni de lo específicamente cristiano, aunque todo lo que dice está en plena armonía – no cabe ni sospechar lo contrario – con la revelación.

El Derecho y los derechos están presentes en la reflexión de Mons. Cañizares. Las leyes no pueden ir en contra del derecho a la vida. Si así lo hicieran se conculcaría el más fundamental de los derechos del hombre, que es, precisamente, el derecho a la vida. Además, se pondría en entredicho la dignidad inviolable de todo ser humano; dignidad que es la base de la convivencia y de la sociedad. Se violaría incluso el “no matarás”, entendido como un absoluto inscrito en la naturaleza humana.

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9.09.08

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

La sacralidad de la vida humana, o la debilidad de una ética sin Dios

Desde diversos sectores de la cultura contemporánea se escuchan voces que insisten en la necesidad de “desacralizar la vida humana” . Despojada de su halo sacro, la vida humana se presenta como un bien del que se puede disponer libremente, conforme a criterios discrecionales de conveniencia. La Iglesia, sin embargo, en fidelidad a la revelación, considera que la vida humana “ha de ser tenida como sagrada” .

En este post indicaremos las principales razones por las cuales la Iglesia defiende la sacralidad de la vida humana; a saber: el respeto al Creador y la dignidad de la persona humana. Veremos cómo en el culto y en la oración, particularmente en la adoración, el hombre descubre su relación constitutiva a Dios, relación en la que se fundamenta tanto la sacralidad de su vida como su dignidad personal.

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7.09.08

Desatados

Nuestros gobernantes parecen estar “desatados”; es decir, dan la impresión de proceder sin freno y desordenadamente. Sin freno, desde luego. Dicen ellos mismos que su ideología incorpora asertos como éste: “el propietario de tu cuerpo eres tú. Tú eres quien toma decisiones. Eso es ideología socialista” (Bernat Soria).

Esta máxima se usa como cobertura ideológica del proyecto de eutanasia o de “suicidio asistido”. Si lo he entendido bien, esto significa que si deseo morirme, por razones que sólo a mí me incumben, me dirijo al médico de guardia y le pido: “por favor, asístanme en mi suicidio”. Es decir, yo le pido al Estado que colabore conmigo en el acto de quitarme voluntariamente la vida. Y el Estado pondrá a mi disposición los recursos necesarios para que, en vez de ahorcarme colgándome de una viga, me inyecten en vena alguna solución letal.

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5.09.08

Cultura del homicidio

Merece la pena releer la encíclica de Juan Pablo II “Evangelium vitae”. Sobre el aborto, recuerda el Papa que, entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, reviste éste características que lo hacen “particularmente grave e ignominioso”. Realmente es, como enseñó el Concilio Vaticano II, un crimen nefando (cf “Evangelium vitae”, 58).

Un síntoma muy preocupante es la aceptación social de este delito. Personas que se movilizan por la defensa de las especies animales en peligro de extinción se muestran, en ocasiones, “tolerantes” con la práctica del aborto: “Nadie aborta por gusto”; “mejor abortar a un niño que tratarlo mal”; “no se puede ser madre a la fuerza”, etc. Siempre se pueden alegar supuestas “razones” en favor de este crimen.

Un aspecto esencial es llamar a las cosas por su nombre. El aborto no es “la interrupción voluntaria del embarazo”. El aborto procurado consiste en matar al feto; en frustrar deliberadamente su proceso natural de crecimiento. La interrupción del embarazo es una consecuencia de un acto previo: la eliminación violenta de una vida humana. Una eliminación planificada fríamente por los propios padres, con la cobertura legal del Estado y con el apoyo de los médicos.

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4.09.08

Estoy a favor de la interrupción voluntaria del embarazo

Los españoles vivimos en la angustia. Podemos pensar, como quizá pensaban los ciudadanos de Roma o del III Reich, ¿cuál será la nueva iniciativa legal de nuestro Gobierno? ¿Qué buscarán ahora? ¿Cuál será el objetivo de la voluntad del César?

No hace falta que ejerzamos de adivinos. El César comunica su voluntad, a través de una de sus ministras, la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, que anuncia que “no puede ser que en España una mujer que necesita interrumpir su embarazo legalmente pueda tener dificultades. Por eso queremos un debate serio, sosegado y de altura que contribuya a la elaboración de la mejor ley posible”. El César lo ha dicho. Su voluntad es ley. De poco sirve lo que digamos quienes pensamos que el César no es Dios.

¿Interrumpir el embarazo? “Interrumpir” es “cortar la continuidad de algo en el lugar o en el tiempo”. Yo “interrumpo” este post si lo acabo ahora mismo o “interrumpo” una conversación si la zanjo de inmediato. También se puede “interrumpir” un embarazo, el estado en el que se encuentra la mujer gestante. Si lo pensamos a fondo, la “interrupción” del embarazo es el parto. Cuando una mujer da a luz al feto que tenía concebido su embarazo se interrumpe o, mejor dicho, se acaba. Llega a su meta y a su fin. El embarazo no es un fin en sí mismo. El fin del embarazo es el alumbramiento, el nacimiento de un nuevo ser.

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